sábado, febrero 16, 2008

El LIBRO DEL CORDERO

CAPITULO XII----------COMIDA CERCA DEL MAR-------------pag.291

(1) Con el corazón excitado empujó la puerta

del restaurante Burton. Hedor agarró su aliento

tembloroso: acre jugo de carne, chirle de

verduras. Ver comer a los animales.

Hombre, hombres, hombres.

Trepados en altos taburetes al lado del

bar, los sombreros echados hacia atrás, en las

mesas pidiendo más pan no se cobra,

emborrachándose, devorando montones de

comida aguachenta, sus ojos saliéndose,

enjugando bigotes mojados. Un pálido hombre

joven de cara de sebo lustraba su vaso, cuchillo,

tenedor y cuchara con la servilleta. Nuevo

surtido de microbios. Un hombre con una

servilleta de infante manchada de salsa

arremangada alrededor de él vertía sopa

gorgoteante en su gaznate. Un hombre

volviendo a escupir sobre su plato; cartílago

semimasticado: no hay dientes para

masmasmascarlo. Chuleta de lomo de carnero a

la parrilla. Tragando sin mascar para pasarlo de

una vez. Tristes ojos de borracho. Mordió más

de lo que puede masticar. ¿Soy así yo? Vernos

como nos ven los otros. Hombre famélico hombre

colérico. Trabajan los dientes y la mandíbula.

¡No! ¡Oh! ¡Un hueso! Ese último rey pagano de

Irlanda Cormac en el poema de la escuela se

ahogó en Sletty al sud de Boyne. ¿Qué estaría

comiendo? Algo golocius. San Patricio lo

convirtió al cristianismo. No pudo tragarlo todo

sin embargo.

—Rosbif y repollo.

—Un guiso.

Olores de hombres. Su garganta se

levantó. Aserrín escupido, sudoroso humo

caliente de cigarrillo, vaho de chistera, cervezaderramada, el pis cerveciento de los hombres, lo

rancio de la fermentación.

No podría comer un bocado aquí

(2)¡Diez francos por un kilo de pan! ¡Hace falta que estés chalado!-Es el precio.-¡El precio de mis narices!-aulló Alexandre alzando al cielo sus peludos brazos-.Diez francos,¿te das cuenta?Mejor habrías hecho en ocuparte de eso.-Gracias.

Diez francos y encima ,para pan.Puedo devolverlo ,si quieres.Oh,no,ahora ya está aquí.O cotizar nosotros tres para pagar tu parte.¡Vaya con el cura!,exclamo Alexandre,inclinándose sobre el fuego.

(3) . Pero ahora comenzamos a comprender cuán grande es el mundo más allá de los cuatro mares. Sospecho que somos tan sólo un grano en un vasto granero. Pero, de cualquier manera, interpreto como un buen augurio que el mandato haya sido concedido una vez más, aunque sea a los bárbaros y en tierras lejanas.

—Quizá —dije precipitadamente— le sea concedido al duque de Lu.

—Quizá —respondió el barón—; o a algún otro.

Un criado trajo unos huevos que habían sido conservados bajo tierra varios años. Los comimos con unas cucharillas diminutas. Tenían un delicado sabor mohoso. Aunque enterré huevos más tarde, en Susa y en Halicarnaso, siempre se pudrían. O bien el suelo de Catay es distinto del nuestro, o preparan los huevos de algún modo secreto.

El barón se cuidó de formular más preguntas que yo. Su curiosidad sobre el oeste era insaciable. Pero todo le inspiraba curiosidad. Era como los griegos.

Cuando me atreví a formular una interrogación acerca de los augurios de la caparazón de tortuga, movió la cabeza.

—No puedo hablar de eso. Debes perdonarme.

Sin embargo, el tono de su voz expresaba que los augurios habían sido muy propicios.

