jueves, julio 03, 2014

EL CAFE DE LAS 19h 14´ 25".



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TRAS LA PISTA DEL ESPEJO DE BUDA DON WISLOW 154

El hotel Península había sido en otro tiempo el final del camino, el lugar
donde los agotados viajeros descansaban antes de subir a bordo del Orient Express
para emprender el largo camino de regreso a Occidente. Su arquitectura era
típicamente británica y colonial: una amplia terraza, grandes columnas, pintura
blanca. La terraza, ahora cubierta por una moderna cristalera, cobijaba un salón de
té y ofrecía vistas a la bahía y a la isla de Hong Kong. Los lugareños, inmunes a los
encantos del panorama, acudían en busca de un buen punto de observación desde
donde no perder ripio de quién tomaba el té con quién ni de las aventuras
románticas o conspiraciones comerciales que pudieran inferirse a partir de las idas
y venidas en el vestíbulo del Península.
Neal se detuvo a medio camino sobre la escalera de anchos peldaños que
conducía al Península y permaneció un momento admirando la vista, lo cual fue su
manera de anunciarles «¡Eh! ¡Que ahora voy a entrar en el hotel Península!» a
Chin, sus chicos y a cualquier otro que pudiera estar interesado.
El camarero lo sentó a una mesa para uno en medio del enorme salón de té.
Neal pidió una jarra de café, un té helado y un sándwich de pollo, y a continuación
se acomodó para hacer lo mismo que hacía todo el mundo a su alrededor:
inspeccionarse subrepticiamente unos a otros.
Se trataba de una clientela acomodada, pues los precios del Península
tendían a lo elevado, y el salón desprendía cierta atmósfera de satisfacción que
contribuía a acentuar la sensación incestuosa. La mayoría de los clientes eran
blancos, junto a una considerable minoría de chinos vestidos de manera
conservadora que aún no habían conseguido perder su expresión ligeramente a la
defensiva, heredada de los días en los que únicamente habían sido bienvenidos allí
como camareros. Un gran contingente de turistas, en su mayoría europeos canosos,
terminaba de redondear la concurrencia. La charla era apagada y esporádica; la
gente estaba demasiado ocupada mirando por encima de los hombros de sus
acompañantes como para seguir una conversación de verdad.
Neal distinguió a duras penas a Portero merodeando por el vestíbulo del
hotel y ni siquiera levantó una ceja cuando Ben Chin se sentó a una mesa cercana y comenzó a comerse con los ojos a cualquier mujer del salón que aparentara menos
de ochenta años.

Don Winslow nacido en Nueva York en 1953, es un escritor estadounidense, muy reconocido en novelas de crimen y misterio. Estudió periodismo e Historia africana en la Universidad de Nebraska. En Sudáfrica trabajó como periodista e investigador en la Universidad de Ciudad el Cabo y desde hace años reside en San Diego. Ha sido detective privado, guionista de cine y televisión,conocido mundialmente por la fama reportada con El poder del perro primero, y la adaptación al cine por parte de Oliver Stone de Salvajes una de sus novelas y la continuación a Un soplo de aire fresco.

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