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JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS
Se abre la verja del jardín
con la docilidad de la página
que una. [recuente devoción interroga
y adentro las miradas
no precisan fijarse en los objetos
que ya están cabalmente en la memoria.
Conozco las costumbres y las almas
y ese dialecto de alusiones
que toda agrupación humana va urdiendo.
No necesito hablar
ni mentir privilegios;
bien me conocen quienes aquí me rodean,
bien saben mis congojas y mi flaqueza.
Eso es alcanzar lo más alto,
lo que tal ve/ nos dará el Cielo:
no admiraciones ni victorias •
sino sencillamente ser admitidos
como parte de una Realidad innegable,
tomo las piedras v los árboles.
LAS BELLEZAS DEL TALMUD CANSINOS
Una piedra ofrecida y aceptada. Leyenda
En todas las ciudades de Judea había un festivo revuelo, un incesante trajín para preparar ofrendas y víctimas y llevarlas a Jerusalén, y todos los caminos que conducían a la santa ciudad estaban llenos de solícitos oferentes que hacían resonar los aires con alegres canciones.
En medio de este tumulto festivo, el pío Haniná caminaba triste, muy triste, con la cabeza baja. Ardía el buen
hombre en deseos de dirigirse también a Jerusalén, pero se avergonzaba de ir sin ofrendas. Y no tenía medio alguno de adquirirlas, porque era tan pobre que apenas tenía para sustentar la vida.
El espectáculo de aquel bullicio redoblaba su melancolía, y así se salió de la ciudad y fue a sentarse sobre unas ruinas; y allí por entre los escombros daba vueltas apresurado. En uno de sus paseos tropezó con una gran piedra, se detuvo y le vino a la mente una idea. Ya que — dijo para sí- no pueda llevar otra cosa, llevaré esta piedra y la consagraré al templo.
Contento con aquella idea, se puso con toda el alma a tra-bajar la piedra, la limpió, la pulió, la abrillantó y la adornó con bellos colores. Satisfecho de su obra, se dispuso a dar cima a su pensamiento. Pero el pobre hombre no había contado con lo mejor. ¿Cómo llevar aquel grave peso hasta Jerusalén? A este imprevisto obstáculo, el mísero volvió a caer en profunda tristeza.
Entretanto, he aquí que pasan cerca de él dos robustos obreros. Haniná se reanima, los llama y les pregunta cuánto querrían por llevar aquella piedra a Jerusalén.
— Cien monedas — respondiéronle.
- !Cien monedas! - repite espantado el doctor—. No po
dría daros más de cinco.
Y con las lágrimas en los ojos, se apoya en su amada piedra y ruega.
Pasan otros obreros, se acercan a él, le preguntan su deseo, le proponen contentarle por la gracia de cinco monedas: se hacen cargo de la piedra, y en un abrir de ojos he aquí a todos en Jerusalén.
El piadoso varón va a pagarles, se vuelve y... habían desaparecido. Eran dos ángeles
Título: El laberinto de la fortuna
Autor: Juan de Mena
Si los fechos segunt los fizieron
vos plaze, lectores, que vos lo relate,
sufrid que mis versos un poco dilate,
por que no vengamos en lo que vinieron.
Por mucho que el sabio prudente, discreto
encubre por cabo sus fechos e zela,
más son las cosas que Fama revela
que non las que sabe callar el secreto;
éstos, aviendo medroso respecto,
con una persona muy encantadera
tovieron secreto lugar e manera
donde sus suertes ovieron efecto.
Pulmón de linçeo allí non fallesçe,
de yena non menos el nudo más tuerto,
después que formada de espina de muerto,
e ojos de loba después que encaneçe,
medula de çiervo que tanto envejesçe
que traga culuebra por rejuvenir,
e de aquella piedra que sabe adquerir
el águila quando su nido fornesçe.
RANA Mo Yan
Fue él quien me explicó,
después de que le quitara los piojos, lo que era una explosión sónica.
—La explosión sónica es el choque de onda provocado por un
avión que está volando a una velocidad supersónica.
—¿Qué es la velocidad supersónica?
—¡Significa más rápido que la velocidad del sonido! ¡No sabes
nada, idiota!
