jueves, mayo 14, 2015

TODOS VAMOS EN LA MISMA MADRE.





                                                       13 DE MAYO



REY JESÚS
DE
ROBERT GRAVES   121

Una tarde una criada golpeó suavemente la puerta de la habitación
de Isabel mientras ella cosía.
-Una joven extranjera solicita el honor de saludarte.
-Hoy no recibo visitas.
-Eso han dicho tus criadas a la joven, pero ella insiste.
-¿Quién es esa importuna?
-No quiere revelar su nombre ni su familia.
-¿Quién la ha traído aquí?
-Llegó escoltada por un grupo de rechabitas que se marcharon inmediatamente en sus
asnos, envueltos en una nube de polvo.
-¿Rechabitas, dices? ,Cuáles fueron sus palabras cuando entró por nuestra puerta?
-Dijo: «En el nombre de la Madre».
Isabel se encolerizó.
-¿Por qué no me has dicho eso en seguida, nieta de un camello? ¿Ha comido esa señora?
¿Le habéis lavado los pies? !Oh, desventuradas! Trae ahora mismo agua y una jofaina,
jabón y una toalla de lino. Y trae algo de comer, lo mejor que haya en la casa. Busca un
vino dulce. No tardes. -Isabel dejó su bastidor y salió de prisa.
Regresó muy pronto trayendo a una joven de la mano; le dijo solemnemente apenas
cerró la puerta:
-En el nombre de la Madre, esta casa es tu casa y estas criadas son tus criadas, seas
quien seas y cual fuere tu intención.
Como respuesta, la joven se quitó el velo con un rápido movimiento del brazo, besó a
Isabel en ambas mejillas y se echó a llorar silenciosamente.
Isabel exclamó asombrada:
-¿Cómo puede ser? Tienes la cara de mi hermana Ana cuando era niña. Los mismos
ojos verde mar, la nariz recta, el mentón saliente. ¿Eres la hija de Ana, niña?


TEXTOS DE LAS PIRAMIDES 121



Graves, Robert El Vellocino de Oro  121
Todos los novicios, bajo pena de muerte, guardaban un silencio absoluto y se hallaban
completamente desnudos; sin embargo, Orfeo, que ya estaba iniciado, ocupó su puesto entre los
músicos de la diosa, ataviado con una vestidura blanca que llevaba bordado un rayo dorado.
Primero tuvo lugar el ritual de la Creación. Sonó una música y la diosa, con sus propias manos,
formó un montón circular de tierra, vertió agua en una zanja que había alrededor y se puso a bailar
encima; se trataba de un baile lento y rítmico, que imitaba el monótono girar de las constelaciones,
y ejecutaba los pasos con una exactitud penosa. Después de una extenuante hora o tal vez más, la
diosa dio una palmada para que los músicos cambiaran de melodía, y al poco rato volvió a bailar
con una enorme serpiente sagrada enroscada en torno a su cuerpo. Su danza se fue volviendo más y
más salvaje hasta que los músicos sudaban y gemían en su intento de seguir el ritmo de sus
posturas; y mientras, los ojos de los argonautas se salían de sus órbitas, tal era su terror. Por fin
sonaron tres golpes fuertes e imperiosos sobre un gong de cobre, y todos se taparon los ojos
mientras la serpiente silbaba y lanzaba alaridos. La diosa profirió una risa aterradora; era como si la
fría mano de la Muerte les apretara los corazones, y se les erizó el cabello en la nuca, como el pelo
de un lobo enfurecido.



SUTRA SHURANGAMA  121


HENRI VINCENOT  EL PAPA DE LOS CARACOLES 121






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