ANATOLE FRANCE El figon de la Reina Patoja pag.205
Han rechazado el libro de Enoch,por no poder comprenderlo,como el gallo de la fábula árabe desdeñó la perla que habia caido entre los granos.Porque habéis de saber que esos ángeles que Enoch nos describe,estableciendo un comercio amoroso con las mujeres,no son otra cosa que silfos y salamandras.
Vladimir Nabokov Deseperación pag.205
Acostumbraba ,con los dedos aún manchados de sopa,recoger los huesos dejados en los platos,haciendo un paquete con ellos,que acontinuación metia en uno de los bolsillos de su amplia chaqueta.Al proceder asi,aspiraba a que lod otros le tomaran por un excentrico,para los pobres perros,decia."Los animales son con frecuencia mejores que los seres humanos",añadia.
Enrique Vila Mtas Paris no se acaba nunca 205
Yo,por ejemplo,he visto el acoplamiento de los peces espada,asi que es algo que conozco.He visto un cardumen de más de cincuenta ballenas, y en una oportunidad arponeé una de casi dieciocho metros de larga,y la perdí.
Vladimir Nabokov La defensa pag.205
El frio era extraordinario.Cerraron la pista de hielo,que parecia tener siempre mala suerte.En los parques yacian los pajaritos con el pecho abultado y las patas al aire.El imponente mercurio,bajo la influencia del medio,bajaba cada vez más.Hasta los osos polares del zoologico encontraban que la dirección se habia excedido.
Allan Poe Obras selectas pag.205
Una mañana,con sangre fria,deslicé un lazo por su pescuezo y lo colgué de un árbol;lo colgué con lagrimas en mis ojos y con el más amargo de los remordimientos en el alma;lo colgué porque sabia que al hacerlo estaba cometiendo un pecado,un pecado mortal que comprometia mi alma inmortal.
Ted Klein Ceremonias macabras pag.205
Y se quedaron inmóviles sintiendo el alivio de encontrarse sobre un suelo que no se movía, y los dos hombres se pusieron a hablar hasta que empezó a llover.
Y en el bosque, una forma gigantesca que recordaba el lomo de un gran animal, cubierta por una espesa capa de follaje, se quedó inmóvil, alzándose hacia las estrellas.
A la mañana siguiente fueron recogiendo todo lo que había quedado destrozado, empapados por una insistente llovizna. Bert y Amelia Steegler caminaron por entre los estantes de su almacén barriendo los vidrios rotos. Un dolorido Adam Verdock recorrió los campos reuniendo a su ganado, que había logrado derribar a coces las ya debilitadas paredes de su aprisco. El viejo Bethuel Reid, armándose de valor, cogió un rastrillo y expulsó al bosque a todas las serpientes que habían infestado su granja.
Y el joven Raymond Trudel, mientras buscaba un cerdo escapado en la región pantanosa del bosque, se tropezó con la peor escena de toda aquella devastación y volvió corriendo a la granja de su familia, gritando aterrado que una colina monstruosa había surgido esa noche en el Cuello de McKinney.
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