—Habitualmente, nuestras relaciones con Key son muy buenas. Pero cuando dieron asilo al duque Chao, que no era un buen hombre, temo, se creó cierta tensión entre ambos reinos. Nos pareció un acto poco amistoso el que albergaran a nuestro enemigo tan cerca de las puertas de piedra, donde podía establecer un punto de reunión para todos los descontentos. Y protestamos. Pero el anciano duque de Key era un hombre obstinado. Además, le agradaba crear dificultades. De modo que alentó las pretensiones de nuestro antiguo duque. —El barón suspiró con suavidad y eructó vigorosamente—. Por fortuna, siguiendo el curso natural de las cosas, el duque Chao murió. Después, todo marchó bien entre nuestros dos países. O eso creíamos. Pero luego... Pues, estamos viviendo un período muy interesante. —Los catayanos utilizan la palabra «interesante» como los griegos la expresión «catastrófico»—. El duque Ting sucedió a su hermano Chao, y a mi indigno abuelo se le encomendó el cargo de primer ministro. Estaba tan poco capacitado y era tan poco deseado como yo mismo. —Así suelen expresarse los nobles de Catay: se parecen mucho a los eunucos cuando se preparan para saquear la alacena del harén—. A la muerte de mi abuelo, uno de sus secretarios, un ser llamado Yang Huo, se nombró a sí mismo primer ministro. Como era sólo un caballero, eso no era correcto. Nos sentimos profundamente desalentados.

El barón depositó su cucharilla. Escuchamos la actividad de su mente tortuosa; es decir, el gorgoteo de su estómago. Luego nos sirvieron albaricoques en conserva, la fruta más apreciada en Catay. Nunca me gustaron los albaricoques, pero comí con visible deleite todo lo que me ofreció el dictador.


(4)
«¿Cómo habrá llegado esto a mi

poder?», se preguntaba. Por fin lo abrió y

vio que tenía dos compartimentos. Picado

por la curiosidad, miró en ambos, y he aquí

que en uno de ellos apareció un billete de

banco. Lo sacó. Se trataba de un billete

de mil francos.

Metió los mil francos en el bolsillo del

pantalón y se encaminó a la orilla del Sena,

y, sin preocuparse lo más mínimo de sus

compañeros de infortunio, se lavó la cara e

incluso el cuello, y lo hizo casi con alegría.

Acto seguido volvió a ponerse la chaqueta e

inició su jornada, encaminando sus pasos a

una expendeduría de tabacos, pues quería

comprar cigarrillos.

(5)

Sin embargo, como temía Ahram, la desigualdad de fuerzas se impone. Bastan diez días de violentos asaltos para que el enemigo se abra paso e irrumpa por la vía Canópica, obligando al abandono del palacio. Zabdas lo ocupa de inmediato, mientras todavía se defiende el resto de la ciudad, en medio de la confusión creada por los filopalmirenos. Al día siguiente hace su entrada la reina con su hijo, tras unos días de espera en Villa Tanuris. Llega en una litera de campaña espléndidamente adornada, con Vabalato cabalgando a su lado, y una magnífica escolta de arqueros palmirenos a caballo, tras su séquito de oficiales y dignatarios, vestidos unos con la clámide de los jinetes romanos y otros con pantalones persas. Desde la terraza de Ahram se puede ver cómo se iza, a los sones de trompetería y címbalos, el estandarte de Palmira sobre el frontón de la residencia imperial y cómo en la explanada de los jardines se alzan suntuosas tiendas para la oficialidad. En esos momentos Glauka imagina la sonrisa de triunfo de Zenobia contemplando, como ella, la ciudad todavía en lucha y, al otro lado del puerto, la Casa Grande del Navegante, cuya posesión colmará pronto su orgullo. Pero Glauka no puede entretenerse en esas reflexiones porque su corazón sufre sabiendo que Ahram lucha todavía en las calles, si bien con el propósito de retirarse a Faros por el Heptastadio en el último momento. Glauka desea con ansia ese repliegue de Ahram a la isla, para unirse a ella y resistir o perecer juntos. En medio de su amargura no puede por menos de admirar el talento de Zenobia, reprimiendo por todos los medios los saqueos y destrucciones habituales en las luchas urbanas. Tampoco se ha producido ningún gran incendio: Alejandría es una joya espléndida y Zenobia la quiere intacta.

Por eso mismo se frustran las esperanzas de Glauka de recobrar pronto a Ahram, pues Zenobia ha encargado a Zabdas que una punta de lanza, formada por tropas muy escogidas, penetre a lo largo de los muelles para proteger los mejores edificios, situados entre el puerto y la vía Canópica. Cuando Ahram, que combate en torno a la tumba de Alejandro, decide retirarse por el Heptastadio, ya no puede alcanzar su objeto porque el estribo sur del puente está en manos de los palmirenos. A pesar de ello intenta furiosamente abrirse paso con algunos hombres, pero recibe una saeta debajo de la clavícula y otra le hiere en la pierna, impidiéndole andar. Sus hombres, cercados, se niegan a abandonarle y resisten en torno suyo hasta sucumbir; sólo uno logra deslizarse entre los enemigos arrojándose al mar y llega herido a la isla, donde comunica a Glauka la tristísima pérdida de Ahram y sus compañeros. Únicamente la conciencia de sus responsabilidades hacia Malki y los demás impide matarse en el acto a la desesperada Glauka, que se fuerza a continuar frente a la adversidad como el propio Ahram hubiese hecho. Sobreponiéndose a su pena adopta con sus amigos las últimas disposiciones para sobrevivir el mayor tiempo posible bajo el dominio de los invasores, a los que mientras tanto, en pocas horas, ven avanzar a lo largo del puerto occidental, llegar a Kybotos, cruzar la muralla occidental y perseguir a los últimos fugitivos romanos y alejandrinos por entre las tumbas de la Gran Necrópolis y en torno al suntuoso centro de embalsamamientos. Cuando llega la noche no tienen la menor duda de que el asalto a Faros se producirá al amanecer.

