La vida y la muerte me
están desgastando MO YAN
775- 605 = 169
Yo me encontraba perfectamente a salvo en el árbol, desde donde vi con todo detalle cómo se
desarrollaron los acontecimientos. Vi a las aves caer del cielo y observé cómo eran desmembradas
por el populacho. Fui testigo de todo tipo de expresiones de cólera —codicia, locura, aturdimiento,
sufrimiento, ferocidad— durante el incidente; escuché de todo, desde gritos de tormento a
exclamaciones de júbilo; olí sangre y muchos otros tipos de olores perniciosos; y sentí tanto
corrientes heladas como olas ardientes en el aire. Todo aquello me recordaba a los relatos de los
tiempos de guerra y, aunque los anales del condado de la Revolución Cultural registraron el caso
de los gansos salvajes como un caso de gripe aviaria, en aquel momento creí, como sigo creyendo
ahora, que fueron abatidas por el excesivo volumen de los altavoces
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 775
Todo era música, las subidas y
bajadas de las patas, determinados giros de las cabezas, el andar y el
reposo, sus posiciones respectivas, los pasos como de contradanza originados
cuando, por ejemplo, cada cual afirmaba las patas delanteras
en el lomo del precedente de manera que el primero sostenía, erguido,
el peso de los demás, o cuando formaban entrelazadas figuras que
se arrastraban, cerca del suelo, sin equivocarse jamás. El último de
ellos, todavía un poco inseguro, no encontrando de inmediato la conexión
con los otros y en cierto modo vacilante al iniciarse la melodía, lo
era sólo comparado con la magnífica seguridad de los otros; y aunque
lo fuese por completo, no habría podido echar a perder nada porque los
otros, grandes maestros, mantenían inconmoviblemente el compás.
¡Pero si apenas se les veía! Se habían adelantado, se los había saludado
ya con anterioridad como a perros a pesar de la confusión creada por el
estruendo que los acompañaba; sí, eran perros, perros como tú y yo,
uno quería acercárseles, intercambiar saludos, estaban muy próximos,
eran perros ciertamente mucho más viejos que yo y no de mi especie
lanuda, pero tampoco muy distintos en tamaño y aspecto; al contrario,
resultaban muy familiares; yo conocía a muchos de esa especie o de otra parecida, pero mientras estaba entretenido en tales reflexiones, la
música comenzaba a predominar; lo cogía materialmente a uno, lo
apartaba de estos pequeños perros reales, y a pesar de resistirse con
todas las fuerzas, aullando como si le causaran daño, no podía ya ocuparse de otra cosa que de la
música procedente de todas partes, de arriba, de abajo, arrastrando al
oyente, sepultándolo y aplastándolo; que al aniquilarlo a uno estaba tan
próxima que de inmediato parecía lejanísima, soplando trompetas apenas
audibles. Y de nuevo uno era despedido porque ya estaba demasiado
agotado, aniquilado, demasiado débil para seguir escuchando; era
despedido y veía a los siete perritos realizar sus evoluciones, ejecutar
sus saltos; uno quería, a pesar de su aspecto inaccesible, llamarlos,
preguntarles, averiguar qué hacían allí –yo era una criatura y me creía
autorizado a preguntar a todo el mundo– pero apenas comenzaba, apenas
sentía el fluido de la buena y cálida comunicación con los siete,
cuando la música había vuelto, me quitaba el sentido, me hacía girar en
círculos, como si yo mismo fuera uno de los músicos, cuando sólo era
una de sus víctimas, y me arrojaba de un lado para otro, por más que
implorara clemencia.
JAMES JOYCE
ULISES 775
El teléfono sonó bruscamente a su oído.
—¡Hola! Sí, señor. No, señor. Sí, señor. Lo
voy a llamar después de las cinco. Solamente
esas dos, señor, para Belfast y Liverpool. Muy
bien, señor. Entonces me puedo ir después de
las seis si usted no ha vuelto. Y cuatro. Sí,
señor. Veintisiete y seis. Les voy a decir. Sí: uno,
siete, seis
Graves, Robert El Vellocino de Oro 363*3=1089-775=314
El tritón inclinó la cabeza y repitió: «Hércules», luego los miró con ceño, volvió a exclamar
«¡Serpientes Sagradas!» con mucha alegría, y estalló en risas.
Le dieron golpecitos en la espalda y lo siguieron ávidamente al lugar donde estaba el agua. Cuando
llegaron allí, al poco rato -un manantial claro que borbotaba en una roca de color rosado hallaron
pedazos grandes de roca tirados por allí cerca, en el desierto, recientemente partidos con algún
instrumento poderoso, sin duda alguna la maza recubierta de latón de su camarada Hércules. ¡Ah,
cómo bebían y volvían a beber de aquel dulce y reconstituyente manantial!
Entonces se dijeron unos a otros:
-¡Hércules nos ha salvado la vida, ha sido Hércules!
Y efectivamente, más tarde supieron que al navegar hacia la isla de las Hespérides en busca de las
naranjas sagradas, el viento lo había hecho naufragar no lejos del lugar en que se encontraban.
También tenía sed, pero en lugar de resignarse a morir echó a andar por el desierto con sus grandes
pasos, olfateando como un león, y en cuanto percibió un ligero olor de agua comenzó a golpear la
roca con su maza hasta que el manantial salió a chorro. Alrededor del manantial ya se veían huellas
de animales desde todas direcciones y el tritón explicó con gestos expresivos de qué animales se
trataba: el diminuto jerbo de grandes ojos, el chacal que se alimenta de cadáveres, el puerco espín
con púas que suenan al andar y el espléndido cordero beréber.
http://www.hatha-yoga.com.ar/chakras/swadhisthana.htm
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 775
El tiempo es como un círculo que girara
infinitamente: el arco que desciende es el pasado, el que asciende
es el porvenir; arriba, hay un punto indivisible que toca la tangente
y es el ahora. Inmóvil como la tangente, ese inextenso
punto marca el contacto del objeto, cuya forma es el tiempo,
con el sujeto, que carece de forma, porque no pertenece a lo conocible
y es previa condición del conocimiento" (Welt ais Wille
und VorsteUung, I, 54). Un tratado budista del siglo v, el Visuddhirnagga
(Camino de la Pureza), ilustra la misma doctrina con la
misma figura: "En rigor, la vida de un ser dura lo que una
idea. Como una rueda de carruaje, al rodar, toca la tierra en un
solo punto, dura la vida lo que dura una sola idea" (Radhakrishman:
Indian Philosophy, I, 373) . Otros textos budistas dicen que
el mundo se aniquila y resurge seis mil quinientos millones de
veces por día y que todo hombre es una ilusión, vertiginosamente
obrada por una serie de hombres momentáneos y solos.
Las baladas del ajo MO YAN 775
Un simio traicionero, un perro
renegado: la ingratitud ha existido
desde el principio de los tiempos. Pequeño
Wang, has arrojado tu guadaña y tu
azadón para aprender cuál es el
camino del tirano, tal y como hace
un cangrejo...
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