MO YAN RANA 203
! Wang Dan ,date prisa a dar luz! ! Rápido ! !Cuando nazca,será una vida! !Cuando nazca ,no se atreverán a matarlo! WAN Xin,Leoncita,!hemos ganado! ja,ja,ja,!habéis perdido!. Dos hileras de lagrimas rodaron por su cara,que tenia una barba poblada.Mientras tanto ,Wan Dan arrojaba unos horribles y lacerantes gritos.Cuando el bote se pegó a la canoa,mi tía asomo la cabeza.Entonces la mano de Chen Bi la detuvo.La amenazó con una navaja y le ordeno con gestos demoniacos:-! Aparta tus diabólicas pezuñas! –Esta no es una pezuña diabólica sino la mano de una ginecóloga-le dijo mi tía con tranquilidad.
Sura 6. Al-Anaam (El Ganado) 203
EN EL NOMBRE DE DIOS, EL MÁS MISERICORDIOSO, EL DISPENSADOR DE GRACIA:
(1) LA ALABANZA pertenece por entero a Dios, que ha creado los cielos y la tierra, e instituyó
las tinieblas y también la luz:1 y sin embargo, quienes están empeñados en negar la verdad
equiparan a otros poderes a su Sustentador.
(2) Él es quien os creó de barro y luego decretó [para vosotros] un plazo --plazo que [sólo]
Él conoce.2 Y aún así dudáis-- (3) cuando Él es Dios en los cielos y en la tierra, conocedor de
todo lo que ocultáis así como de todo lo que hacéis públicamente, y sabe lo que merecéis.
(4) Aún así, cada vez que les llega un mensaje de su Sustentador, [los que se obstinan en
negar la verdad] le dan la espalda:3 (5) y así desmienten ahora esta verdad que les ha llegado.
Sin embargo, en su momento, llegarán a entender aquello de lo que se burlaban.4
(6) ¿No ven acaso cuantas generaciones pasadas hemos destruido --[gentes] a las que
habíamos dado una posición [de dominio] en la tierra como no os hemos dado a vosotros, y
sobre las que derramamos una abundante bendición celestial, y a cuyos pies hicimos que corrieran
los ríos? Y aún así les destruimos por sus ofensas e hicimos surgir a otras gentes en su
lugar.5
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 203
era un ser más bien gordo,
paticorto y portaba un monóculo que, en sus ratos libres, es decir, cuando no estaba colocado en el ojo, colgaba de una estrecha cinta negra y, cuando Anton Petrovich
se acomodaba tepantigado en una butaca, el monóculo brillaba ridículo como un
ojo descabalado sobre su estómago. Un furúnculo que le habían extirpado dos años
antes le había dejado una cicatriz en la mejilla derecha. La cicatriz, así como su
bigote recortado y tosco y su gran nariz rusa, se crispaban cuando intentaba
colocarse el monóculo en su posición. «Deja de hacer muecas», le decía entonces
Berg, «por mucho que te esfuerces, no vas a lograr ponerte más feo de lo que
estás».
JAMES JOYCE
ULISES 203
Sargent, el único que se había quedado
atrás, se acercó lentamente, mostrando un
cuaderno abierto. Sus cabellos enmarañados y el
cuello descarnado denotaban confusión y a través de los anteojos empañados sus ojos
débiles miraban suplicantes. Sobre su mejilla,
triste y sin sangre había una mancha de tinta
en forma de dátil, reciente y húmeda como la
baba de un caracol.Alargó su cuaderno. La palabra
"Cálculos" estaba escrita en el encabezamiento.
Abajo zigzagueaban los números y al pie
aparecía una firma torcida, con confusos lazos, y
una mancha.
