GEORGES CONCHON EL ESTADO SALVAJE 478
Mensajes Indios Miguel Ángel Asturias 478
YO Y ELLOS
Otra belleza.
Dadme la dimensión.
Dadme el esplendor,
el ojo pulido de obsidiana
en la llama purísima del sueño.
Dadme la creencia, la fe,
las mieles tiernas,
la esperanza de reunir aquí,
después de todo,
a todos los que fueron como yo.
Otra proeza.
Dadme la desventura,
el cincel, la cadena.
Abierto cada poro de mi sangre
desandaré por criptas de silencio
mi camino, hasta dar con el comienzo,
el hallazgo primero,
la espina de nopal,
las pinturas,
las sustancias azules,
el carmín del crustáceo
y el pavor de la arena.
Otra pereza.
Dadme el ocio con ojos,
oídos, olfato, y tacto nuevo,
lo material, la música,
la danza, los tejidos
la plumería y las mancebas
de color de cacao,
la redacción del sueño,
el libro de las ceibas,
el acuático correr
de los dibujos o reflejos
por la corteza blanda
de la antigua escritura.
Mediré el esplendor,
penetraré en la puerta del comienzo
y los que fueron estarán conmigo
(¡Oh, ebriedad del ocio!)
yo y ellos,nada más.
VLADIMIR NABOKOV 478
Encontrarme contigo significa para mí un presagio del destino. Es un signo
de que todo no está perdido todavía, y debo admitir que el otro día, sin ir más lejos,
pensé que todo estaba perdido. ¿Entiendes lo que quiero decir?
—Oh, todo el mundo piensa eso de vez en cuando —dijo Lik.
Llegaron al paseo marítimo. El mar estaba opaco y lleno de olas bajo un cielo
cubierto, y, junto al malecón, aquí y allá, la espuma estallaba contra el asfalto de la
acera. No había nadie salvo una mujer solitaria con pantalones sentada en un banco
con un libro abierto en el regazo.
—Mira, dame cinco francos y te compraré unos cigarrillos para el viaje —dijo
Koldunov rápidamente. Cogió el dinero y añadió en un tono distinto, divertido—.
Mira, aquélla es mi mujer, la que está sentada allí... hazle compañía un minuto, en
seguida vuelvo.
Lik se acercó a la señora rubia y dijo con el automatismo de un actor: «Su marido
volverá en un minuto y se olvidó de presentarme. Soy un primo suyo».
En aquel momento le sorprendió la espuma fría de una ola que le rompió encima.
La señora miró a Lik con sus ojos azules, ingleses, y sin apresurarse cerró el libro rojo
y se fue sin decir ni una palabra.
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