martes, julio 14, 2009

Conversacion entre J.Joyce y Cervantes

 

Ulises    pagina-1

IMPONENTE, el rollizo Buck Mulligan
apareció en lo alto de la escalera, con una bacía
desbordante de espuma, sobre la cual traía,
cruzados, un espejo y una navaja. La suave
brisa de la mañana hacía flotar con gracia la
bata amarilla desprendida. Levantó el tazón y
entonó:
—"Introibo ad altare Dei".
Se detuvo, miró de soslayo la oscura
escalera de caracol y llamó groseramente:
—Acércate, Kinch. Acércate, jesuita
miedoso.
Se adelantó con solemnidad y subió a la
plataforma de tiro. Dio media vuelta y bendijo
tres veces, gravemente, la torre, el campo
circundante y las montañas que despertaban

 

El quijote   pagina-1

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha
mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua,
rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón
las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún
palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.
El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas,
con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entre semana se honraba con su
vellorí de lo más fino.
Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que
no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín
como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta
años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran
madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de
Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que de
este caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se
llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la
narración de él no se salga un punto de la verdad.

Ulises  pagina126

Se detuvo, olfateó,
anduvo a su alrededor, a hurtadillas, un
hermano, husmeando más cerca dio otra vuelta
alrededor, olfateando rápidamente como
conocedor todo el pellejo revolcado del perro
muerto. Cráneo de perro, olfateo de perro, ojos
sobre el suelo, se mueve hacia un gran objetivo.
¡Ah, pobre cuerpo de perro! Aquí yace el cuerpo
del pobre cuerpo de perro.
—¡Pingajos! Fuera de ahí, mestizo

El grito lo llevó de vuelta, remoloneando,
hacia su amo, y un brusco puntapié descalzo lo
arrojó ileso, encogido en el vuelo, a través de un
banco de arena. Se escabulló de vuelta
describiendo una curva. No me ve. Se deslizó a
lo largo del borde del muelle, holgazaneando,
olió una roca, y por debajo de una pata trasera,
levantada, orinó contra ella. Siguió trotando y,
levantando de nuevo una pata trasera, orinó
rápido y corto sobre una roca no olida. Los
placeres simples del pobre. Sus patas traseras
dispersaron entonces arena: luego sus patas
delanteras chapotearon y cavaron. Algo escondió
allí: su abuela. Hociqueó en la arena, chapoteó y
cayó, y se detuvo a escuchar el viento, hizo volar
de nuevo la arena con sus uñas furiosas,
deteniéndose de pronto, un leopardo, una
pantera, sorprendido en adulterio buitreando el
muerto.

Quijote pagina 126

Vengamos a lo de perder el juicio,
que es cierto que le perdió por las señales que halló en la fontana, y por
las nuevas que le dio el pastor de que Angélica había dormido más de dos siestas
con Medoro, un morillo de cabellos enrizados y paje de Agramante. Y si él
entendió que esto era verdad y que su dama le había cometido desaguisado,
no hizo mucho en volverse loco. Pero yo, ¿cómo puedo imitalle en las locuras,
si no le imito en la ocasión dellas?, porque mi Dulcinea del Toboso osaré yo
jurar que no ha visto en todos los días de su vida moro alguno, ansí como él
es, en su mismo traje, y que se está hoy como la madre que la parió; y haríale
agravio manifiesto si, imaginando otra cosa della, me volviese loco de aquel
género de locura de Roldán el furioso. Por otra parte, veo que Amadís de
Gaula, sin perder el juicio y sin hacer locuras, alcanzó tanta fama de enamorado
como el que más, porque lo que hizo, según su historia, no fue más de que,
por verse desdeñado de su señora Oriana, que le había mandado que no pareciese
ante su presencia hasta que fuese su voluntad, de que se retiró a la Peña
Pobre en compañía de un ermitaño, y allí se hartó de llorar y de encomendarse
a Dios, hasta que el cielo le acorrió en medio de su mayor cuita y necesidad.
Y si esto es verdad, como lo es, ¿para qué quiero yo tomar trabajo agora de
desnudarme del todo, ni dar pesadumbre a estos árboles, que no me han
hecho mal alguno, ni tengo para qué enturbiar el agua clara destos arroyos, los
cuales me han de dar de beber cuando tenga gana? Viva la memoria de
Amadís, y sea imitado de don Quijote de la Mancha en todo lo que pudiere;
del cual se dirá lo que del otro se dijo, que si no acabó grandes cosas, murió
por acometellas; y si yo no soy desechado ni desdeñado de Dulcinea del
Toboso, bástame, como ya he dicho, estar ausente della.