En las maniobras del aeropuerto de Jiaozhou, solo se podían
contemplar los rayos de luz de los reflectores. Algunos decían que
no servían para maniobrar, que eran meros faros para iluminar a los
aviones. Los rayos se movían de un lado a otro. A veces, se fundían
en uno; otras, se formaban líneas paralelas; otras, iluminaban a un
pájaro, que mareado descendía con nerviosismo, como una mosca
que se ha caído en una botella vacía. Siempre que se encendían los
reflectores se oía el aterrizaje de los aviones. En cuestión de minutos,
éramos testigos de unas sombras gigantes, y la luz dibujaba sencillas
siluetas: una cabeza, una cola y dos alas. Parecían aprovechar los rayos
para aterrizar y volver a su nido. El avión es como un ave, igualito
a un pájaro que vuelve a su nido.
PAUL AUSTER
La trilogía
de Nueva York
-¿Nuevo lenguaje?
-Sí. Un lenguaje que al fin dirá lo que tenemos que decir. Porque nuestras
palabras ya no se corresponden con el mundo. Cuando las cosas estaban enteras nos
sentíamos seguros de que nuestras palabras podían expresarlas. Pero poco a poco estas
cosas se han partido, se han hecho pedazos, han caído en el caos. Y sin embargo
nuestras palabras siguen siendo las mismas. No se han adaptado a la nueva realidad. De
ahí que cada vez que intentamos hablar de lo que vemos, hablemos falsamente,
distorsionando la cosa misma que tratamos de representar. Esto ha hecho que todo sea
confusión y desorden. Pero las palabras, como usted comprende, son susceptibles de
cambio. El problema es cómo demostrarlo. Por eso trabajo ahora con los medios más
simples, tan simples que hasta un niño pueda comprender lo que digo. Considere una
palabra que remite a una cosa: “paraguas”, por ejemplo. Cuando digo la palabra
“paraguas”, usted ve el objeto en su mente. Ve una especie de bastón con radios
metálicos plegables en la parte superior que forman una armadura para una tela
impermeable, la cual, una vez abierta, le protegerá de la lluvia. Este último detalle es
importante. Un paraguas no sólo es una cosa, es una cosa que cumple una función, en
otras palabras, expresa la voluntad del hombre. Cuando uno se para a pensar en ello,
todos los objetos son semejantes al paraguas, en el sentido de que cumplen una función.
Ahora, mi pregunta es la siguiente: ¿qué sucede cuando una cosa ya no cumple su
función? ¿Sigue siendo la misma cosa o se ha convertido en otra? Cuando arrancas la
tela del paraguas, ¿el paraguas sigue siendo un paraguas? Abres los radios, te los pones
sobre la cabeza, caminas bajo la lluvia, y te empapas. ¿Es posible continuar llamando a
ese objeto un paraguas?
En general, la gente lo hace. Como máximo, dirán que el paraguas
está roto. Para mí eso es un serio error, la fuente de todos nuestros problemas.
Puesto que ya no cumple su función, el paraguas ha dejado de ser un paraguas. Puede
que se parezca a un paraguas, puede que haya sido un paraguas, pero ahora se ha convertido en otra cosa. La palabra, sin embargo, sigue siendo la misma
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA
Al pasar un tranvía delante de Raban, muchas personas de su alrededor
se abalanzaron hacia la escalera del coche, con unos pocos paraguas
abiertos y puntiagudos que sostenían con las manos apretadas contra
los hombros. Raban, que tenía la maleta debajo del brazo, bajó de la
acera y pisó con fuerza un charco invisible. En el coche había un niño
de rodillas sobre un banco y apretaba las puntas de los dedos de ambas
manos contra los labios, como si se despidiera de alguien. Algunos pasajeros
se apearon y tuvieron que caminar unos pocos pasos a lo largo
del coche para salir del tumulto. Entonces una dama subió al primer escalón;
la cola de su vestido, que sujetaba con ambas manos, llegaba
casi al suelo. Un señor se sujetaba a la barra de latón y con la cabeza
erguida le contaba algo a la dama. Todos los que querían subir estaban
impacientes. El conductor gritó.
Raban, que ahora se encontraba en el borde del grupo que esperaba, se
volvió, pues alguien había gritado su nombre.
–Ah, Lenient –dijo con lentitud, y le ofreció al que se acercaba el dedo
meñique de la mano con la que sujetaba el paraguas.
–Así que este es el novio que viaja en pos de la novia.
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