MO YAN RANA
E d u a r d o M e n d o z a R i ñ a d e g a t o s
Con toda certeza le irían a buscar y le
brindarían su protección a cambio de la valiosa información sobre los futuros
acontecimientos en España, obtenida de un modo involuntario pero con notable riesgo por
su parte. Nada podía interesar tanto al servicio de inteligencia británico como datos
directos y fidedignos relativos a un inminente golpe militar y a la identidad de sus
cabecillas.
Consciente de su deplorable aspecto, se dirigió al recepcionista con actitud
desafiante, reclamó el teléfono para hacer una o dos llamadas y preguntó si en su ausencia
había habido alguna visita o alguna llamada.
—¿Alguna? ¡Hombre, si desde que se inscribió usted en el hotel, esto parece el baile
de la Bombilla!
Las peripecias de la jornada habían agotado las energías del inglés. Sintiéndose
desfallecer, pidió al recepcionista un vaso de agua. El recepcionista sacó un botijo de
debajo del mostrador y se lo dio. El agua fresca con aroma de anís le devolvió la vida.
Lolita
Vladimir Nabokov
Asistía a una escuela diurna inglesa a pocas millas de Mirana; allí jugaba al
tenis y a la pelota, obtenía excelentes calificaciones y estaba en términos
perfectos con mis compañeros y profesores. Los únicos acontecimientos
definitivamente sexuales que recuerdo antes de que cumpliera trece años (o sea
antes de que viera por primera vez a mi pequeña Annabel) fueron una
conversación solemne, decorosa y puramente teórica sobre las sorpresas de la
pubertad, sostenida en el rosal de la escuela con un alumno norteamericano, hijo
de una actriz cinematográfica por entonces muy celebrada y a la cual veía muy
rara vez en el mundo tridimensional, y ciertas interesantes reacciones de mi
organismo ante determinadas fotografías, nácar y sombras, con hendiduras
infinitamente suaves, en el suntuoso La Beauté Humaine, de Pichon, que había
hurtado de debajo de una pila de Graphics encuadernados en papel jaspeado, en
la biblioteca de la mansión. Después, con su estilo deliciosamente afable, mi
padre me suministró toda la información que consideró necesaria sobre el sexo
http://www.iespedrosoto.es/latin2/mitologia/driope.html
Robert Graves
La Diosa Blanca
B es el ciervo
(o toro salvaje) Hércules que inicia el año. Las siete peleas, o siete puntas de sus astas,
son meses futuros o pasados, pues Beth es el séptimo mes después de Duir, el mes del
roble, y el séptimo mes desde Beth es otra vez Duir. El «Boibalos» del hechizo de
Hércules contenido en el Boibel-Loth era un antílope. El «buey de siete peleas» órfico
está indicado en Isis y Osiris, de Plutarco, donde describe cómo en el solsticio hiemal llevan la vaca dorada de Isis, envuelta en un paño negro, siete veces alrededor del
santuario de Osiris, a quien identifica con Dioniso. «Al circuito se le llama `La
búsqueda de Osiris' porque en el invierno la diosa anhela el agua del Sol. Y da siete
vueltas a su alrededor porque él termina su paso del invierno al solsticio de verano en el
séptimo mes.» Plutarco cuenta meses de 28 días y no de 30, pues de otro modo el paso
terminaría en el sexto.
L es la estación de las inundaciones de febrero.
N se concentra en la primera mitad de marzo, que «llega como un león» con
vientos que secan las inundaciones.
F queda explicado en el conocido villancico medieval:
He carne all so still
Wbere bis mother toas,
Like dew in April
That falleth on grass.
(Se acercó a donde estaba su madre tan suavemente como el rocío que en abril cae sobre
el césped.) Pues éste es el verdadero comienzo del año sagrado, cuando la cierva y la
vaca cimarrona paren sus crías y cuando nace el niño Hércules, engendrado en las
orgías del solsticio estival. Hasta ahora ha estado navegando en. su barquilla por las
aguas y ahora se acuesta resplandeciente en la hierba.
S es el mes en que anidan las aves. En Can y Meirch («Canción de los caballos»)
de Gwion hay una serie parcial de «Yo he sido» como una interpolación. Uno de ellos
es: «Yo he sido una grulla en una pared, una visión maravillosa»
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