sábado, junio 04, 2011

LA OREJA DEL TORO NUMERO 86

ROSA MONTERO-LA HIJA DEL CANIBAL  pag.86

Sin embargo, después de tanto alardear y de haberme sentido en la gloria con Durruti, yo me adaptaba bastante mal a la vida menestral del mercado del Carmen. Me humillaba verme obligado a llevar el blusón de faena, y me desesperaba tener que callar, por prudencia clandestina, mi reciente y espléndido pasado. En el mercado del Carmen yo era un aprendiz más dentro de una legión de aprendices mugrientos y famélicos. ¡Si ellos supieran que he estado en América, que he puesto bombas, que he atracado bancos con Durruti! ¡Si ellos supieran que tengo un muerto mío!, me decía por las noches, lleno de frustración, mientras daba vueltas en el jergón de la parada. Y durante el día me dedicaba a zurrarme con los compañeros. Me llamaban el Manco, y yo no lo podía consentir. Me pegué con todos, me parece, aunque mi muñón estaba todavía rosa y tierno y apenas si podía utilizar la mano. Pero no debí de hacerlo del todo mal, porque al final conseguí imponer mi sobrenombre y ser de nuevo Fortuna para todos.Una mañana, era el mes de noviembre, noviembre de 1926, sucedió algo extraordinario. Yo estaba en el puesto y vi cómo una agitación inexplicable empezaba a extenderse entre los vendedores y los parroquianos. Era como el empuje de una ola, como la brisa que va tumbando la mies conforme avanza. Al fin, el rumor alcanzó mi puesto:

«¡Un toro! ¡Un toro!»

Era un toro que llevaban al matadero; se había desviado del pastoreo y había subido por la Gran Vía, perdido en mitad de la ciudad, furioso y asustado. Todo el mundo corría hacia algún lado, los más a encerrarse en sus casas y otros, como casi todos los chicos del mercado, en dirección contraria, hacia el espectáculo y el peligro. Un puñado de hombres se arremolinaban en la esquina de Fuencarral y se decían los unos a los otros con excitación:

«¡Es Fortuna! ¡Ese de ahí es Fortuna!»

 

MIGUEL ANGEL ASTURIAS-SEÑOR PRESIDENTE   pag.86

El ambiente, para las personas de cierta edad, conservaba su aire de convento. Antes de ser prisión de delincuentes había sido cárcel de amor. Mujeres y mujeres. Por sus murallones vagaba, como vuelo de paloma, la voz dulce de las teresas. Si faltaban azucenas, la luz era blanca, acariciadora, gozosa, y a los ayunos y cilicios sustituían los espineros de todas las torturas florecidos bajo el signo de la cruz y de las telarañas.

Por el estilo eran las reflexiones que la Chón Diente de Oro y las tres jóvenes gracias se hicieron en el camino. El carruaje rodaba por las calles desempedradas produciendo un ruido de todos los diablos. El auriga, un español con aire de quijote, enflaquecía a insultos los caballos, que luego, como era picador, le servirían en la plaza de toros. Al lado de éste hizo Niña Fedina el corto camino que separaba la Casa Nueva de las casas malas, como en la canción, en el más absoluto olvido del mundo que la rodeaba, sin mover los párpados, sin mover los labios, apretando a su hijo con todas sus fuerzas.

WILLIAM FAULKNER-RELATOS INEDITOS   pag.86

He ido allí varias veces, y me han hablado de los viejos tiempos, antes de la guerra, de los violines y del salón iluminado y de los finos caballos y carruajes en la avenida.

FRANCO-ESE….F.MATEU   pag.86

LOS GENERALES MUEREN SIEMPRE EN CAMA
En vuestro discurso en la inauguración del monumento del Cid en
Burgos pronunciásteis esta bellísima frase:
“Sabiendo que he de morir, prefiero una muerte gloriosa”.

LEONIE SWANN-LAS OVEJAS DE GLENNKILL    pag 86

¿Y si agarraba el tirador con los dientes? Apoyó las patas delanteras en la puerta y estiró el pescuezo. La puerta cedió; no mu­cho, pero bastó para indicarle que estaba abierta y los tiradores sólo eran ornamentales.

Se puso de nuevo a cuatro patas y bajó la cabeza. Empujó la

alta puerta con los cuernos, y ésta se abrió sin problema.

De nuevo aguzó el oído.

Silencio.

Introdujo una pezuña en la piedra fría y desnuda del interior, luego otra. Justo cuando iba a hacer lo propio con una de las traseras, volvió a escuchar aquella voz: «Cada camino es en realidad dos caminos», aseguró. La ida y la vuelta, pensó Othello, y se sor­prendió. «El camino de vuelta siempre es el más importante», añadió la voz con un punto burlón.

BLAVATSKY.H-ISIS SIN VELO pag.86

Los fenómenos psíquicos de índole subjetiva desafían las imposturas de los médiums farsantes, las burlas de los escépticos y los rigorismos de la ciencia. No es posible fingir la catalepsia. Los espiritistas que anhelan ver sus ideas científicamente reconocidas, se dedican al fenomenismo hipnótico. Si colocamos en el tablado de la Sala Egipcia a un sujeto hipnotizado, el hipnotizador podrá transportarle el libre espíritu a cuantos parajes indique el público y poner a prueba su clarividencia y clariaudiencia. En las partes del cuerpo afectadas por los pases del hipnotizador, se le podrán clavar alfileres y agujas aunque sea en sitio tan delicado como los párpados, cauterizar sus carnes y herirle con armas de filo, sin que se le cause el menor daño ni siente el más leve dolor. Bien dicen Regazzoni, Du Potet, Teste, Pierrard, Puysegur y Dolgoruky, que no es posible dañar a un sujeto hipnotizado

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MAIMONIDES-GUIA DE LOS DESCARRIADOS

LAS CUATRO "FACES" SON ROSTROS HUMANOS DE RASGOS DIFERENTES
Es bien sabido que algunos hombres tienen rostros que se asemejan más o menos a los de los animales; así hay quien tiene cara de león, y quien de toro, y quien de otras bestias.

JAMES JOYCE-ULISES

Se va a poner en los cuernos del toro si se mete con un toro que sea irlandés, dice él. Irlandés
por nombre y por nacimiento, dice Mr. Stephen, y desparramó la cerveza por todos lados, un toro irlandés
en una tienda de porcelana inglesa. Cojo la idea, dice Mr. Dixon. Es el mismo toro que envió a nuestra
isla el ganadero Nicholas, el más osado criador de ganado de todos, con un anillo de esmeraldas en la nariz.
Estoy con usted, dice Mr. Vincent desde el otro lado de la mesa, y ha dado en el blanco además, dice él, y
un toro más orondo y opulento, dice él, jamás se cagó sobre trébol.

LOPE DE VEGA-PERIBAÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA

Pareces en verde prado
toro bravo y rojo echado;
pareces camisa nueva,
que entre jazmines se lleva
en azafate dorado.

MIGUEL HERNANDEZ-EL RAYO QUE NO CESA

Silencio de metal triste y sonoro,

espadas congregando con amores

en el final de huesos destructores

de la región volcánica del toro.

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