LEONIE SWANN-LAS OVEJAS DE GLENNKILL- pág 135
A mí me atacó un carnero blanco —afirmó—. Me empujó
por el acantilado. Gigantesco. Fuerte como un verraco. Y salvaje.¿Es normal? Es decir, no son más que ovejas. Y luego eso: de un
blanco radiante. Resplandecía en la niebla. Te diré una cosa: ésa
no era una oveja normal. Pero ¿por qué? Desde entonces no paro
de verlo y preguntarme por qué.
El carnicero bebió un buen sorbo y Dios se sonó en un
pañuelo.
—Lo habría dejado —farfulló éste—. Quemé la revista y me
puse a rezar. Pero después, justo al día siguiente, vino a verme la
nueva responsable de turismo. Por fin habíamos encontrado a
alguien, y tenía que orientarla. Bueno, pues la miré... y debió de
parecerles demasiado concupiscente. El caso es que apareció un
demonio en la ventana. De nuevo con forma de carnero. Y no negro,
no, sino gris con unos cuernos enormes y unas alas negras.
Alto, como un hombre de pie. Claro está que despedí a la mujer
en el acto, le dije que fuera a casa de Beth. Te digo que jamás volveré
a ver a una oveja sin que un escalofrío me recorra la espalda.
El carnicero se echó al coleto el resto del líquido dorado y miró a
Dios, compasivo.
CHRISTIAN JACQ
LAS EGIPCIAS
Retratos de mujeres del Egipto faraónico pág-135
MAGIA CONTRA LA MUERTE
La madre disponía de una preciosa colección de fórmulas ya
experimentadas con éxito por generaciones de mujeres; éstas le permitían
protegerse de los malos espíritus, los aparecidos, las formas errantes y oscuras, y
poner a su hijo a salvo de todo el repertorio de fuerzas negativas111 que intentan
abrazar al niño y bailar con él una danza mortal. Tan siniestros fantasmas eran
identificables: tenían la cara en la espalda y miraban hacia atrás. La madre debía
estar constantemente en guardia para que no se acercasen a la cuna.
La madre proclamaba que cada parte del cuerpo de su hijo correspondía a
una divinidad; en consecuencia, ningún demonio podía tocarlo. Hacía un
llamamiento solicitando la protección del cielo y de la tierra, de la noche y del
día, de Hator y de Ra, de la piedra fundamental, de los siete dioses que
ordenaron la tierra cuando estaba desierta. La madre pedía a las divinidades que
protegiesen el nombre del niño, el lugar donde se encontrara, la leche que
bebiera, el seno en el que se apoyara y la ropa que le vistiera. Las fórmulas
debían repetirse mañana y noche sobre una bolita de oro, unos granos de
amatista y un sello. «Que la muerte que llega entre las sombras desaparezca —exigía la
madre—, que vuelva su rostro, que olvide por qué ha venido; no besará al niño, no se lo
llevará”.
Cada mujer egipcia era una Isis para su bebé; también debía acariciarlo a
menudo y magnetizarlo, como la gran diosa había hecho con Horus. La mano
materna emite una energía positiva, indispensable para la buena salud del niño.
La madre tenía a su disposición toda una serie de amuletos y talismanes:
placas112 de marfil, medallas y figurines de cerámica, en los que figuraban los
genios buenos, capaces de repeler las fuerzas del mal, como Bes, Thueris o Aha
«el luchador». En la tumba de Bebí, en el-Kab, y en la de Yehutihotep, en
el-Bersheh, se ve a unas nodrizas blandiendo bastones en forma de serpiente
para disipar las tinieblas destructivas. Gatos, antílopes, monos y mujeres
desnudas, todos ellos discípulos de la diosa Bastet, protegen al niño, para lo cual
resulta excelente tocar instrumentos musicales. Los amuletos que llevan al cuello
la madre y el niño completaban el dispositivo de protecciones mágicas contra la
muerte.
LA MUERTE PREMATURA DE UNA NIÑA
El combate no siempre se resolvió favorablemente para la madre y el niño;
la muerte se consideraba parte integrante del proceso cósmico y, pese al
sufrimiento que infligía, aparecía como una etapa de la vida que iba mucho más
allá del nacimiento y de la muerte físicas.
En la época tardía encontramos algunas manifestaciones de rebeldía
contra la muerte. Así, el texto de una estela da voz a una niña muerta a muy
corta edad y que considera su suerte una injusticia: «Venero tu ka, señor de los
dioses, aunque sólo soy una niña; la desgracia me ha golpeado cuando sólo era una niña.
Un ser que no ha cometido ninguna falta refiere estos hechos. Yo, una niña, yazgo en un
lugar desértico, tengo sed y sin embargo cerca de aquí corre el agua. Me han arrebatado la
vida muy pronto, apenas en la infancia. Soy demasiado joven para estar sola, yo que
estaba contenta cuando veía a mucha gente, a mí que me gustaba estar alegre. Oh, rey de
los dioses, señor de la eternidad al que todos acuden, dame pan, leche, incienso, agua de tu
altar, pues sólo soy una niña que no ha cometido ninguna falta”.
JAMES JOYCE –ULISES 135
Cama de esposa,cama de parto,cama de muerte,con velas espectrales
cirioespectroiluminada. Omis caro ad te veniet.
Él viene, pálido vampiro, atravesando la
tormenta con sus ojos, su velamen de murciélago navega ensangrentando el mar, boca
al beso de su boca.
Vamos. Clávale un alfiler ¿quieres?
Mis tabletas. Boca para el beso de ella. No. Debe de
haber dos. Pégalas bien. Boca al beso de su boca.
Sus labios dieron labios y boca a
inmateriales besos de aire. Boca a su vientre.
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