No hay más Dios que el Hombre.
El hombre tiene derecho a vivir según su propia ley.
El hombre tiene derecho a vivir como mejor le parezca.
El hombre tiene derecho a vestir como guste.
El hombre tiene derecho a vivir donde elija.
El hombre tiene derecho a viajar a donde quiera por la faz de la Tierra.
El hombre tiene derecho a comer lo que quiera.
El hombre tiene derecho a beber lo que quiera.
El hombre tiene derecho a pensar lo que quiera.
El hombre tiene derecho a hablar como quiera.
El hombre tiene derecho a escribir como quiera.
El hombre tiene derecho a moldear como quiera.
El hombre tiene derecho a esculpir como quiera.
El hombre tiene derecho a trabajar como quiera.
El hombre tiene derecho a descansar como quiera.
El hombre tiene derecho a amar como quiera, donde, cuando y con quien quiera.
El hombre tiene derecho a matar a cualquiera que contravenga estos derechos.
—¡Esto es la anarquía!—exclamó Sir John.
—Exactamente —aseveró Jones—. Es una declaración de guerra contra todo lo que
conocemos como civilización cristiana
WILSON ROBERT ANTON LAS MASCARAS DE LOS ILLUMINATI pag 108
Esta guerra se me está
pudriendo entre las manos. La he prolongado por limpiar fondos a España, la represión
se hace mejor en la guerra que en la paz, como siempre he dicho, aunque luego, por
desgracia, habrá que seguir, y sonríe recordando las radios rojas, todas las noches,
con su slogan de «la heroica resistencia de Madrid». Pero las guerras no deben durar
demasiado, igual nos pasó en África, llega un momento en que los soldados ya no
saben por qué luchan, y nosotros casi lo vamos olvidando. No puedo entregarme a la
inercia de la guerra. Ese fantasma loco ha sido una advertencia, si hay alguien detrás
se van a enterar, a ése se le fusila y en seguida tomo Madrid, y llama a Ramón para
que le informe de si hay alguna conspiración en marcha en la ciudad.
Luego coge un mapa y su índice corto y prior va siguiendo, con meandros y
rectificaciones, el camino de Madrid.
Caminos de Castilla, Arlanzón, Carrión, Pisuerga, la vuelta de José Antonio, Caput
Castellae, fugaz, profético, tácito, su sombra torna, el Ausente -¿la sombra de Abel, la
machadiana sombra de Caín?- cruza los campos, incendia los pueblos de himnos y
palabras, los niños y las viejas quieren tocarle, pero sigue su ruta y sus predicaciones,
siempre entre dos luces o bajo el bosque en llamas de las antorchas, a los pueblos no
los han movido nunca más que los poetas, Vivar, Ubierna, Belorado, Castilla falangista
otra vez en armas, horcas y hoces. Dicen que anoche durmió en un ejido y falangistas
agrarios lo velaron de lejos, campamentales, dormidos de pie, sujetos a su viejo fusil
de la guerra. Y a la mañana, cuando van a mirar, ya se había ido.
Querida
FRANCISCO UMBRAL LEYENDA DEL CESAR VISIONARIO pag.108
Desde su punto de observación cerca del templo de los bailarines naranja, Aleida observó cómo la noche caía en el complejo de templos. Pronto Plumas Brillantes soltó una última advertencia soñolienta desde la cúspide de la aguja de piedra, adonde ella le había permitido regresar esa tarde después de llevarse a los dos manos pálidas al templo más pequeño. Esa tarde Plumas Brillantes había sobrevolado periódicamente la meseta lanzando chillidos amenazantes en el aire vacío. Y en los momentos de mayor agitación, Aleida había advertido punzadas de excitación familiares.
¿El ser volador? ¿Se acercaba oculto por las nubes? Pero al mirar hacia arriba Aleida no lo había avistado. Sólo estaba ese extraño disco metálico en la distancia, flotando en lo alto del cielo. En un momento en que se había acercado demasiado, ella pudo estudiar el símbolo pintado debajo. Luego se alejó para flotar contra las nubes; anómalo, pero no peligroso, al parecer.
Aleida cruzó la plaza de regreso. Esa tarde, al entrar en el templo de los bailarines naranja, había conducido a los manos pálidas a un rincón y se había arqueado en el centro del templo con la cabeza hacia atrás y los ojos fulgurantes. Pero el techo no había respondido con luz a sus exigencias, ni el suelo le había abierto el paso.
No había aceptado de buen grado esa negativa. Había brincado en el centro del suelo, el cabello erizado de indignación. Estaban tan cerca, con el cristal refinado en la mano, el secreto de su implantación ya registrado en los tejidos del cerebro
VAN SCYOC.SYDNEY EL GRITO DE LAS NUBES pag.108
-Yo no tengo necesidades. Permaneceré aquí hasta que las piedras de
este castillo sean arena; sólo entonces, tal vez, dispondré mi muerte.
-¿Te gustaría morir?
