EL PAPA DE LOS CARACOLES HENRI VINCENOT 288
Postura del caballo
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 288
Para entonces yo ya estaba indescriptiblemente aterrado, pero cada vez que
intentaba deshacer mi camino a lo largo de los distintos pasadizos, me volvía a
encontrar en lugares desconocidos —en un invernadero con hortensias y cristales
rotos a través de los cuales se colaba la oscuridad de la noche artificial o en un laborarorio desierto con alambiques polvorientos sobre las mesas. Finalmente fui a
parar a una especie de habitación con percheros monstruosamente atiborrados de
abrigos negros y pieles de astracán; desde detrás de una puerta llegaba un estallido
de aplausos, pero cuando abrí la puerta de golpe, no encontré teatro alguno, sino
únicamente una suave opacidad y una niebla de imitación tan perfecra que incluso
mostraba de forma convincente una serie de manchas correspondientes a unas
confusas farolas. ¡Más que convincentes! Avancé unos pasos e inmediatamente una
inconfundible y bienvenida sensación de realidad reemplazó finalmente a toda
aquella basura irreal contra la que me había ido estrellando por todos los lados. La
piedra que tenía bajo mis pies era un auténtico adoquín de la acera, espolvoreada
con nieve maravillosamente fragante y recién caída. Al principio la frescura
silenciosa y nevada de la noche, que de alguna manera me resultaba extrañamente
familiar, me produjo una sensación placentera después de mi deambular
enfebrecido. Confiadamente, empecé a hacer conjeturas acerca del lugar en el que
había estado y acerca del porqué de la nieve, y qué serían aquellas luces que
brillaban exageradamente aunque indistintas, aquí y allá en la parda oscuridad. Me
puse a mirar e incluso me agaché a tocar una piedra redonda del bordillo de la
acera, y luego me quedé contemplando la palma de la mano, llena de húmedo frío
granular, como si esperara encontrar allí una explicación.
SUTRA DEL LOTO 288
Cristo de Velazquez
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