PARÍS NO SE ACABA NUNCA
ENRIQUE VILA-MATAS
Yo, que no podía estar ya más
animado, le pregunté entonces: «Señor Hemingway, ¿cambian el tema
o la trama o un personaje a medida que uno escribe?» «Algunas veces
uno sabe la historia», dijo cubriéndose la cara como si estuviera
boxeando, «y otras veces uno inventa esa historia a medida que
escribe y no tiene la menor idea de cómo van a ir las cosas. En
realidad todo cambia a medida que se mueve. Eso es lo que produce el
movimiento que produce el cuento. Algunas veces el movimiento es tan
lento que no parece estar moviéndose. Pero siempre hay cambio y
siempre hay movimiento.»
Me animé todavía más. «Señor
Hemingway, cuando escribe, ¿alguna vez descubre que está influido
por lo que está leyendo en ese momento?» Estuvo unos segundos
concentrado en sí mismo hasta que por fin me dijo: «Actualmente
nada de lo que leo me influye, pero hubo una época en la que Joyce
fue importante. Eso me trajo graves problemas con mi amiga Gertrude
Stein cuando se me ocurrió comentar que Ulises
era un libro jodidamente bueno, y ella me dijo que si alguien
mencionaba dos veces a Joyce en su casa, no se le invitaba nunca
más.» «¿Y usted qué hizo?», pregunté. «¿Qué iba a hacer,
amigo? Reprimirme. No volví a pronunciar aquel nombre en su casa.»
Alessandro
Baricco
Seda
En la habitación todo estaba tan silencioso e inmóvil que pareció
un hecho desmesurado lo que acaeció inesperadamente, y que sin
embargo no fue nada.
De pronto,
sin moverse lo más mínimo,
aquella muchacha
abrió los ojos.
Hervé Joncour no dejó de hablar, pero bajó la mirada
instintivamente hacia ella y lo que vio, sin dejar de hablar, fue que
aquellos ojos no tenían sesgo oriental, y que se hallaban
dirigidos, con una intensidad desconcertante, hacia él: como
si desde el inicio no hubieran hecho otra cosa, por debajo de los
párpados. Hervé Joncour dirigió la mirada a otra parte con toda la
naturalidad de que fue capaz, intentando continuar su relato sin que
nada en su voz pareciera diferente. Se interrumpió solo cuando sus
ojos repararon en la taza de té posada en el suelo frente a él. La
cogió con una mano, la llevó hasta los labios y bebió lentamente.
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