Vladimir Nabokov
El hechicero
Un poco más arriba, en la translúcida
bifurcación de una vena, trabajaba con tesón el mosquito. Lo apartó
celosamente, contribuyendo sin proponérselo a que se cayera un pliegue de la
ropa que hacía tiempo que estaba interponiéndose en su camino, y entonces
aparecieron aquellos extraños e invisiblemente pequeños pechos, casi se diría
que hinchados como sendos abscesos tiernos, y luego quedó al desnudo un
delgado e infantil músculo, y a su lado el abierto y lechoso hueco de la axila, con
cinco o seis líneas divergentes y sedosamente oscuras, y también fluía allí
oblicuamente el dorado riachuelo de la cadenilla (con un crucifijo,
probablemente, o algún amuleto), y luego aparecía de nuevo el algodón, la
manga de su brazo estirado de manera forzada hacia atrás.
Un nuevo camión pasó violentamente, aullando y haciendo temblar toda la
habitación, e interrumpió su minuciosa exploración. Se quedó incómodamente
inclinado sobre ella, escrutándola sin querer con su mirada, notando cómo se
mezclaba el aroma adolescente de la piel con el del pelo rojizo hasta penetrar en
su sangre como una desgarradora comezón. Qué voy a hacer contigo, que voy
a...
La niña soltó un suspiro sin despertarse, abrió su cerradísimo ombligo como
si fuera un ojo, y luego, lentamente, con un arrullador gemido, exhaló el aire, y
bastó esto para que volviera a sumergirse hasta el fondo de su anterior modorra
(Divina Comedia) DANTE
Séptimo círculo (Violencia)
En el séptimo círculo se encuentran los violentos. Su entrada es vigilada por el Minotauro, y se divide en tres anillos:
• Anillo exterior: Esta ronda alberga a los violentos contra la gente y la propiedad. Están inmersos en el
Flegetonte, un río de sangre hirviente, hundidos según la gravedad del pecados: Alejandro Magno está inmerso
hasta las cejas. Los centauros, liderados por Quirón, patrullan el lugar disparando flechas a quienes intentan
escapar. El centauro Neso guía a los poetas a través del Flegetonte (Canto XII). Este pasaje estuvo quizás
influenciado por la obra medioeval Visio Karoli Grossi.[12]
• Anillo del medio: En éste anillo están los suicidas (los violentos contra sí
mismos), los cuales, transformados en nudosos árboles, son picoteados y
desgarrados por Harpías que allí anidan. Llegado el día del Juicio Final, esta
clase de almas, en vez de revestirse con sus cuerpos al recobrarlos, los
colgarán de sus ramas, pues sería injusto volver a tener lo que uno se ha
quitado voluntariamente. Dante, al romper una rama y comenzar a sangrar,
oye una voz, la de Pier della Vigna, quien se suicidó después de perder la
confianza de Federico II (su presencia aquí, indica que Dante cree que la
acusación hacia él es falsa[13]). Los árboles son metáfora del estado de la
mente del suicida.[14] Los otros residentes del anillo son los derrochadores,
quienes destruyeron sus vidas destruyendo lo que tenían de valor (por
ejemplo: el dinero y las propiedades). Ellos están perpetuamente perseguidos
y mordidos por perras (Canto XIII).
Anillo interior: Aquí están los violentos contra Dios ( blasfemadores) y los violentos contra naturaleza
(sodomitas y, como se explicó en el sexto círculo, los usureros) todos los cuales están en un desierto ardiente de
arena con una lluvia de llamas. Los blasfemadores están echados en la arena, los usureros sentados, y los
sodomitas deambulan en grupos. Dante conversa con dos florentinos sodomitas de diferentes grupos. Uno de ellos
es el mentor de Dante, Brunetto Latini. Dante está muy sorprendido y tocado por el encuentro y muestra gran
respeto por su "maestro" ("me enseñabais cómo se inmortaliza el hombre: / y cuanta gratitud de ello guardo,
mientras viva, / es necesario que mi lengua lo discierna."[15]), esto refuta la idea de que Dante solo pone a sus
enemigos en el Infierno.[16] Los otros sodomitas son Jacopo Rusticucci, político, que culpa a su esposa por su
destino. Los castigados por usura incluyen a los florentinos Catello di Rosso Gianfigliazzi, Ciappo Ubriachi, y
Giovanni di Buiamonte; a los paduanos Reginaldo degli Scrovegni y Vitaliano di Iacopo Vitaliani. Están
identificados no por el nombre, sino por el escudo estampado en las bolsas alrededor del cuello - monederos de
los cuales "sus ojos parecían deleitarse"[17] (Cantos XIV a XVII).
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