Hemos cogido por los cuernos el miura de la crisis
Al enemigo ni agua
Y tu más
Joder !que frio!
VLADIMIR NABOKOV-OBRAS COMPLETAS 114
Aquella noche, un poco después de la una, el viejo guarda, que trabajó
anteriormente de ayuda de cámara para el padre del coronel, estaba dando su
paseo habitual por los caminos del parque. Sabía perfectamente que su deber era
puramente mecánico, ya que el lugar era absolutamente tranquilo. Invariablemente
se acostaba a las ocho, el despertador saltaba con estrépito a la una, y el guarda (un
anciano gigante con unas venerables patillas grises que, por cierto, eran siempre
presa de los juegos de los niños) se despertaba, encendía la pipa, y gateaba hacia la
noche. Una vez que había hecho la ronda del parque, de aquel parque tranquilo,
volvía a su humilde cuarto, se desnudaba inmediatamente, y, vestido tan sólo con
una camiseta imperecedera que hacía juego con sus patillas, volvía a la cama y
dormía de un tirón hasta la mañana.
Aquella noche, sin embargo, el viejo guarda observó que algo no marchaba como
de costumbre. Desde el parque observó que una de las ventanas del castillo estaba
débilmente iluminada. Sabía con precisión absoluta que era la ventana del salón
donde colgaban los valiosos cuadros. Como era un tipo sobremanera cobarde, trató
de fingir que no había visto aquella luz extraña, y, con toda tranquilidad, decidió
que aunque era su deber asegurar que no había ladrones en el parque, no tenía
obligación alguna de cazar ladrones dentro de la casa. Y habiendo llegado a esa
determinación, el viejo volvió a sus habitaciones con la conciencia tranquila —vivía
en una pequeña casa de ladrillo junto al garaje—, y se quedó inmediatamente
dormido como un niño pequeño, con un sueño que no hubiera turbado ni siquiera el
rugido de un gran coche negro nuevo que alguien hubiera puesto en marcha a toda
prisa, no sin antes haber encendido deliberadamente el silenciador.
Y así, este infeliz anciano inofensivo, como un ángel de la guarda, atraviesa
momentáneamente esta narración para desvanecerse rápidamente en los brumosos
dominios de los cuales le ha hecho venir hasta aquí el capricho de una pluma
JAMES JOYCE-ULISES 114
Poseído de su hijo.
Tiene razón. Algo que dejar. Si el pequeño Rudy hubiera vivido. Verle crecer. Oír su voz en la casa. Caminando
al lado de Molly con traje de Eton. Mi hijo. Yo en sus ojos. Extraña impresión sería. De mí. Sólo por
chiripa. Tuvo que ser aquella mañana en Raymond Terrace estando ella en la ventana mirando a los dos perros
que estaban haciéndolo al lado de la pared del dejad de hacer el mal. Y el sargento con sonrisa bobalicona.
Llevaba aquel vestido crema con el rasgón que no llegó a coserse nunca. Dame un achuchón, Poldy.
Dios, me muero de ganas. Cómo empieza la vida.
Se quedó preñada entonces. Tuvo que renunciar al concierto de Greystones. Mi hijo dentro de ella. Yo le
podría haber ayudado en la vida. Podría. Haberle hecho independiente. Aprender alemán también
SURA 114
An-Nas (Los Hombres)
EN EL NOMBRE DE DIOS, EL MÁS MISERICORDIOSO, EL DISPENSADOR DE GRACIA:
(1) DI: “Me refugio en el Sustentador de los hombres,
(2) “el Soberano de los hombres,
(3) “el Dios de los hombres,
(4) “del mal del susurrador huidizo,
(5) “que susurra en los corazones de los hombres1 --
(6) “de [toda incitación al mal por parte de] las fuerzas invisibles y también de los hombres.”
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