lunes, enero 07, 2013

DOS CUERDAS

 

    

Sura 73. Al-Mussammil (El Arropado) 723

(2) Mantente despierto [en oración] por la noche, salvo una pequeña parte (3) de la mitad de
ella2 --o algo menos, (4) o añade algo más [a voluntad]; y [durante ese tiempo] recita el Qur’án
pausada y claramente, con tu mente atenta a su significado.3
(5) Ciertamente, hemos de encomendarte un mensaje de gran peso –(6) [y,] en verdad, las
horas de la noche dejan mayor impronta en la mente y hablan con voz más clara,4 (7) mientras que de día tus ocupaciones son muchas. (8) Pero [tanto de noche como de día,] recuerda el
nombre de tu Sustentador, y conságrate a Él con total devoción.

Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA  923-707=216

un pedazo de pan y queso, que esto fue lo que me dio mi señora Dulcinea, por
las bardas de un corral, cuando della me despedí; y aun, por más señas, era el
queso ovejuno.
—Es liberal en estremo —dijo don Quijote—, y si no te dio joya de oro, sin
duda debió de ser porque no la tendría allí a la mano para dártela; pero buenas
son mangas después de Pascua; yo la veré y se satisfará todo. ¿Sabes de
qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y veniste por los
aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso,
habiendo de aquí allá más de treinta leguas. Por lo cual me doy a entender que
aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo, porque
por fuerza le hay y le ha de haber, so pena que yo no sería buen caballero
andante, digo que este tal te debió de ayudar a caminar sin que tú lo sintieses;
que hay sabio destos que coge a un caballero andante durmiendo en su cama
y, sin saber cómo o en qué manera, amanece otro día más de mil leguas de
donde anocheció. Y si no fuese por esto, no se podrían socorrer en sus peligros
los caballeros andantes unos a otros, como se socorren a cada paso. Que acaece
estar uno peleando en las sierras de Armenia con algún endriago o con
algún fiero vestiglo, o con otro caballero, donde lleva lo peor de la batalla y está
ya a punto de muerte, y cuando no os me cato asoma por acullá, encima de
una nube o sobre un carro de fuego, otro caballero amigo suyo que poco antes
se hallaba en Ingalaterra, que le favorece y libra de la muerte, y a la noche se
halla en su posada cenando muy a su sabor, y suele haber de la una a la otra
parte dos o tres mil leguas.

JAMES JOYCE
ULISES                        923

¡Ah!, ahora él oía, ella sosteniéndoselo
junto al oído. ¡Escuche! Él escuchaba.
Maravilloso. Ella lo sostuvo junto al suyo y a través de la tamizada luz el pálido oro en
contraste se deslizaba. Para oír.
Tap.
A través de la puerta del bar Bloom vio
una concha sostenida junto a sus oídos. Él oyó
más tenuamente que el que ellos escuchaban,
cada uno para ella sola, luego uno para el otro,
oyendo el chapoteo de las olas, ruidosamente, un
silencioso rugido.
Bronce y oro aburrido, cerca, lejos, ellos
escuchaban.
La oreja de ella también es una concha, el
lóbulo que asoma allí. Ha estado a orillas del
mar.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos  923-675=248

—Fred, ¿no sabes por qué estoy aquí?
Ella se levantó y se le acercó hasta tocarle. Fred, con una sonrisa de apenada
disculpa, trató de escaparse, y al hacerla acabó resbalándose de la silla.
Y fue entonces cuando ella le dijo con una voz inmensamente dulce:
—Lo cierto es que tuve un hijo tuyo.
El enano se quedó helado, la mirada perdida en un cajoncillo minúsculo de cristal
cuadrado que resplandecía en el lateral de un jarrón azul oscuro. Una tímida sonrisa
de extrañeza se encendió en las comisuras de su boca y luego se extendió hasta
encender sus mejillas con un rubor púrpura.
—Mi hijo...
Y de repente lo entendió todo, el sentido completo de la vida, de su larga angustia,
de aquella ventanita que relucía en el jarrón de cristal.
Alzó la vista con lentitud. Nora estaba sentada de lado en, una silla y se estremecía
en sollozos violentos. La cabeza de cristal del prendedor de su sombrero
resplandecía como una lágrima. El gato, ronroneando tiernamente, se frotaba
contra sus piernas.
Corrió hasta ella y recordó una novela que acababa de leer.

OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA   923

EL CASTILLO
(1922)

Frieda estaba en casa y o
lavaba la ropa o seguía bañando al gato de Gisa; era un signo de confianza
por parte de Gisa que dejase a Frieda ese trabajo, por lo demás,
un trabajo desagradable e inadecuado, que K habría rechazado, si no
fuese aconsejable, después de todas las negligencias laborales, aprovechar
cualquier oportunidad para satisfacer a Gisa. Ésta había visto satisfecha
cómo K bajaba la bañera para niños, había calentado el agua y
cómo, finalmente, introducía al gato en la bañera

       

 

 

 

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