(6) La orquesta empezó a interpretar «Rule, Britannia». El cielo pareció estallar: una gran exhibición de fuegos artificiales representando la Batalla del Nilo, que acabó con la espectacular explosión de la tricolor francesa. ¿Quién podía resistir semejante adulación? Ellos contemplan las estatuas de sí mismos. Bastante naturales, dice el héroe, a falta de algo mejor que decir.

(7) Ésta fue la declaración de Muhammad Din, sarpanch de Titlipur: «En el momento en

que me abandonaban las fuerzas, cuando creí que iba a morir en el agua, lo vi con mis propios

ojos: vi que el mar se dividía como el pelo bajo el peine, y todos estaban allí, un buen trecho

por delante de mí, y se alejaban. Con ellos estaba Khadija, mi esposa, a la que tanto quise.»

Esto es lo que Osman, el chico del toro, dijo a los detectives, que estaban muy

impresionados por la declaración del sarpanch: «Al principio, yo tenía mucho miedo de

ahogarme. Pero buscaba y buscaba, la buscaba sobre todo a ella, Ayesha, a la que conocía antes

de que cambiara. Y en el último momento lo vi, vi la maravilla. Las aguas se abrieron y los vi

avanzar por el fondo del océano, entre los peces agonizantes.»

Sri Srinivas juró por la diosa Lakshmi que él había visto retirarse las aguas del mar de

Arabia; y cuando los detectives fueron a hablar con Mrs. Qureishi estaban atónitos, porque

sabían que era imposible que los hombres se hubiesen puesto de acuerdo. La madre de Mishal,

esposa del gran banquero, contó la misma historia a su manera. «Créanlo o no —terminó con

énfasis—, pero lo que dice mi lengua es lo que vieron mis ojos.»

Los funcionarios del departamento del Interior, con la piel , de gallina, trataron de

aplicar el tercer grado: «Mira, sarpanch, déjate de cuentos. Con tanta gente como había allí,

nadie vio esas cosas. Los cadáveres de los ahogados, hinchados y con un olor a diablos, están

volviendo a la playa. Como sigas mintiendo, te restregaremos la nariz en la verdad.»

«Podéis enseñarme todo lo que queráis —dijo el sarpanch Muhammad Din a sus

interrogadores—. Pero yo sé lo que vi.

(8) Y fueron cogidos los trece dioses,y fue rota su cabeza y abofeteado su rostro,y fueron escupidos,y se los cargaron a las espaldas.Y fue robada su serpiente de la Vida,con los cascabeles de su cola,y con ella,fueron cogidas sus plumas de Quetzal.Y cogieron habas molidas junto con su semen,junto a su corazon,semilla molida de calabaza y frijoles molidos.Y el que es eterno,lo envolvio y lo ató todo junto,y se fué al decimotercer piso del cielo.Y entoces cayeron su piel y las puntas de sus huesos sobre la tierra.Y fue entonces que se escapo su corazon y su semilla.Y fueron matados a flechazos los huérfanos,los desamparados y las viudas,que vivian sin fuerza para vivir.Y fueron enterrados por la orilla de la arena en las olas del mar.Y entonces,en un solo golpe de agua,llegaron las aguas.Y cuando fue robada la Gran Serpiente,se desplomo el firmamento y hundió la tierra.Entonces los 4 Dioses lo nivelaron todo,y se afirmaron en sus lugares para ordenar a los hombres amarillos.Y se levanto el primer Arbol Blanco,en el Norte.Y se levanto el arco del cielo,señal de la destrucción de abajo.Cuando está alzado el arbol blanco,se levanto el primer arbol negro,y en el se posó el pajaro de pecho negro.Y se levanto el primer Arbol Amarillo,y en señal de la destruccion de abajo,se posó el pajaro de pecho amarillo.Y se oyeron los pasos de los hombres amarillos,los del semblante amarillo.


