La audiencia de los confines Miguel Ángel Asturias 426
CANONIGO DOCTORAL.- El que debía entrar a las ciudades bajo palio, sobre
alfombras de flores, entre cirios y repique de campanas, debe hacerlo furtivamente, al amparo de las sombras, como un facineroso.
FRAY BARTOLOME.- No me pesa. Me alegra, Creedlo que me alegra. Me tratan así
porque no callé sus estragos, muertes, robos y pecados y escriben y propalan que soy
traidor...
CANONIGO DOCTORAL.- Casi os lo dijo Sepúlveda ante el rey...
FRAY BARTOLOME.- ¿Traidor por qué...? Porque diz que desacredito el nombre de
la nación española, como si los españoles de la laya de los conquistadores, desuellacaras,
avarientos y maldicientes, y quédome corto, fueran España. Y, además, gritan y hacen gritar a la canalla doctoral que pongo en peligro la firmeza del Estado el gran ídolo de tierra de estos nuevos paganos, y la estabilidad de una civilización cristiana sui generis por los sutiles
injertos aristotélicos que le han hecho para defender la esclavitud de los indios.
ARCEDIANO.- Pero ahora sí que podéis cantar victoria. Sepúlveda creyó que Carlos V
era Alejandro el Magno... Así nos lo decía ayer el canónigo doctoral...
CANONIGO DOCTORAL.- Sí, sí... Sepúlveda creyó que el Católico César era el
macedonio, y que así como Aristóteles, diz que para congraciarse con Alejandro, justifica la
sujeción de los pueblos bárbaros, él podía ser un segundo Aristóteles y defender otro tanto
ante Carlos V, pero ni éste era pagano sino un rey cristiano, ni los indios eran bárbaros, a quienes se les podía hacer la guerra de exterminio que se les hace. ¡Nuestro Livio se equivocó!
MAYORAL.- Y eso os desnudó ante el emperador...
FRAY BARTOLOME.- ¡Fue su mejor argumento... (Irónico). mi mala vida!
MAYORAL.- ¡Sólo un hombre de vuestra hechura!
ARCEDIANO.- ¡Qué valeroso!
CANONIGO DOCTORAL.- ¡Qué inconcuso!
MAYORAL.- ¡Qué fuerte!
FRAY BARTOLOME (reacciona violento).- ¡Basta! ¡Basta...! ¡Callad, por Dios...! ¿A
dónde me lleváis...? ¡Mejor descuartizado por las turbas que vanidoso...! ¡Echad atrás esas
palabras de loas y parabienes para mí ... !
MAYORAL.- ¡No lo toméis a mal!
FRAY BARTOLOME.- ¿Desde cuándo se felicita y da palma de victorioso al
testigo...? Mi papel fue el de un simple testigo. No hice sino decir al rey: «¡Yo lo vide!»
¡Todo lo que he hablado, todo lo que he escrito, lo «vide yo»! Pero los arquitectos de esta
gloria son el juez y el que puso al juez. Son, Dios Nuestro Señor que puso al rey y el rey que
hizo de supremo juez. A ellos, a ellos id y cantadles alabanzas por todo lo conseguido.
TODOS A UNA VOZ.- ¡Un milagro...! ¡Fue un milagro...! ¡Un milagro... !
REY JESÚS
DE
ROBERT GRAVES 370
426-370=56
La Aparición
Antípater oraba en el patio de Israel. Acostumbraba ir cruzando el valle al templo todos
los días, al alba, a practicar sus devociones. Mientras oraba al modo judío, de rodillas,
advirtió de pronto, por los ruidos confusos que escuchaba, que había ocurrido algún
terrible acontecimiento. Se volvió y vio que graves ancianos, vestidos con tela de saco,
con las cabezas cubiertas de ceniza, corrían gimiendo; murmuraban las noticias a los
que ya estaban allí, que abrían la boca de horror y empezaban a rasgar las costuras de
sus hermosas ropas. Pronto los gemidos surgieron de todas partes. Antípater corrió
hacia el conocido que vio más cerca, Rubén, el enemigo de Joaquín, a quien halló
conversando con Zacarías el Zadokita. Preguntó:
-¿Qué ocurre, hijo de Abdiel? ¿Qué golpe desastroso ha caído sobre nosotros?
Rubén no contestó. Se apartó y empezó a llorar con los demás, pidiendo en voz alta que
Jehová fuera vengado de sus sacrílegos enemigos. Zacarías siguió su ejemplo.
Antípater se alejó de ellos y fue al patio de las mujeres, adonde también había llegado la
mala noticia. Todo el mundo evitaba su mirada y él empezó a experimentar la
desagradable sensación de que los llantos e imprecaciones se dirigían, de algún modo,
contra él.
-¿Debo lamentarme también yo? -se preguntó-. No, mientras ignore lo que ha ocurrido.
