jueves, julio 05, 2012

NOCHE FRIA

   

 

  JAMES JOYCE-ULISES  644

Su corazón latió con más rapidez. A la
derecha. Museo. Diosas. Viró hacia la derecha.
¿Es? Casi seguro. No voy a mirar. El vino
en mi cara. ¿Por qué yo? Demasiado fuerte. Sí,

es. La forma de caminar. No mires. No ve.
Sigue.
Dirigiéndose a la entrada del museo a
largos trancos airosos levantó los ojos. Hermoso
edificio. Sir Tomás Deane trazó los planos. ¿No
me sigue?
Me vio quizás. La luz en contra.
La agitación de su aliento salió en cortos
suspiros. Rápido. Estatuas frías: tranquilo allí.
Salvado en un minuto.

BORGES-644

The Time Machine. Wells, en esa novela, continúa
y reforma una antiquísima tradición literaria: la previsión de
hechos futuros. Isaías ve la desolación de Babilonia y la restauración de Israel; Eneas, el destino militar de su posteridad, los
romanos; la profetisa de la Edda Saemundi, la vuelta de los
dioses que, después de la cíclica batalla en que nuestra tierra
perecerá, descubrirán, tiradas en el pasto de una nueva pradera,
las piezas de ajedrez con que antes jugaron... El protagonista
de Wells, a diferencia de tales espectadores proféticos, viaja físicamente
al porvenir. Vuelve rendido, polvoriento y maltrecho;
vuelve de una remota humanidad que se ha bifurcado en especies
que se odian (los ociosos eloi, que habitan en palacios dilapidados
y en ruinosos jardines; los subterráneos y nictálopes rn.orlocks,
que se alimentan de los primeros); vuelve con las sienes
encanecidas y trae del porvenir una flor marchita. Tal es la
segunda versión de la imagen de Coleridge. Más increíble que
una flor celestial o que la flor de un sueño es la flor futura, la
contradictoria flor cuyos átomos ahora ocupan otros lugares y no
se combinaron aún.

 

                         2012-07-01_IMG_2012-07-01_02_21_48_future

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