REY JESÚS
DE
ROBERT GRAVES
Había siete árboles en un espacio circular cubierto con arena del mar: eran una retama,
un sauce, un coscojo, un almendro, un terebinto, un membrillo, un granado. Jesús rodeó
el bosquecillo, bendiciendo a cada árbol mientras Nicanor lo miraba fijamente. Jesús
canturreó:
Bendito sea cl sol, en el nombre del creador, y el primer día de la semana, que es del
ángel Rafael. Bendita sea en su nombre la retama, bajo la cual el profeta Elías
descansó y fue alimentado.
Bendita sea la luna, en el nombre del creador, y el segundo día de la semana, que es
del ángel Gabriel. Bendito sea en su nombre el sauce, cuyas ramas, enamoradas del
agua, adornan el gran altar el día de los sauces.
Bendito sea el planeta Nergal en el nombre del creador, y el tercer día de la semana, que
es del ángel Sammael. Bendito sea en su nombre el coscojo, cuyo rojo tiñe las
vestiduras del rey ungido y lo defienden de la Hembra, la leprosa.
Bendito sea el planeta Nabu, en el nombre del creador, y el día intermedio de la
semana, que es del ángel Miguel. Bendito sea en su nombre el almendro, cuya vara
floreció en manos del sabio Aarón y cuyo fruto imita cada lámpara del candelabro de
siete brazos.
Bendito sea el planeta Marduk, en el nombre del creador, y el quinto día de la semana,
que es del ángel lzidkiel. Bendito sea en su nombre el terebinto, a cuya sombra se
prometió a Abraham y a su mujer Sara que se multiplicarían como la arena de la
playa.
Bendito sea, en el nombre del creador, el planeta lshtar, y el sexto día de la semana, que
es del ángel 1-lanael. Bendito sea en su nombre el membrillo, cuyo excelente fruto
endulza la Fiesta de los Tabernáculos.
Bendito sea, en el nombre del creador, el planeta Ninib, y el séptimo día da la semana,
que es del ángel Kefarel. Bendito sea en su nombre el granado, en cuya rama se
empala el cordero pascual y cuyo fruto es el único que puede traerse a presencia del
Dios viviente.
Bendito sea por encima de todo el creador de todas las cosas, que es el candelabro de
estas siete lámparas y las protege con su sabiduría, y que ha plantado el árbol de siete
ramas de la vida.
Sea concedido al sol el poder de entibiar o abrasar.
Sea concedido a la luna el poder de nutrir o marchitar.
Sea concedido al planeta Nergal el poder de fortalecer o debilitar.
Sea concedido al planeta Nabu el poder de tornar sabio o necio.
Sea concedido al planeta Marduk el poder de fructificar o esterilizar.
Sea concedido al planeta Ishtar el poder de conceder o negar el deseo del corazón.
Sea concedido al planeta Ninib el poder de tornar santo o maldito.
Bendito sea el dispensador de los poderes, el Señor del Sabbath. Sólo a Él adoro.
Nicanor deseaba ver debajo de cuál de los siete árboles se sentaba Jesús. Se preguntó
por qué evitaba el árbol de la realeza, el del poder, el de la sabiduría, el de la
prosperidad, el de la santidad, y se quedaba al fin humildemente, de rodillas, bajo el
árbol del amor.
Jesús, leyendo sus pensamientos, preguntó:
-¿Acaso no dijo Salomón el sabio de este árbol en su alegoría del amor de Dios por
Israel: «Me senté a su sombra con gran regocijo, pues su bandera sobre mi era amor»?
Nicanor se inclinó reverentemente y preguntó:
Señor, ¿estás preparado para sufrir las cosas necesarias para la realeza? ¿Estás listo
para ser estropeado?
-Estoy dispuesto. Está escrito: «He aquí que el Siervo del Señor prosperará. Será
exaltado y alabado. Muchos se sorprendieron, Señor, ante tu obra, porque su cara estaba
más dañada que la de cualquier otro hombre, y también su cuerpo. Así estropeado,
asperjará muchas naciones con su rama lustral. Los reyes enmudecerán ante él. Verán lo
que no se les ha dicho y aprenderán lo que no han oído antes».
El tercer día, justamente antes del alba, lo condujeron a la luz de las antorchas hasta la
Piedra del Talón, anteriormente el altar oriental de un gilgal, o circulo de piedra,
desaparecido mucho antes. Maria de Betania, hija de José llamado Cleofás, una hermosa
muchacha emparentada con Maria la madre de Jesús, estaba a un lado de la piedra,
acompañada por ella. Una tercera mujer salió de la oscuridad del bosque y se reunió con
las otras dos en silencio, con el rostro velado por un chal.
Nicanor ató a los hombros de Jesús las alas de paloma ceremoniales.
-No temas, gran señor, porque nuestro Dios hará que sus ángeles se ocupen de ti, para
que tu pie sagrado no golpee contra una roca.
Al amanecer, Jesús subió a lo alto de la piedra y Maria, la hija de Cleofás, gritó:
-¡Vuela, paloma de palomas, vuela!
Ante esa señal, los kenitas empezaron a arrojarle piedras, palos e inmundicia hasta que
su rostro quedó lastimado y desfigurado; Jesús cayó de la piedra, como el alado Icaro
cae del cielo en la famosa pintura de Zeuxis. Pero siete notables de Tabor, cuyos
nombres eran los de los arcángeles Rafael, Gabriel, Sammael, Miguel, Izidkiel, Flanael
y Kefarel, aguardaban al pie de la roca y lo sostuvieron antes de que sus pies tocaran el
suelo.
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