Edgar Allan Poe
Obras en español 203
La verdad es muy simple; el mismísimo día en que llegué de Connaught y saqué a
pasear mi elegante figura por la calle, el corazón de la viuda, que estaba asomada a la
ventana, quedó instantáneamente prendado de mí. Me percaté de ello enseguida, como
puede advertir, y por Dios que es la pura verdad. Primero vi que abría la ventana y miraba por ella con sus grandes ojos. Después asomó un catalejo que la hermosa viuda se llevó a un
ojo, y que el diablo me queme si ese ojo no habló tan claro como un ojo de mujer y dijo:
"¡Tenga usted muy buenos días, Sir Patrick O'Grandison, baronet, preciosura! ¡Qué apuesto
caballero! Yo misma y mis cuarenta años quedamos a su servicio, querido, en cualquier
momento del día y para lo que guste mandar". Pero no me iban a ganar en gentileza y buenos
modales, así que le hice una reverencia que le hubiera partido a usted el corazón de haberla
visto; me descubrí la cabeza saludando y le guiñé los ojos dos veces como diciéndole: "Bien
ha dicho usted, adorable criatura, Mrs. Tracle, mi encanto, y que me hunda ya mismo en un
pantano si Sir Patrick O'Grandison, baronet, no pone una tonelada.
Graves, Robert El Vellocino de Oro 203
Hera le dio a Afrodita la llave de su cofre de cedro y Afrodita lo abrió. Allí encontró una estupenda
colección de juguetes -hombres de arcilla montados a caballo, toritos y carros de bronce, muñecas
de grandes traseros talladas en esteatita, barcos de madera pintados con todos los detalles, incluso
velas y remos, y Otros objetos indecentes, que, como mujer, no me atrevo a describir en presencia de los hombres. Pero lo mejor era una preciosa pelota, perfectamente redonda, hecha de cuero de
toro con una lámina de oro cosida por encima; los puntos estaban ocultos por una espiral de esmalte
azul marino hecha con lapislázuli machacado. Zeus había tenido mucho cuidado con este juguete y
el oro no tenía ni una sola abolladura.
Así que Afrodita cogió la pelota y se marchó a las cañadas del Olimpo, tirándola de una mano a otra
mientras caminaba. Yo la seguí, aunque a una distancia prudente, pues Atalanta le teme al genio del
Amor tanto como cualquier mujer. Y allí, bajo un almendro florido, Eros estaba jugando a los dados
con el escanciador del Padre, el joven Ganimedes, haciéndolos rodar por la verde ladera. Eros
sonreía, oprimiendo contra su pecho izquierdo una docena o más de dorados dados que le hubieran
caído al suelo si los hubiera sostenido en la mano. El pobre Ganimedes estaba sentado en cuclillas,
con una expresión de pena en su rostro, tirando su último par de dados. Salió el Can, que en el
Olimpo, igual que entre nosotros los mortales, es el que recibe menos puntuación, y Eros recogió
también con avidez aquel par de dados. La sombra de su madre se proyectó sobre la hierba y el
muchacho se volvió de pronto con aspecto culpable y protestó:
-No, madre, ha sido juego limpio; esta vez no están cargados, te lo prometo. Los he ganado jugando
limpio, lo juro por la Estige.
Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 203
—Llámase —respondió el cura—, la princesa Micomicona, porque, llamándose
su reino Micomicón, claro está que ella se ha de llamar así.—No hay duda en eso —respondió Sancho—; que yo he visto a muchos
tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamándose Pedro de
Alcalá, Juan de Úbeda y Diego de Valladolid; y esto mesmo se debe de usar allá
en Guinea: tomar las reinas los nombres de sus reinos.
—Así debe de ser —dijo el cura—; y en lo del casarse vuestro amo, yo haré
en ello todos mis poderíos.
Con lo que quedó tan contento Sancho, cuanto el cura admirado de su
simplicidad y de ver cuán encajados tenía en la fantasía los mesmos disparates
que su amo, pues sin alguna duda se daba a entender que había de venir a ser
emperador. Ya en esto se había puesto Dorotea sobre la mula del cura, y el barbero
se había acomodado al rostro la barba de la cola de buey, y dijeron a
Sancho que los guiase adonde don Quijote estaba, al cual advirtieron que no
dijese que conocía al licenciado ni al barbero, porque en no conocerlos consistía
todo el toque de venir a ser emperador su amo; puesto que ni el cura ni
Cardenio quisieron ir con ellos, porque no se le acordase a don Quijote la pendencia
que con Cardenio había tenido, y el cura porque no era menester por
entonces su presencia. Y así, los dejaron ir delante y ellos los fueron siguiendo
a pie poco a poco. No dejó de avisar el cura lo que había de hacer Dorotea, a
lo que ella dijo que descuidasen, que todo se haría sin faltar punto, como lo
pedían y pintaban los libros de caballerías.
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