-A veces me gustaría dormir, me gustaría volver a las tinieblas sin cons-
ciencia, sin memoria, sin sueños, sólo rodeada por la tierra blanda, la tie-
rra fresca y oscura. Sí, a veces me gustaría. Los días pueden resultar tediosos,
aburridos pese a que el tiempo nada signifique, a que el transcurso del día
nada signifique, ningún cambio, sólo otro período de luz al que sucederá
otro período de tinieblas, otra luna y las estrellas familiares. Pero los siglos
sí transcurren para la gente que se encuentra libre del hechizo, y es diverti-
do observar a nuestros reyes peleando en nuevas guerras y luego verlos
convertirse en meros recuerdos fragmentarios y hechos distorsionados, mien-
tras los hijos reinan sólo para seguir a los padres. Y, al margen de todo,
yo permanezco inalterable mientras los cambios se suceden en el mundo.
-¿Prefieres estar al margen del mundo?
El ojo de gato centelleó; la oscuridad crecía en la sala. Algo estaba ocu-
rriendo. La música asiática gemía lánguidamente, como parte de ese viento
de pesadilla.
-Todos estamos aislados -dijo la condesa, y su voz también sonó
distante-. Cada uno está solo; yo simplemente soporto durante siglos lo
que los mortales soportan durante años; de día me encierro en mi habita-
ción de la torre. Las ventanas impiden el paso de la luz; sólo arde una an-
torcha; me encierro en mi habitación y recuerdo los años, los siglos que
he vivido. Tengo tanto que recordar... Luego, por la noche, voy a la aldea
GORE VIDAL EN BUSCA DEL REY pag.108
Como regla, una buena conversación es siempre igual que un buen ensayo familiar. Su estilo y su contenido son similares a los del ensayo. Los espíritus de zorros, las moscas, la extraña manera de ser de los ingleses, la diferencia entre la cultura oriental y occidental, las librerías en las márgenes del Sena, un aprendiz ninfomaníaco en cierta sastrería, anécdotas de nuestros gobernantes, estadistas y generales, el método de preservar los "Dedos de Buda" (una variedad cítrica): todos éstos son buenos y legítimos temas de conversación. El punto que más tiene en común con el ensayo es su estilo holgazán. Por mucho peso e importancia que tenga el tema, aunque signifique reflexiones sobre el triste cambio o el estado de caos de la patria, o el naufragio de la misma civilización bajo la corriente de alocadas ideas políticas que privan al hombre de libertad, de dignidad humana y hasta de la meta de la felicidad humana, o aunque comprenda conmovedoras cuestiones de verdad y justicia, todas las ideas se expresan en forma casual, despaciosa e íntima. Porque en la civilización, por mucho que se
irrite y se encone un hombre contra los ladrones de nuestra libertad, sólo se nos permite expresar sentimientos con una leve sonrisa en los labios o en la punta de la pluma. Nuestras tiradas realmente apasionadas, en que damos rienda suelta a nuestros sentimientos, deben ser escuchadas solamente por unos pocos de nuestros amigos más íntimos. Por ende, la condición primordial de una verdadera conversación es que podamos ventilar nuestras opiniones con calma, en la intimidad de una habitación, con unos pocos buenos amigos y sin tener alrededor personas que no queremos ver siquiera.
Es fácil ver este contraste entre el verdadero género de la conversación y las otras clases de cortés intercambio de opiniones, si nos referimos al contraste similar entre un buen ensayo familiar y las declaraciones de los políticos. Si bien se expresa una cantidad mucho mayor de sentimientos nobles en las declaraciones de los políticos —sentimientos de democracia, de deseo de servir, interés por el bienestar de los pobres, devoción a la patria, elevado idealismo, amor por la paz y seguridades de infalible amistad internacional— y no se hace una sugestión siquiera de codicia del poder o del dinero o de la fama, hay en ellas cierto olor que nos mantiene a la distancia, como una señora vestida con excesivo lujo y excesivamente pintada. En cambio, cuando escuchamos una verdadera conversación o leemos un buen ensayo familiar, sentimos que hemos visto a una doncella campesina, sencillamente vestida, que lava la ropa junto al río, un poco desordenado el cabello, acaso, y algún botón desprendido, pero encantadora e íntima y agradable de todos modos. Ese es el encanto familiar y el estudiado descuido a que tiende el négligé de la mujer occidental. Algo, de este encanto familiar de la intimidad debe formar parte de todas las buenas conversaciones y todos los buenos ensayos.
El buen estilo de conversación es, por consiguiente, un estilo de intimidad y despreocupación, en que las partes han perdido su dureza y han olvidado del todo cómo visten, cómo hablan, cómo estornudan, y en que todos colaboran y sienten igual indiferencia en cuanto al camino que toma la conversación. Podemos entablar una verdadera conversación solamente cuando encontramos a nuestros amigos más íntimos y estamos dispuestos a abrirnos el corazón. Uno ha puesto los pies sobre una mesa vecina, otro se sienta en el alféizar de una ventana, y otro más se ha sentado en el suelo, apoyado en un almohadón que quitó al sofá, dejando así descubierta la tercera parte del asiento. Porque solamente cuando están sueltos los pies y las manos, y cómodo el cuerpo, puede estar cómodo el corazón también. Entonces es cuando:
Ante mis ojos hay amigos que conocen mi corazón,
Y a mi lado nadie hay que me lastime los ojos.
LIN YUTANG LA IMPORTANCIA DE VIVIR pag.108
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