ULISES pagina 303

Estamos rezando ahora por el reposo de
su alma. Esperando que estés bueno y no en el
infierno. Lindo cambio de aire. De la sartén de
la vida al fuego del purgatorio

¿Piensa alguna vez en su propio agujero
que lo está esperando? Dicen que uno piensa
cuando se estremece estando al sol. Alguien
caminando encima. Llamado del traspunte.
Cerca de uno. La mía por el lado de Fingles el
lote que compré. Mamá, pobre mamá, y el
pequeño Rudy.
Los sepultureros tomaron sus palas e
hicieron volar pesados terrones de greda hacia
el ataúd. El señor Bloom dio vuelta la cara. ¿Y si
hubiera estado vivo todo el tiempo? ¡Brrr!
¡Caramba! ¡Eso sería espantoso! No, no; está
muerto, naturalmente. Naturalmente que
murió. Murió el lunes. Tendría que haber una
ley para perforar el corazón y asegurarse o un
reloj eléctrico o un teléfono sobre

el ataúd y
alguna especie de rspiradero de lona. Bandera
de peligro. Tres días. Casi demasiado para
conservarlos en verano. Más bien librarse de
ellos tan pronto como se está seguro de que no
hay.

DON QUIJOTE pagina 303

DEL CACHIDIABLO, ACADÉMICO
DE LA ARGAMASILLA, EN LA SEPULTURA
DE DON QUIJOTE
Epitafio
Aquí yace el caballero
bien molido y mal andante,
a quien llevó Rocinante
por uno y otro sendero.
Sancho Panza, el majadero,
yace también junto a él,
escudero el más fiel
que vio el trato de escudero

DEL TIQUITOC, ACADÉMICO
DE LA ARGAMASILLA, EN LA SEPULTURA
DE DULCINEA DEL TOBOSO
Epitafio
Reposa aquí Dulcinea,
y aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Fue de castiza ralea
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama,
y fue gloria de su aldea.
Estos fueron los versos que se pudieron leer; los demás, por estar carcomida
la letra, se entregaron a un académico para que por conjeturas los decla

rase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de muchas vigilias y mucho trabajo,
y que tiene intención de sacallos a luz con esperanza de la tercera salida
de don Quijote.
Forse altro canterà con miglior plectro.

ULISES    pagina 171

Un humo
acre subía en irritado surtidor de un lado de la
sartén y lo dio vuelta. Solamente un poco
quemado. Lo hizo saltar de la sartén a un plato
y dejo gotear encima la escasa salsa
ennegrecida.
Ahora una taza de té. Se sentó, cortó y
enmantecó una rebanada de pan. Recortó la
carne quemada y la tiró a la gata. Luego se puso
en la boca un bocado, masticando con
discernimiento la sabrosa carne tierna. A punto.
Un trago de té. Luego cortó pedacitos de pan,
empapó uno en la salsa y lo llevó a la boca.

DON QUIJOTE pagina 171

Sacó de su repuesto Sancho un pedazo de pan y otro de queso, y, dándoselo
al mozo, le dijo:
—Toma, hermano Andrés; que a todos nos alcanza parte de vuestra desgracia.
—Pues ¿qué parte os alcanza a vos? —preguntó Andrés.
—Esta parte de queso y pan que os doy —respondió Sancho—; que Dios
sabe si me ha de hacer falta o no, porque os hago saber, amigo, que los escuderos
de los caballeros andantes estamos sujetos a mucha hambre y a mala
ventura, y aun a otras cosas que se sienten mejor que se dicen.
Andrés asió de su pan y queso, y, viendo que nadie le daba otra cosa, abajó
su cabeza y tomó el camino en las manos, como suele decirse. Bien es verdad
que, al partirse, dijo a don Quijote:
—¡Por amor de Dios, señor caballero andante, que, si otra vez me encontrare,
aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déje

me con mi desgracia, que no será tanta que no sea mayor la que me vendrá de
su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga y a todos cuantos caballeros
andantes han nacido en el mundo!
Íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de
modo que ninguno se atrevió a seguille. Quedó corridísimo don Quijote del
cuento de Andrés, y fue menester que los demás tuviesen mucha cuenta con
no reírse por no acaballe de correr del todo.

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