S.J. AGNON HUESPED POR UNA NOCHE 97
VLADIMIR NABOKOV CUENTOS 97
—Tenemos que jugar uno de individuales —apuntó el coronel, dándole una
palmada a su hijo en la espalda, mientras éste, sonriendo, recogía el blazer de rayas
de su club con el escudo violeta en el pecho.
—¡Té! —dijo Maureen—. Me muero por una taza de té.
Todos se encaminaron hacia la sombra de un olmo gigante donde el mayordomo y
la doncella, uniformada en blanco y negro, habían dispuesto una mesa portátil.
Había té negro como la cerveza de Munich, sandwiches que consistían en rodajas
de pepino colocadas sobre unos rectángulos de pan sin corteza, un bizcocho oscuro
picado con pasas y unas enormes fresas con nata. También había varias botellas de
barro con ginger-ale.
—En mis tiempos —empezó el coronel, dejándose caer con movimientos pesados
pero también placenteros en una silla de lona—, preferíamos deportes más duros y
sangrientos, auténticamente ingleses, el rugby, el cricket, la caza. Hay un cierto
toque extranjero en los juegos de hoy día, algo un punto frágil. Soy un fiel defensor
del dominio masculino, de la carne jugosa, de la botella de oporto al caer de la
tarde, lo cual no me impide —concluyó el coronel, mientras se alisaba su gran
bigote con un pequeño cepillo— gozar con los vigorosos cuadros antiguos que
tienen el mismo lustre que aquel vino poderoso.
—Por cierto, coronel, ya hemos colgado La Veneciana —dijo McGore con su voz
lastimera, dejando el sombrero en la hierba, junto a su silla, y rascándose la
coronilla, calva como una rodilla, en torno a la cual todavía se aprestaban unos
pocos y sucios rizos grises—• Elegí el lugar mejor iluminado de la galería. Han
instalado una lámpara encima. Me gustaría que usted lo viese.
El coronel detuvo el brillo de su mirada primero en su hijo, después en el
avergonzado Simpson, y luego sobre Maureen, que no paraba de reírse y hacer
muecas como si se quemase con el té demasiado caliente.
—Mi querido Simpson —exclamó enérgicamente aprovechándose de su presa
elegida—, ¡usted no lo ha visto todavía! Perdóneme por arrancarle de su sandwich,
amigo mío, pero me siento en la obligación de mostrarle mi cuadro nuevo. Los
entendidos están como locos con él. Venga. A Frank ni me atrevo a pedírselo.
Frank asintió jovialmente.
—Tienes razón, padre. Los cuadros me perturban.
—Volveremos en seguida, señora McGore —dijo el coronel mientras se levantaba
—. Tenga cuidado, va a pisar la botella —le dijo a Simpson que también se había
levantado—. Prepárese para verse inundado en belleza.
Los tres se encaminaron hacia la casa a través del césped suavemente iluminado
por el sol. Frunciendo el ceño, Frank los miró fijamente, para después observar el
sombrero de McGore abandonado en la hierba junto a la silla (exhibía abiertamente
ante Dios, ante el azul del cielo y ante el sol, su blanquecino envés con una mancha
grasienta justo en el centro, sobre la marca de una sombrerería vienesa), y luego,
volviéndose hacia Maureen, dijo unas breves palabras que sin duda sorprenderán al
lector poco perspicaz. Maureen estaba sentada en un sillón bajo, cubierta por
trémulos anillos de sol, con la frente apoyada en la red dorada de la raqueta, y su
rostro se volvió de inmediato un punto más viejo y también más severo cuando
Frank le dijo:
—Vamos, Maureen. Ya es hora de que tomemos una decisión...
SESENTA
El sistema de numeración babilónico tenía una base de sesenta; un sistema de numeración con la base sesenta se llama un sistema sexagesimal de numeración.En geografía el sesenta es un número igualmente importante: la circunferencia de la Tierra es de 360 grados, es decir, seis veces sesenta; cada grado se divide en sesenta minutos, y cada minuto en sesenta segundos. De forma análoga, en la medición del tiempocada hora se divide en sesenta minutos, y cada minuto en sesenta segundos. Justamente, esto como una herencia de los Sumerios, que utilizaron la división de la circunferencia en 360 grados, el año en 12 meses, el día en 12 horas y la noche en la misma cantidad. También proviene de ellos la semana de 7 días.El origen de la popularidad del número 60 debe buscarse en que es el resultado de multiplicar 5 por 12. Ya desde la antigüedad el 12 era un número importante, resultante de las veces que la Luna da la vuelta a la Tierra en un año. Por su parte, el 5 era igualmente importante, ya que corresponde a los dedos de una mano, que los pueblos primitivos utilizaban para contar
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