(9) Los misterios tuvieron probablemente su origen como una fiesta de

aventamiento, pues se realizaban algunas semanas después de la cosecha del trigo y

cuando soplaban los vientos equinocciales.

Una supervivencia interesante de esos misterios de la fiesta del aventamiento es

el mallorquino xiuref, o silbato de arcilla blanca, con decoraciones rojas y verdes y

hecho a mano en las formas tradicionales de sirena, serpiente enroscada, hombre con

cabeza de toro, mujer con falda larga y sombrero redondo acunando a un bebé en los

brazos, o con una flor en vez de un nene, la misma con un disco lunar coronado con

cuernos de vaca, un hombre con un alto sombrero puntiagudo y los brazos alzados en

adoración, y un hombrecito cabalgando en un animal sin cuernos, con las orejas

aguzadas, patas largas y hocico muy corto. Figura, con ramas de membrillo y de serba,

en un festival eclesiástico que se realiza en la aldea de Bonanova, cerca de Las Palmas,

cuando los aldeanos recorren una colina por la noche el domingo siguiente al 12 de

septiembre (la Fiesta del Nombre Bendito de la Virgen María), que corresponde al 23 de

septiembre del modo antiguo de computar el tiempo. La finalidad del silbato debió de

ser originalmente inducir a los vientos aventadores del nordeste, los cuales, según el

almanaque local comienzan a soplar en esa estación y al final del mes traen del Océano

Atlántico nubes de lluvia que empapan el trigo invernal sembrado anteriormente en el

mes. Pero esto se ha olvidado: el aventamiento se hace ahora en Mallorca en cualquier

momento después de la cosecha y no se celebra con fiestas de ninguna clase. La sirena

representa evidentemente a Daeira (Afrodita), la madre Luna de Eleusis (el Dioniso del

Cereal que aparece con ella en el xiurell de la mujer con el niño de pecho); el hombrecon cabeza de toro es Dioniso en la edad viril; el hombre con sombrero es un Tutor, o

gran máscara; el pequeño jinete es probable que sea también Dioniso, pero la especie de

su alta cabalgadura es indeterminada. Las ramas de membrillo y de serba y la arcilla

blanca son también en honor de la diosa, ahora invocada como Virgen María. La

serpiente es el viento mismo. Puesto que éste es el único momento del año en que el

viento es bien acogido por los mallorquinos, quienes, por ser principalmente

arboricultores, temen al siroco como al diablo -dicen que la bolsa del granjero cuelga de

la rama de un árbol-, en la isla no se oye el sonido del silbato más que en la estación del

xiurell. El labrador canta mientras conduce a su mula y el escolar mientras corre a su

casa desde la escuela; para los demás furbis, flabis, flebis: «ruido de silbato, largo

llanto».

(10)
-Es curioso -dijo mi buen maestro- que se vitupere en el juego de naipes

o en el de los dados una práctica recomendada en las artes de la guerra, de

la política y de los negocios, donde se honra uno corrigiendo los agravios de

la fortuna. No me juzgo falto de probidad en el juego. Soy, a Dios gracias,

muy escrupuloso, y soñáis, caballero, al suponer que me apunto más tantos

de los que hice. Si tal hiciera, para disculparme invocaría al ejemplo del

felicísimo obispo de Ginebra, quien no tenía escrúpulo alguno en hacer

trampas en el juego. Pero reflexiono que los hombres son más delicados en

el juego que en los negocios serios, y emplean su probidad en el tapete o en

el tablero, donde puede perjudicarles poco, en vez de reservarla para las

batallas y los tratados de paz, donde hallaría muy oportuno empleo. Elien,

señor, ha escrito en griego un libro de estratagemas, que demuestra hasta

qué punto se valen de la astucia los grandes capitanes.

(1)J.Joyce Ulises pag.291

(2)R.Merle Week-end en Zuydcoote pag.291

(3)G.Vidal Creacion pag.291

(4)J.Roth La leyenda del santo bebedor pags.85*4=340-291=49

(5)J.L.Sampedro La vieja Sirena pag.291

(6)S.Sontag La batalla del Nilo pag.291

(7)S.Rushdie Versos satanicos pag.291

(8)Literatura Maya pag.291

(9) R.Graves La Diosa Blanca pags.208*2=416-291=125

(10)A.France El figon de la reina Patoja pags.197*2=394-291=103

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