domingo, octubre 27, 2013

LA DANZA DE LAS AGUILAS.

 

                                     

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                                               guardería forestal

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El día del  Corpus Christi salen en procesión las Águilas y Sant Joan Pelós, bailando al son de guitarras, bandurrias y las castañuelas que hacen sonar las Águilas, profusamente adornadas con joyas. Su origen en Cataluña y en Valencia es de la época medieval, si bien en Pollensa están documentadas desde el siglo XVIII. Se relacionan con el gremio de los tejedores, como símbolos de carácter civil y heráldico, si bien otros autores les dan un carácter estrictamente religioso, en alusión a la grandeza del hijo de Dios, representada por el águila del evangelista San Juan. Llamado Sant Joan Pelós en esta procesión, representado por un joven con una mascara que figura al santo, un cordero en un brazo y en el otro una cruz.

 

 

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos             369

Cuando los hermanos se sentaron, agachados como dos cazadores furtivos, en la
última fila de aquel pequeño cine alargado, la noche había empezado a parpadear
en la sala, una noche de luna artificial. Sentían la presencia oscuramente deliciosa
de Romantovski en algún lugar de la sala, delante de ellos. Camino del cine, Anna
no había conseguido sonsacarle nada a su desagradable compañero, ni tampoco
entendía exactamente lo que Gustav pretendía de él. Mientras caminaban, su
magra figura y perfil melancólico provocaban en ella, sólo con mirarlos, un
tremendo aburrimiento que se traducía en un bostezo continuo. Pero en cuanto
empezó la película se olvidó de él, e incluso apoyó contra su cuerpo un hombro
insensato. Unos espectros conversaban en tonos estentóreos en la pantalla sonora
recién estrenada. El barón probaba el vino y volvía a poner la copa sobre la mesa
con todo cuidado... con el ruido que hace una bala de cañón al caer al suelo.
Y al cabo de un rato, los detectives perseguían al barón. ¿Quién no hubiera
reconocido en él a un gran timador? Le perseguían con pasión, con frenesí. Los
automóviles pasaban raudos con estallidos de truenos. En un club nocturno
luchaban con botellas, con sillas, con mesas. Una madre metía en la cuna a un hijo
encantador.
Cuando todo hubo acabado y Romantovski salió tropezando con ella a la oscuridad
fresca de la calle, Anna exclamó: «¡Oh, ha sido maravilloso!».
Él se aclaró la garganta antes de contestar:
—Vamos, no exageremos. La vida real es considerablemente más aburrida.
—Eres tú el que eres aburrido—le replicó enfadada y sonrió para sí mientras
pensaba en el guapísimo niño.
Detrás de ellos, deslizándose a la misma distancia que antes, venían los dos
hermanos. Ambos estaban melancólicos. Ambos se estaban preparando por dentro,
atesorando en su pecho una violencia melancólica. Melancólicamente, Anton dijo:
—Eso no se hace, después de todo... pasear abiertamente con la novia de otro.

 

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