viernes, julio 12, 2013

BABIECA Y EL CABALLO BLANCO DE SANTIAGO.

 

  

PAUL AUSTER
La trilogía
de Nueva York

Esto convertiría a Blanco en el verdadero escritor, y
Negro no sería más que su sustituto, una falsificación, un actor sin sustancia propia. Hay
veces en que, siguiendo este pensamiento hasta sus últimas consecuencias, Azul cree
que la única explicación lógica es que Negro no es un solo hombre, sino varios. Dos,tres, cuatro hombres parecidos que interpretan el papel de Negro para que Azul lo vea,
cada uno cumpliendo su horario y luego regresando a las comodidades de su hogar. Pero
es un pensamiento demasiado monstruoso para que Azul pueda considerarlo durante
mucho tiempo. Pasan los meses y al fin se dice a sí mismo en voz alta: Ya no puedo
respirar. Esto es el fin. Me estoy muriendo.
Estamos a mitad del verano de 1948. Reuniendo al fin el valor necesario para
actuar, Azul coge su bolsa de disfraces y busca una nueva identidad. Después de
descartar varias posibilidades, se decide por un viejo que solía mendigar en las esquinas
de su barrio cuando él era niño -un personaje local que se llamaba Jimmy Rosa- y se
engalana con la vestimenta de un vagabundo: ropa de lana andrajosa, zapatos atados con
cuerdas para evitar que las suelas se desprendan, una bolsa de lona estropeada para
contener sus pertenencias y luego, por último, una ondeante barba blanca y pelo blanco
largo. Estos detalles finales le dan el aspecto de un profeta del Viejo Testamento. Azul
disfrazado de Jimmy Rosa no es tanto un escrofuloso mendigo como un loco sabio, un
santo que vive en la marginalidad de la penuria. Un poco chiflado quizá, pero
inofensivo: emana una dulce indiferencia hacia el mundo que le rodea, pues dado que
todo le ha ocurrido anteriormente, ya nada puede perturbarle.

 

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JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

Eres la perdición fraguándose un mundo
con los reflejos y las deformaciones de éste;
sufres de caos, adoleces de irrealidad,
te empeñas en jugar con naipes raspados la vida;
tu alcohol mueve peleas,
tus griegas manosean envidiosos libros de magia.
¿Será porque el infierno es vacío
que es espuria tu misma fauna de monstruos
y la sirena prometida por ese cartel es muerta y de cera?
Tienes la inocencia terrible
de la resignación, del amanecer, del conocimiento,
la del espíritu no purificado, borrado
por los días del destino y que ya blanco de muchas luces, ya nadie,
sólo codicia lo presente, lo actual, como los hombres viejos.
Detrás de los paredones de mi suburbio, los duros carros
rezarán con varas en alto a su imposible dios de hierro y de polvo,
pero, ¿qué dios, que ídolo, qué veneración la tuya, Paseo de
Julio?
Tu vida pacta con la muerte;
toda felicidad, con sólo existir, te es adversa.

 

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Miguel de Cervantes  DON QUIJOTE

Así como la víbora no merece ser
culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela
dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa, que
la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado, o como la espada
aguda: que ni él quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra
y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no
debe de parecer hermoso. Pues, si la honestidad es una de las virtudes que al
cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es
amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que por sólo su
gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre,
y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas
son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los
árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy
apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado
con las palabras. Y, si los deseos se sustentan con esperanzas, no
habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, en fin, de ninguno de
ellos, bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y, si se
me hace cargo que eran honestos sus pensamientos y que por esto estaba obligada
a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde
ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo
que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto
de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura

  

Robert Graves
La Diosa Blanca

A Tetis
se le atribuía el poder de cambiar de aspecto; en realidad le servían varios colegios de sacerdotisas, cada uno de los cuales tenía un ave o un animal totémico diferente: yegua,
osa, grulla, pez, torcecuello, etcétera.
El mismo mito ha sido entretejido de una variedad de maneras. En algunas
versiones se destaca el casamiento ficticio, que era una parte integrante de la
coronación. El mito argivo de las cincuenta danaides que se casaron con los cincuenta
hijos de Aegiptos y mataron a todos menos uno en su noche de bodas común, y el mito
persa-egipcio-griego de Tobías y la hija de Raguel, a cuyos siete maridos anteriores
había matado el demonio Asmodeo -en persa, Aeshma Daéva- en su noche de bodas,
son originalmente idénticos.
Las diversas versiones contradictorias del mito de las danaides nos ayudan a
comprender el ritual que lo originó. Píndaro, en su Cuarta Oda Pítica, dice que las
novias eran perdonadas, purificadas por Hermes y Atenea y ofrecidas como premios a
los vencedores en los juegos públicos. Autores posteriores, como Ovidio y Horacio,
dicen que no se las perdonaba, sino que se las condenaba a verter eternamente agua en
una vasija llena de agujeros

 

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