JAMES JOYCE-ULISES
La gata caminó estiradamente alrededor de una pata de la mesa el rabo espigado.
-¡Marrañau!
-Ah, con que estás ahí, dijo Mr. Bloom, apartándose del fuego.
La gata maulló como respuesta y zangoloteó de nuevo estiradamente alrededor de una pata de la mesa,
maullando. Tal como ella zangolotea por mi escritorio. Prr. Ráscame la cabeza. Prr.
Mr. Bloom miró amablemente con curiosidad la ágil forrna negra. Limpia a la vista: el brillo de su piel
lustrosa, el botón blanco bajo el mocho de la cola, los verdes ojos esplendentes. Se inclinó hacia ella, las
manos en las rodillas.
-Leche para la minina, dijo.
-¡Maarrañau! mayó la gata.
Los toman por tontos. Entienden lo que decimos mejor que nosotros les entendemos a ellos. Ésta entiende
todo lo que quiere. Vengativa también. Cruel. Su naturaleza. Es curioso que los ratones no guañen nunca.
Parece que les guste. ¿A saber qué le pareceré yo? ¿Alto como una torre? No, puede saltarme.
-Tiene miedo de las gallinas, la tonta, dijo burlonamente. Tiene miedo de los piopíos. No he visto nunca
una minina más estúpida que esta minina.
-¡Maararrañau! dijo la gata con fuerza.
Parpadeó hacia arriba con ávidos ojos ruborosoentomantes, maullando larga y quejumbrosamente, mostrándole
los dientes blancoleche. El observó los oscuros surcos de los ojos que se angostaban de codicia
hasta hacerse piedras verdes. Luego fue hacia el aparador, cogió la jarra que el lechero de Hanlon le acababa
de llenar, vertió leche cálidaburbujeante en un platillo y lo puso despaciosamente en el suelo. -¡Grrrr!
mayó, corriendo para lamer.
Observó los bigotes que relucían metálicamente en la luz débil mientras se agachaba tres veces y lamía
delicadamente. ¿A saber si será verdad que si se los cortan no pueden cazar ratones? ¿Por qué? Relucen en
la oscuridad, quizá, las puntas. O como antenas en la oscuridad, quizá.
Escuchó su lamer lamiscante. Huevos con jamón, no. Nada de huevos con esta sequía. Necesitan agua
fresca y limpia. Jueves: tampoco es un buen día para riñones de cordero en Buckley. Fritos con mantequilla,
un pellizco de pimienta
YASUNARI KAWABATA-LA DANZARINA DE IZU
¡Abajo hay una fuente! ¡Vengan, de prisa! Les espero para beber.
Apenas oí la palabra «fuente», eché a correr cuesta abajo. Efectivamente, a la sombra de unos árboles, entre unas peñas, brotaba un hilo de agua fresca y transparente. Alrededor, estaban las tres muchachas y la mujer.
—¡Beba usted primero! Cuando hayamos hundido nuestras manos en el agua, quedará sucia. Después de beber nosotras, las mujeres, el agua no estará ya lo bastante limpia para usted —me dijo la madre.
Yo tomé ávidamente con mis manos calientes aquella agua fría y bebí. Después saciaron su sed las mujeres.
Seguimos bajando la montaña y salimos al camino de Shimoda. No lejos de la carretera, en muchos lugares, se elevaban columnas de humo. Eran sin duda hornos de carbón vegetal. Nos sentamos en grandes troncos de madera que yacían junto al camino. La bailarina se arrodilló delante de nosotros y con su peine color melocotón empezó a peinar el hirsuto pelo del perro que descansaba en los brazos de la mujer.
—¡Vas a romper las púas! —le reconvino su madre.
Pero ella respondió alegremente:
—Mañana me comprarás uno en Shimoda.
Desde Yugano tenía yo el propósito de pedirle, cuando nos despidiéramos, aquel peine que tan magníficamente lucía en su espléndida cabellera, por lo que resultaba amargo para mí verla peinar con él al perro.
Luego, reanudamos la marcha. En una ocasión, ella volvió sobre sus pasos para darme una hermosa vara de bambú, para hacerme más cómodo el camino.
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