jueves, diciembre 20, 2012

EL NUMERO DE DIOS

 

                               

 

JAMES JOYCE
ULISES 561

—¿Cómo se llama? ¿Isaac Moisés? Bloom.
Siguió parloteando.
—Jehová coleccionador de prepucios, no
existe ya. Lo encontré en el museo cuando fue a
saludar a Afrodita nacida de la espuma. Boca
griega que nunca ha sido torcida en oración.
Todos los días tenemos que rendirle homenaje.
Fuente de la Vida, tus labios encienden.Volvióse bruscamente hacia Esteban:
—Él te conoce. Conoce a tu viejo. ¡Oh!, me
temo que es más griego que los griegos. Venus
Kallipyge. ¡Oh, el trueno de esos lomos! El dios
persiguiendo a la doncella escondida.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos            561

Las productoras de cine alemanas, que en aquellos días surgían de la nada como
setas (justo antes de que el hijo de la luz aprendiera a hablar), se proveían de mano
de obra barata contratando a aquellos exiliados rusos cuya única esperanza y
profesión era su pasado, es decir, un conjunto de gente totalmente irreal que se
utilizaba para representar a gente real en las películas. El ensamblaje de un
fantasma dentro de otro producía en una persona sensible la impresión de estar
viviendo en un salón de espejos, o más bien en una cárcel de espejos, sin saber
siquiera cuál era el espejo y cuál era uno mismo.
Es verdad que cuando recuerdo las salas donde cantaba la Slavska, tanto en Berlín
como en París, y el tipo de gente que allí se veía, siento como si estuviera
tecnicoloreando y sonorizando alguna película muy antigua donde la vida hubiera
sido una vibración en gris y los funerales un refugio, y donde sólo el mar tuviera
cierto color (un azul enfermizo), mientras que una máquina manual imitara fuera de
escena el siseo asincrónico de las olas. Un personaje siniestro, el terror de las
organizaciones benéficas, un hombre calvo con ojos de loco, pasa flotando despacio
por mi campo visual, encogido con las piernas dobladas como un feto viejo, para
luego sentarse milagrosamente en un asiento de las últimas filas Nuestro amigo el
conde está también allí, con cuello duro y polainas sucias. Un sacerdote venerable y mundano, con la cruz colgando suavemente sobre el torso, está sentado en la primera fila y mira fijamente hacia adelante.

La vida y la muerte me
están desgastando     MO YAN   561

En aquel momento, sufrí una alucinación: no, no fue una
alucinación, fue un sentimiento relacionado con la vida real. Sentí que la
persona que se encontraba en el ataúd vestida con ropajes funerarios y una
hoja de papel amarillo cubriéndole el rostro era, en realidad, mi propia
madre. Las imágenes de la última vez que la había visto, seis años atrás,
pasaron como un relámpago ante mis ojos, y un lado de mi rostro se inflamó
y se puso caliente. Había sentido un zumbido en mis oídos después de que
mi padre me hubiera abofeteado con la suela de su zapato. Cada detalle que
mis ojos captaron de aquella escena —el cabello blanco de mi madre; su
rostro, bañado en espesas lágrimas; su boca hundida y sin dientes; sus
manos venosas y casi inútiles moteadas por el paso del tiempo; su bastón de
aralia, que estaba tirado en el suelo; su grito de angustia mientras trataba de
protegerme— apareció ante mí y las lágrimas brotaron de mis ojos. Madre,
he llegado demasiado tarde. Madre, ¿cómo fuiste capaz de seguir viviendo a
pesar de tener un hijo tan indigno al que todos insultaban y vituperaban por
lo que había hecho? Y, sin embargo, los sentimientos filiales de tu hijo hacia
ti nunca habían menguado. Ahora te he traído a Chunmiao para que te vea,
Madre, así que, por favor, acéptala como tu nuera...La tumba de tu madre
estaba situada en el extremo meridional de la famosa porción de tierra de
Lan Lian. Ximen Jinlong no tuvo el suficiente valor de abrir la tumba en la
que estaban enterrados Ximen Nao y Ximen Bai y que servía para
recompensar un tanto a su padre y a su suegra. En su lugar, construyó una
espléndida tumba a la izquierda de la tumba de sus padres biológicos. Las
puertas de piedra parecieron abrirse hacia un pasadizo profundo y oscuro.
La tumba estaba rodeada por una columna impenetrable de transeúntes
excitados. Miré a la tumba del burro, y a la tumba del buey, y a la tumba del
cerdo, y a la tumba de un perro, y miré al suelo, cuya superficie era dura
como una roca. Una sucesión de pensamientos se agolparon en mi cabeza
.
Podía percibir el olor de un crepitante chorro de orina sobre las lápidas de
Ximen Nao y Ximen Bai que se había echado años atrás y mi corazón se
sintió sacudido por los sentimientos apocalípticos de un destino funesto.
Avancé despacio sobre el lugar de enterramiento del cerdo y lo rocié con mi
orina. A continuación, me tumbé junto a él y, mientras mis ojos se inundaban de lágrimas, reflexioné: descendientes de la familia Ximen y
todos aquellos que están íntimamente relacionados con ella, espero que
seáis capaces de interpretar mis deseos y enterrar el cadáver del perro de
esta encarnación en el lugar que ha elegido.

Casi me desmayé del llanto. Escuché a alguien gritar a mis espaldas,
pero no pude discernir lo que decía. Oh, madre, déjame verte una vez más...
Me incliné sobre ella y retiré el papel que cubría el rostro de mi madre. Una
mujer que no se parecía nada a ella se incorporó y dijo con una seriedad
extraordinaria:Hijo, el Ejército de Liberación del Pueblo siempre trata a sus prisioneros con humanidad así
que, por favor, entrega las armas y ríndete a ellos.Me senté de golpe, con la mente en blanco,
mientras las personas que se encontraban alrededor del féretro se apiñaron y me inmovilizaron en
el suelo. Unas manos frías pasaron por mi cintura y me quitaron un par de pistolas
.

 

              

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