VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 291
Con creciente insistencia. El número treinta y tres —el tema de aquel sueño— se
había enredado en la malla de su inconsciente y con sus garras curvas como las de
un murciélago se había quedado trabado en su alma y sus empeños todos por
devanar aquel misterioso enredo del subconsciente le resultaron vanos. Según la
tradición, Jesucristo había vivido hasta los treinta y tres años y quizá (pensaba Graf,
inmovilizado junto a la cruz del travesano de los postigos de la ventana), quizá fuera
cierto que una voz le había murmurado en aquel sueño: «Tú también morirás a la
edad de Cristo...», y aquellas palabras desplegaron ante sus ojos, como en una
pantalla iluminada, la corona de espinas trenzando un doble tres amenazante.
La vida y la muerte me
están desgastando 291
—Eso no es un cerdo, ya que es capaz de imitar todo lo que hace un hombre.
Los muy idiotas pensaban que no entendía lo que me decían. Para su información, era capaz
de entender todo lo que hablaba la gente que procedía de Gaomi, del monte Yimeng y de
Qingdao. Y no sólo eso, sino que era capaz de comprender una docena de frases en español que
aprendí de un joven pueblerino de Qingdao que soñaba con estudiar algún día en el extranjero.
Así que grité algo en español y esos retrasados mentales se quedaron helados en el sitio.
Entonces, se echaron a reír. Adelante, reíros, reíros hasta caer en vuestras tumbas y ahorrad un
poco de arroz al país. Queréis que eche una meada, ¿no es eso? Pues bien, no hace falta que me
baje del árbol para eso. Cuanto más alto esté, más lejos llegará la orina. Así podré divertirme con
ellos. Dejaré que vuele desde el lugar donde me encuentro, alternando entre el chorro rápido y el
lento, echando un chorro y dejando escapar unas gotitas. Los muy retrasados mentales no podían
parar de reír. Yo les miré.
JAMES JOYCE
ULISES 291
Una nube comenzó a cubrir el sol
enteramente, lentamente, enteramente. Gris.
Lejos.
No, así no. Una tierra árida, desnudo
desierto. Lago volcánico, el mar muerto: sin
peces ni plantas acuáticas, hundido en la tierra.
Ningún viento movería esas olas, gris metal,
aguas cargadas de vapores ponzoñosos. La
lluvía de azufre le llamaban; las ciudades del
llano: Sodoma, Gomorra, Edom. Todos nombres
muertos. Un mar muerto en una tierra muerta,
gris y vieja.
Robert Graves
La Diosa Blanca 291
El hombre es un semidiós: tiene siempre
uno u otro pie en la tumba; la -mujer es divina porque siempre puede tener los dos pies
en el mismo lugar, sea en el cielo, en el infierno o en la tierra. El hombre la envidia y se
miente a sí mismo acerca de su integridad, y con ello se hace desdichado; porque si él es
divino, ella no es ni siquiera una semidiosa, sino una mera ninfa, y su amor a ella se
convierte en desprecio y odio.
La mujer adora al varón infante, no al hombre desarrollado, lo que prueba su
divinidad y que el hombre depende de ella para vivir. Sin embargo, se interesa
apasionadamente por los hombres adultos, porque el amor-odio que Osiris y Set sentían
mutuamente por ella es un tributo a su divinidad. Ella trata de satisfacer a ambos, pero
sólo puede hacerlo por medio de un homicidio alternado.
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