domingo, septiembre 14, 2014

LA LLAVE.




TEXTOS DE LAS PIRAMIDES   141



El Vellocino De Oro
Robert Graves     141


Les arrojó agua fría en la cara para hacerlos volver en sí.
Por la mañana todos estuvieron de acuerdo en que debían reanudar su viaje cuanto antes y hacer su
próxima escala en la desembocadura del río Cío, que está al abrigo de las altas montañas de
Argantonia. Mientras tanto Idmón se encargó de apaciguar a los espíritus de un modo más eficaz de
lo que se les había apaciguado en el funeral.
Ordenó a sus camaradas que se lavasen tres veces en el mar y una vez en agua de manantial (tal
como él mismo hizo), y que se ciñeran la frente con coronas verde-gris de olivo. Luego, puesto en
pie sobre el túmulo de Cícico, y vestido con su túnica sacerdotal, los hizo desfilar a todos ante él y
tocó a cada uno con una ramita de laurel de buen agüero. A continuación sacrificó unos cerdos,
derramando primero su sangre sobre los túmulos y asándolos a continuación sobre hogares bajos,
hasta que todo quedó consumido por las llamas.
-¡Comed bien, queridos espíritus! -exclamó Idmón con su voz aguda.
Entonces colocó treinta y cuatro troncos de roble en fila y plantó unas estacas junto a estos troncos,
como si fueran lanzas, y llamó a cada tronco por el nombre de uno de los argonautas. Luego se
llevó a los argonautas andando de puntillas y cruzaron un arroyo descalzos para que el agua que
corría se llevara consigo su olor y no pudieran reconocerlos los espíritus que tan fino olfato tienen.
A continuación regresó solo y se dirigió a los espíritus diciendo:
-Espíritus, olvidad vuestra cólera y contentaos por fin con vuestro lugar de reposo allá abajo. No
aflijáis a los rebaños con plagas ni a las cosechas con añublos. Mirad, frente a vosotros en fila, están
los que os han matado por error. Acosadlos a ellos si queréis, ¡pero no descarguéis vuestra cólera en
sus hijos u otros inocentes!
Llamó a cada uno de los troncos por turno. Finalmente, tapándose la cabeza con su capa, también él
se alejó a hurtadillas y cruzó el arroyo.
-¡A la mar, a la mar! -gritaron los argonautas.




RAMSÉS 1
EL HIJO DE LA LUZ
CHRISTIAN JACQ            141

Homero trituró las hojas secas de salvia, las redujo a polvo y las vertió en una gran concha de
caracol. Le ajustó una caña, encendió la picadura y fumó con deleite.
-Extraña costumbre -juzgó Ramsés.
-Me ayuda a escribir. ¿Cómo se encuentra vuestra maravillosa esposa?
-Nefertari continúa dirigiendo la casa de la reina.
-Las mujeres se muestran mucho en Egipto. En Grecia son más discretas.
-¿Lo lamentáis?
Homero expelió el humo.
-A decir verdad., no. En este punto, sin duda tenéis razón. Pero podría expresar numerosas
críticas.
-Me gustaría oírlas.
La invitación de Ramsés sorprendió al poeta.
-¿Deseáis ser fustigado?
-Si vuestras observaciones permiten aumentar la felicidad de cada día, serán bien venidas.
-Curioso país... En Grecia nos pasamos muchas horas discutiendo, los oradores se inflaman y nos
peleamos a brazo partido. Aquí, ¿quién critica las palabras del faraón?
-Su papel es hacer observar la regla de Maat. Si falla en su tarea, sobreviene el desorden y la
desdicha, que tanto gusta a los hombres.
-¿No le concedéis ninguna confianza al individuo?
-Por mi parte, ninguna. Abandonadlo a sí mismo y será el reino de la traición y de la cobardía.
Enderezar el bastón torcido, tal es la permanente exigencia de los sabios.
Homero lanzó una nueva bocanada.
-En mi Ilíada interviene un adivino al que frecuenté mucho. Conocía el presente, el pasado y el
futuro. Por el presente, experimento una cierta tranquilidad, pues vuestro padre es digno de los sabios que
evocáis. Pero el futuro...
-¿Sois también adivino?
-¿Qué poeta no lo es? Escuchad estos versos de mi primer canto: «Desde las cimas del Olimpo,
descendió Apolo, irritado, llevando el arco a la espalda y el carcaj bien cerrado: estaba lleno de cólera, y en
su espalda, cuando saltaba, las flechas se entrechocaban. Semejante a la noche, avanza y dispara sobre
los hombres... Innumerables troncos se encendieron para quemar los cadáveres.» -En Egipto sólo son
quemados ciertos criminales. Para sufrir una pena tan severa es necesario haber cometido actos
abominables.
Homero pareció irritado.
-Egipto está en paz... ¿Por cuánto tiempo? He tenido un sueño, príncipe Ramsés, y he visto
innumerables flechas surgir de las nubes y atravesar el cuerpo de los hombres jóvenes.




                                       https://www.youtube.com/watch?v=tIviAkBa2cY

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