SUTRA DE LA LUZ DORADA pág. 75
18. CAPÍTULO SOBRE LA TIGRESA
La reina, tumbada sobre su cama, vio un sueño mostrando la
separación de un ser amado. Fue de este modo. Su pecho estaba siendo cortado y
sus dientes arrancados. Las tres jóvenes palomas que sujetaba estaban
atemorizadas y una fue cogida por un halcón. Entonces cuando su corazón fue
aterrorizado por el temblor de tierra, la reina se despertó de repente y se perdió en el
pensamiento:
Recuerdo que en anteriores nacimientos hubo un rey llamado Mahãratha. Y
este tenía un hijo muy generoso llamado el excelente Mahãsattva. Y entonces este
tenía dos hermanos llamados Mahãdeva y Mahãpranãda. Y los hermanos fueron
juntos a un bosque salvaje. Vieron a una tigresa vencida por el hambre. La
compasión surgió en ese excelente ser: ”Porque ahora me sacrificaré a mí mismo,
pues esta tigresa, oprimida por el hambre y la sed, devorará a sus propios
cachorros”. Y Mahãsattva, hijo de Mahãratha, se deslizó por la ladera de la montaña,
cuando vio a la tigresa hambrienta, para salvar a las crías de la tigresa, por
compasión. La tierra con sus montañas se agitó. Volaron diversas bandadas de
pájaros. Una manada de ciervos se atemorizó. Este mundo fue llenado de oscuridad.
Sus dos hermanos, Mahãpranãda y Mahãdeva, habiendo buscado en ese gran,
excelente bosque, no encontraron a Mahãsattva. Con extrema y profunda
pena y dolor en sus corazones, vagaron, inconscientes, por el bosque. Buscaron a
su hermano, sus rostros (cubiertos) de lágrimas. Vagaron por el medio del bosque.
Ambos príncipes, Mahãpranãda y Mahãdeva, fueron donde descansaba la débil
tigresa. Viendo a la tigresa y a sus cachorros, los labios de la tigresa cubiertos de
sangre, y viendo algunos cabellos y huesos esparcidos por el suelo, ya que unas
pocas gotas de su sangre habían caído al suelo, los dos príncipes contemplaron el
suelo rociado de sangre. Se desmayaron y con sus mentes afectadas, cayeron allí al
suelo, sus extremidades cubiertas de barro y polvo, despojados de su sentido de la
memoria, con pensamientos confusos. Y sus asistentes, lamentándose con voz
lastimera, oprimidos por una profunda pena, los rociaron de agua y sollozaban de
pie con los brazos alzados. Y tan pronto como cayó, su madre y portadora, la
reina principal, junto a quinientas mujeres, entró en palacio y se sentó
cómodamente. Producida por ambos pezones de su pecho, de repente fluyó leche
pues todo su cuerpo estaba atormentado como si fuera pinchado por agujas.
La condición humana
de
André Malraux 75
Una explosión intensa resonó sobre la acera; a pesar del
humo, una mancha de sangre de un metro
apareció sobre el muro. El humo se apartó:
el muro estaba lleno de sangre
y de carne. El segundo insurrecto por
falta de apoyo y deslizándose con todo
su peso a lo largo del tejado, había
arrancado al primero. Ambos habían
caído sobre sus propias granadas.
Graves, Robert El Vellocino de Oro 75
Pero Jasón tampoco oyó estas palabras; estaba ocupado despojando a uno de los bueyes de su
blanca piel. Los nobles que lo contemplaban despreciaban su habilidad, pues desollar era una tarea
que los hombres de cuna distinguida dejaban para sus servidores. Con un corte aquí, y uno allá y
otro corte más allá, Jasón extrajo la piel completa sin que una gota de sangre manchara el blanco
pelo. Mientras Jasón estaba atareado en esto, el Fantasma del pastor se acercó lentamente con
mirada asesina. Linceo metió apresuradamente la mano en el zurrón, sacó tres alubias, las introdujo
en su boca y las escupió luego al pastor.
-¡Vete! ¡Vete! ¡Vete! -murmuró.
El Fantasma se desvaneció con un grito mudo de dolor y rabia.
ROBERT GRAVE LA DIOSA BLANCA 75
El enigma: «He estado tres periodos en el castillo de Arianrhod».
Arianrhod («Rueda de plata») aparece en la Tríada como la «hija rodeada de
plata de Dón» y es uno de los personajes principales del Romance de Math el hijo de
Mathonwy. Nadie que conozca las abundantes variantes de la misma leyenda en todas
las colecciones de mitos europeos puede poner en duda su identidad. Es la madre del
habitual Dylan, Niño-Pez Divino, quien, después de matar al común Reyezuelo (como
el Año Nuevo Petirrojo hace el día de San Esteban) se convierte en Llew Llaw Gyffes
(«el León de la mano firme»), el habitual, bello y perfecto, héroe solar, con los
habituales mellizos celestiales a su lado. Arianrhod adopta entonces la forma de
Blodeuwedd, la habitual diosa del Amor; mata traidoramente (como de costumbre) a
Llew Llaw -la leyenda es por lo menos tan antigua como la epopeya babilónica de
Gilgamesh- y luego se transforma, primero en la habitual Lechuza de la Sabiduría, y
después en la habitual Vieja-Cerda-que-devora-a-su-lechigada; así alimenta a la carne
muerta de Llew. Pero Llew, cuya alma ha tomado la forma habitual del águila, es, como
de costumbre, devuelto a la vida.
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