JAMES JOYCE-ULISES 674
Una lámpara de vestal.
Aquí pondera él cosas que no fueron: lo
que César habría llevado a cabo si hubiera
creído al augur: lo que pudo haber sido:
posibilidades de lo posible como posible: cosas
no conocidas: qué nombre llevaba Aquiles
cuando vivía entre las mujeres.
Ideas de ataúdes alrededor de mí, en
cajas de momias, embalsamadas en especia de
palabras. Tot, dios de las bibliotecas, un dios
pájaro, coronado de luna. Y yo escuché la voz de
ese sumo sacerdote egipcio. En cámaras
pintadas cargadas de tejas libros.
Están inmóviles. No hace mucho activo
en los cerebros de los hombres. Inmóviles: pero
una picazón de muerte está en ellos, para
contarme un cuento lacrimógeno al oído y para
urgirme a que yo cumpla su voluntad.
—Ciertamente —meditó Juan Eglinton—,
de todos los grandes hombres él es el más
enigmático
JORGE I.U1S BORGES—OBRAS COMPLETAS 674
Las verdaderas, las que formulan
íntimas conexiones entre una imagen y otra, han existido siempre;
las que aún podemos inventar son las falsas, las que no vale
la pena inventar. Ésta que digo es la que asimila los sueños
a una función de teatro. En el siglo xvn, Quevedo la formuló
en el principio del Sueño de la muerte; Luis de Góngora, en el.
soneto Varia imaginación, donde leemos:
El sueño, autor de representaciones,
en su teatro sobre el viento armado,
sombras suele vestir de bulto bello.
En el siglo xvm, Addison lo dirá con más precisión. "El alma,
cuando sueña —escribe Addison—, es teatro, actores y auditorio."
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