En el patio de los gentiles encontró a Carmí, el capitán del templo, que había llegado
con la guardia levita para cuidar el orden. Le preguntó vivamente:
-¿Qué significa esto, Carmi? No puedo conseguir que nadie me responda. Oigo gritar
las palabras «profanación» y «abominación», pero nada significan para mí. Estas buenas
gentes parecen acusarme de algún acto sacrílego, y esto me duele. Tengo mi conciencia
tranquila, tanto en lo que concierne al Señor como a los hombres. Y si
involuntariamente he pecado en algo, que el Señor me perdone.
DAN BROWN INFERNO 426
él cayó en la cuenta de una cosa.
«Los pecadores medio enterrados
con las piernas en el aire.»
Puede que se debiera al hedor a desechos humanos, o quizá al ciclista
recostado pedaleando con las piernas en alto. En cualquier caso, Langdon
recordó el pútrido mundo del Malebolge y las piernas desnudas
que salían de la Tierra.
Se volvió hacia Sienna.
—En nuestra versión del Mappa,los cuerpos medio enterrados estaban
en el décimo foso, el más bajo del Malebolge, ¿verdad?
Sienna se lo quedó mirando extrañada, como si ése no fuera el momento.
—Sí, el último.
La mente de Langdon volvió a evocar su conferencia vienesa. De
repente, se encontró de nuevo en el escenario, a punto de terminar su
charla después de haberle mostrado al público el grabado que Doré hizo
de Gerión, el monstruo alado con cola venenosa que vivía justo encima
del Malebolge.
—Antes de llegar ante Satán, debemos pasar por los diez fosos del
Malebolge, donde se castiga a los fraudulentos; es decir, aquellos
culpables de actuar mal de formadeliberada —declaró. Su voz
resonaba a través de los altavoces.Langdon pasó de diapositiva para
mostrar un detalle del Malebolge y luego fue mostrando al público los
fosos, uno a uno.
—De arriba abajo tenemos: los
seductores, azotados por demonios;
los aduladores, sumergidos en excrementos humanos; los
simoníacos, medio enterrados boca
abajo y con las piernas en el aire; los adivinos, con la cabeza vuelta del
revés; los corruptos, en resina hirviendo; los hipócritas, ataviados
con pesadas capas de plomo; los ladrones, atacados por serpientes;
los malos consejeros, consumidos por el fuego; los sembradores de
discordias, despedazados por demonios y, finalmente, los
mentirosos, desfigurados más allá de todo reconocimiento.
Dante Alighieri
LA DIVINA COMEDIA 426
Después creciendo ya los pobrecillos
detrás de aquél, cuya admirable vida
mejor gloriando al cielo se cantara,
de segunda corona el Santo Espíritu
ciñó, por mediación de Honorio, aquel Honorio II aprobó
definitivamente la Orden en santo deseo de este archimandrita.
Y después que, sediento de martirio,
en la presencia del Sultán soberbia
predicó a Cristo y quienes le siguieron,
y encontrando a esas gentes demasiado
reacias, para no estar inactivo,
volvióse al fruto del huerto de Italia,
en el áspero monte entre Arno y Tiber
de Cristo recibió el último sello,
que sus miembros llevaron por dos años.
Cuando el que a tanto bien le destinara
quiso hacerle subir al galardón
que él mereció por hacerse pequeño,
a sus hermanos, como justa herencia,
recomendó su dama más querida,
y les mandó que fielmente la amasen.
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 426
Yo tenía el billete de andén en la mano, tan arrugado que resultaba irreconocible, y una canción del siglo pasado (relacionada, dicen, con un drama parisino de amor) no dejaba de sonar en mi cabeza, surgida, Dios sabe por qué, de la caja de música de mi memoria, una
balada quejumbrosa que solía cantar a menudo una tía soltera mía, cuyo rostro era
tan amarillo y cerúleo como las velas de una iglesia rusa, y dotada sin embargo por
la naturaleza de una'voz tan potente, tan llena, que casi la hacía entrar en el trance
glorioso de una nube de fuego cuando entonaba:
On dit que tu te maries,
tu sais que j'en vais mourir
Y aquella melodía, el dolor, la ofensa, el lazo entre el himen y la fuerte evocado por
el ritmo y la propia voz de la cantante muerta, acompañaba al recuerdo como única
dueña de la canción, me tuvieron inquieto durante varias horas tras la marcha de
Nina e incluso más tarde aquellas notas surgían en intervalos crecientes como las
últimas pequeñas olas que un barco que pasa arroja sobre la playa y que cada vez
lamen la arena con menos frecuencia y con más ensoñación, o como la agonía de
bronce de un campanario que vibra después de que su campana haya vuelto a
ocupar su posición inicial en el círculo acogedor de su familia. Uno o dos años má
tarde, fui a París en viaje de negocios: y una mañana en el descansillo de la escalera
de un hotel, adonde había ido a buscar a un actor de cine amigo, allí estaba ella de nuevo, vestida con un traje de chaqueta gris, esperando al ascensor para bajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario