domingo, enero 12, 2014

ANGULO DE 45 GRADOS.

 

 

          

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FRANCISCO DE
QUEVEDO VILLEGAS
Los sueños                          100

-¿Quién es Penséque -dije yo-, o qué género de delito?
Rióse y replicó:
-No es sino que se destruyen fiándose de fabulosos semblantes, y luego dicen:
«Pensé que no me obligara», «Pensé que no me amartelara», «Pensé que ella me diera a
mí y no me quitara», «Pensé que no tuviera otro con quien yo riñera», «Pensé que se
contentara conmigo solo», «Pensé que me adoraba»; y así todos los amantes en el
infierno están por «penséque».

Estos son la gente en quien más ejecuciones hace el arrepentimiento y los que
menos sabían de sí. Estaba en medio dellos el Amor lleno de sarna, con un rótulo que
decía:
No hay quien este amor no dome
sin justicia o con razón,
que es sarna y no afición.
amor que se pega y come.
-¿Coplica hay? -dije yo-. No andan lejos de aquí los poetas; -cuando volviéndome a
un lado veo una bandada de hasta cien mil dellos en una jaula, que llaman los orates en
el infierno. Volví a mirarlos y díjome uno, señalando a las mujeres que digo:
-Esas señoras hermosas, todas se han vuelto medio camareras de los hombres, pues
los desnudan y no los visten.
-¿Conceptos gastáis aun estando aquí? ¡Buenos cascos tenéis! -dije yo; cuando uno
entre todos que estaba aherrojado y con más penas que todos, dijo:
-Plegue a Dios, hermano, que así se vea el que inventó los consonantes, pues porque
en un soneto:
Dije que una señora era absoluta,
y siendo más honesta que Lucrecia,
por dar fin el cuarteto la hice puta.
Forzóme el consonante a llamar necia
a la de más talento y mayor brío,
¡oh, ley de consonantes dura y recia!
Habiendo en un terceto dicho lío,
un hidalgo afrenté tan solamente
porque el verso acabó bien en judío.
A Herodes otra vez llamé inocente,
mil veces a lo dulce dije amargo
y llamé al apacible impertinente.
Y por el consonante tengo a cargo
otros delitos torpes, feos, rudos,
y llega mi proceso a ser tan largo
que porque en una octava dije escudos,
hice sin más ni más siete maridos
con honradas mujeres ser cornudos.
Aquí nos tienen, como ves, metidos
y por el consonante condenados,
a puros versos, como ves, perdidos¡oh, míseros poetas desdichados!

-¿Hay tan graciosa locura -dije yo-, que aun aquí estáis sin dejarla ni descansaros
della?
¡Oh, qué vi dellos! Y decía un diablo:
-Esta es gente que canta sus pecados como otros los lloran, pues en amancebándose,
con hacerla pastora o mora la sacan a la vergüenza en un romancico por todo el mundo.
Si las quieren a sus damas lo más que les dan es un soneto o unas octavas, y si las
aborrecen o las dejan, lo menos que les dejan es una sátira. ¡Pues qué es verlos cargados
de pradicos de esmeraldas, de cabellos de oro, de perlas de la mañana, de fuentes de
cristal, sin hallar sobre todo esto dinero para una camisa ni sobre su ingenio. Y es gente
que apenas se conoce de qué ley son, porque el nombre es de cristianos, las almas de
herejes, los pensamientos de alarbes y las palabras de gentiles.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA  CERVANTES        100

Yo no escogí la hermosura que tengo, que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y, así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela
dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa, que
la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado, o como la espada
aguda: que ni él quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra
y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no
debe de parecer hermoso. Pues, si la honestidad es una de las virtudes que al
cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es
amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que por sólo su
gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre,
y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas
son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los
árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy
apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado
con las palabras. Y, si los deseos se sustentan con esperanzas, no
habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, en fin, de ninguno de
ellos, bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y, si se
me hace cargo que eran honestos sus pensamientos y que por esto estaba obligada
a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde
ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo
que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto
de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este
desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento

