jueves, enero 26, 2012

LA PELOTITA

 

   

              

                                                                           

JAMES JOYCE-ULISES I   540

Él la estaba
contemplando como una serpiente mira su
presa. Su instinto de mujer le dijo que había
despertado el demonio en él y al pensarlo un
escarlata ardiente la cubrió de la garganta a la
frente hasta que el hermoso color de su rostro se
convirtió en un glorioso rosa.

Cissy dijo que la disculpara si tendría
inconveniente en decirle qué hora era y Gerty
pudo verlo sacar el reloj y escucharlo levantando
los ojos y aclarándose la garganta y luego dijo
que lo sentía mucho, que su reloj estaba parado,
pero que creía que debían ser las ocho pasadas
porque se había puesto el sol

 

 

BORGES-540

No sé cuántos días y noches rodaron sobre mí Doloroso, incapaz de recuperar el abrigo de las cavernas, desnudo en la ignorada
arena, dejé que la luna y el sol jugaran con mi aciago
destino. Los trogloditas, infantiles en la barbarie, no me ayudaron
a sobrevivir o a morir. En vano les rogué que me dieran
muerte. Un día, con el filo de un pedernal rompí mis ligaduras.
Otro, me levanté y pude mendigar o robar —yo, Marco Flaminio
Rufo, tribuno militar de una de las legiones de Roma— mi primera
detestada ración de carne de serpiente.
La codicia de ver a los Inmortales, de tocar la sobrehumana
Ciudad, casi me vedaba dormir. Como si penetraran mi propósito,
no dormían tampoco los trogloditas: al principio inferí que
me vigilaban; luego, que se habían contagiado de mi inquietud,
como podrían contagiarse los perros. Para alejarme de la bárbara
aldea elegí la más pública de las horas, la declinación de la tarde,
cuando casi todos los hombres emergen dé las grietas y de los
pozos y miran el poniente, sin verlo

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