martes, octubre 21, 2014

LOS OLVIDADOS..




                                        


PARÍS NO SE ACABA NUNCA  

ENRIQUE VILA-MATAS


Yo, que no podía estar ya más animado, le pregunté entonces: «Señor Hemingway, ¿cambian el tema o la trama o un personaje a medida que uno escribe?» «Algunas veces uno sabe la historia», dijo cubriéndose la cara como si estuviera boxeando, «y otras veces uno inventa esa historia a medida que escribe y no tiene la menor idea de cómo van a ir las cosas. En realidad todo cambia a medida que se mueve. Eso es lo que produce el movimiento que produce el cuento. Algunas veces el movimiento es tan lento que no parece estar moviéndose. Pero siempre hay cambio y siempre hay movimiento.»
Me animé todavía más. «Señor Hemingway, cuando escribe, ¿alguna vez descubre que está influido por lo que está leyendo en ese momento?» Estuvo unos segundos concentrado en sí mismo hasta que por fin me dijo: «Actualmente nada de lo que leo me influye, pero hubo una época en la que Joyce fue importante. Eso me trajo graves problemas con mi amiga Gertrude Stein cuando se me ocurrió comentar que Ulises era un libro jodidamente bueno, y ella me dijo que si alguien mencionaba dos veces a Joyce en su casa, no se le invitaba nunca más.» «¿Y usted qué hizo?», pregunté. «¿Qué iba a hacer, amigo? Reprimirme. No volví a pronunciar aquel nombre en su casa.»





Alessandro Baricco
Seda
En la habitación todo estaba tan silencioso e inmóvil que pareció un hecho desmesurado lo que acaeció inesperadamente, y que sin embargo no fue nada.
De pronto,
sin moverse lo más mínimo,
aquella muchacha
abrió los ojos.
Hervé Joncour no dejó de hablar, pero bajó la mirada instintivamente hacia ella y lo que vio, sin dejar de hablar, fue que aquellos ojos no tenían sesgo oriental, y que se hallaban dirigidos, con una intensidad desconcertante, hacia él: como si desde el inicio no hubieran hecho otra cosa, por debajo de los párpados. Hervé Joncour dirigió la mirada a otra parte con toda la naturalidad de que fue capaz, intentando continuar su relato sin que nada en su voz pareciera diferente. Se interrumpió solo cuando sus ojos repararon en la taza de té posada en el suelo frente a él. La cogió con una mano, la llevó hasta los labios y bebió lentamente.  









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