REY JESÚS
DE
ROBERT GRAVES            100

El guardián de la cortina se marchó del santuario
a mi llegada, como es la costumbre. Y yo concluía el rito cuando oí de pronto una voz
débil. Provenía del otro lado de la cortina sagrada y me llamaba por mi nombre:
«Zacarías». Respondí: «Aquí estoy, Señor. Habla, que tu siervo te escucha». La voz
dijo: «¿Qué es lo que quemas en mi altar?» Y yo respondí: «Dulce incienso, Señor,
según la ley que has dado a tu siervo Moisés». La voz preguntó luego: «¿Es el sol de la
santidad una prostituta o un catamita? ¿Acaso llega a mis narices el olor del estoraque,

el ligamento de la concha, el incienso olíbano y la cañaheja, todo molido y ardiendo
juntamente sobre brasas de cedro? ¿Ofrecerías un baño de sudor al sol de la santidad?»
Yo no pude articular palabra. Me prosterné y oí que se descorría la cortina y se
acercaban unos pasos majestuosos. Y luego un silbido y un chisporroteo cuando se
apagaba bruscamente el fuego del altar. Perdí el sentido.
El sanhedrin escuchaba en terrible silencio. Ningún hombre osaba mirar el rostro de su
vecino para leer lo que en él estaba escrito.
Por fin, Simón dijo en voz temblorosa:
-En cierta oportunidad, el sumo sacerdote Juan Hircano ofreció incienso en ese mismo
altar y a esa misma hora cuando una voz divina le anunció la victoria de sus hijos sobre
el malvado rey Antioco. Pero sólo oyó la voz, y no un ruido de pasos. Continúa con tu
declaración.
-¿No he dicho suficiente?
-Hay más. ¡Continúa!
-Entonces, cuando volví en mi, vi, cuando por fin recobré el sentido y alcé la cabeza,
vi...
-¿Qué?
-Vi... ¡Oh, Dios misericordioso, devuélveme la mudez!
-¿Qué fue lo que viste?

-Santo hijo de Boeto, compadécete de mi porque debo explicar la naturaleza de mi
visión. Vi una potencia vestida con esas ropas luminosas que tú mismo usas durante los
grandes festivales. Esa potencia sostenía contra su pecho un perro de oro de tres cabezas
y un cetro dorado de la forma de una rama florecida de palmera; y tan ciertamente como
que el Señor nuestro Dios vive, esa potencia estaba entre la cortina y el muro derecho;
la potencia superaba la estatura humana y dijo en la misma voz débil y serena: «No te
asustes, Zacarias. Sal y di a mi pueblo verazmente lo que has visto y oído.» Y no pude
hacerlo, porque enmudecí.

 

      

                          

                         2014-01-10 10.28.00                                                                                                                     

http://es.wikipedia.org/wiki/Tetis_(nereida)

En la mitología griega, Tetis (en griego antiguo Θέτις), la de los pies argénteos, es una ninfa del mar, una de las cincuenta nereidas, hijas del «anciano dios de los mares» (ἅλιος γέρων: halios geron),1 Nereo, y de laoceánide Doris,2 y nieta de la titánide Tetis, con quien se la suele confundir.En la Ilíada, Aquiles recuerda a su madre Tetis, en la defensa, y, por tanto, legitimación del reino de Zeus ante una incipiente rebelión de tres olímpicos, todos ellos con raíces preolímpicas.

   

 

http://es.wikipedia.org/wiki/Oc%C3%A9ano_Tetis

  En 1893, utilizando registros fósiles hallados de los Alpes, África y el Himalaya, el geólogo Eduard Suess propuso la existencia de un mar interior entre los primitivos continentes de Laurasia y Gondwana. Los fósiles, hallados en zonas muy montañosas, eran de criaturas marinas, por lo que era necesaria la existencia de una gran masa de agua que el científico bautizó como mar de Tetis, aludiendo a la diosa griega del mar, Tetis

 

   

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