martes, mayo 14, 2013

ARCOIRIS EN MI VENTANA.

 

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LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES

Miguel Ángel Asturias

NABORI (herida en el pecho).- ¡Huid...! FRAY BARTOLOME.- ¡Deponed las armas...! NABORI.- ¡Imposible!

Los indios defienden la puerta y el ventanal con sus hachas y cuchillos. Ya se lucha cuerpo a cuerpo dentro del recinto, pero la derrota de los indios es completa: unos se entregan, otros huyen por la puerta del fondo y otros se refugian detrás de la figura del obispo las Casas, que está junto a la india herida.

MAYORAL (al ver entrar al GOBERNADOR, espada en mano, en la más férrea armadura).- ¡El brazo real...! ¡El brazo real viene a salvarnos...!

GOBERNADOR.-¡A la Iglesia, sí! ¡No, al de las Casas!

Se hace un silencio que rompe la voz de NABORI, que se mantiene de pie, sostenida por el obispo las Casas.

NABORI.- Oídme en vuestra lengua. Esta guerra empezó con el rapto de las doncellas... Ese día empe­zó... Siguió con el encierro de Musén Ca... Ese día si­guió... Entregamos por el rescate de Musén Ca, dos­cientas onzas de oro y se nos ofrecieron pregones... No hubo pregones... Hubo guerra... Hubo mal... Hubo en­gaño... (Pausa. Está intensamente pálida y se ve que se debilita, que ya le empiezan a faltar las fuerzas.) A Mu­sénCa se le robó la piedra de los dioses, la piedra que descubre y atrae a las vírgenes más puras, y se mandó como señal de una cita... A dos días debía ser el en­cuentro del que robó la piedra y una de nuestras donce­llas más apetecidas por el volcán, pero nosotros ya está­bamos vigilantes y fue entonces el mayor mal... No vi­no el que debía venir a la cita, sino el hombre vestido de blanco y por eso murió, herido por nuestras fle­chas... yo... yo le herí... perdonadme... perdonadme... creyendo que era el robador de nuestras doncellas... (Pausa. Ya casi no puede estar de pie. FRAY BARTOLO­ME la sostiene.) Y no preguntéis... no preguntéis quién era el que debía venir al encuentro, porque está aquí en otro encuentro conmigo para prender a este otro hom­bre vestido de blanco, voluntad de él, y por eso vine, pero no en daño, sino a salvarle, a que huyera, a que escapara... ¡Por segunda vez quiso emplear a los indios para matar religiosos, el gobernador...! (Lo señala con el brazo que apenas puede mantener en alto.)

GOBERNADOR.- ¡Por el cielo de Dios... (Avanza con la espada dispuesta a matar a NABORI) si no la calláis!

OREJA     2013-05-14 12.50.10

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