VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 184
Las ruedecillas resplandecientes del reloj de sus ojos empezaron a moverse cada
vez más deprisa, hasta quedarse fijas, detenidas, contemplando el perfil aquilino de Ivanov. Ivanov limpió la espuma que sobraba con el perfil romo de la navaja y siguió
hablando: «Lo recuerdo muy bien, camarada. Lo siento, pero me resulta
desagradable pronunciar su nombre. Me acuerdo de que usted me interrogó hace
seis años, en Kharkov, recuerdo su firma, querido amigo... Pero como ve, sigo vivo».
Y entonces ocurrió lo que sigue. Los ojillos empezaron a moverse de un lado al otro,
luego se cerraron con fuerza, los párpados apretados como los de un salvaje que
pensara que al cerrarlos se convertiría de inmediato en un ser invisible.
Ivanov movía con parsimonia la navaja a lo largo de la fría mejilla que parecía crujir
con un susurro a su contacto.
JAMES JOYCE
ULISES 184
Ellos andarán sobre él esta noche, viniendo por aquí en la
oscuridad. Él quiere esa llave. Es mía, yo pagué
el alquiler. Ahora yo como su pan salado. Darle la llave también. Todo. El la pedirá. Estaba en
sus ojos.
—Después de todo... —comenzó Haines.
Esteban se dio vuelta y vio que la fría
mirada que lo había medido no era del todo
malevolente.
—Después de todo, yo creo que usted es
capaz de libertarse. Me parece que usted es
dueño de sí mismo
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 543
El.sol caldeaba la llanura; cuando emprendimos
el regreso a la aldea, bajo las primeras estrellas, la arena
era ardorosa bajo los pies. El troglodita me precedió; esa noche
concebí el propósito de enseñarle a reconocer, y acaso a repetir,algunas palabras. El perro y el caballo (reflexioné) son capaces
de lo primero; muchas aves, como el ruiseñor de los Césares,
de lo último. Por muy basto que fuera el entendimiento de un
nombre, siempre sería superior al de irracionales. -
La humildad y miseria del troglodita me trajeron a la memoria
la imagen de Argos, el viejo perro moribundo de la Odisea,
y así le puse el nombre de Argos y traté de enseñárselo. Fracasé
y volví a fracasar. Los arbitrios, el rigor y la obstinación fueron
del todo vanos. Inmóvil, con los ojos inertes, no parecía percibir
los sonidos que yo procuraba inculcarle. A unos pasos de mí,
era como si estuviera muy lejos. Echado en la arena, como una
pequeña y ruinosa esfinge de lava, dejaba que sobre él giraran
los cielos, desde el crepúsculo del día hasta el de la noche. Juzgué
imposible que no se percatara de mi propósito. Recordé
que es fama entre los etíopes que los monos deliberadamente no
hablan para que no los obliguen a trabajar y atribuí a suspicacia
o a temor el silencio de Argos
Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 543
si se va por tierra, hay cinco mil leguas, dos más a menos; pero si se
va por el aire y por la línea recta, hay tres mil y docientas y veinte y siete. Es
también de saber que Malambruno me dijo que, cuando la suerte me depara se al caballero nuestro libertador, que él le enviaría una cabalgadura harto
mejor y con menos malicias que las que son de retorno, porque ha de ser aquel
mesmo caballo de madera sobre quien llevó el valeroso Pierres robada a la linda
Magalona, el cual caballo se rige por una clavija que tiene en la frente que le
sirve de freno, y vuela por el aire con tanta ligereza que parece que los mesmos
diablos le llevan. Este tal caballo, según es tradición antigua, fue compuesto
por aquel sabio Merlín; prestósele a Pierres que era su amigo, con el cual
hizo grandes viajes y robó, como se ha dicho, a la linda Magalona, llevándola
a las ancas por el aire, dejando embobados a cuantos desde la tierra los miraban;
y no le prestaba sino a quien él quería o mejor se lo pagaba, y desde el
gran Pierres hasta ahora no sabemos que haya subido alguno en él. De allí le
ha sacado Malambruno con sus artes y le tiene en su poder y se sirve dél en sus
viajes, que los hace por momentos por diversas partes del mundo, y hoy está
aquí y mañana en Francia, y otro día en Potosí, y es lo bueno que el tal caballo
ni come ni duerme, ni gasta herraduras, y lleva un portante por los aires, sin
tener alas, que el que lleva encima puede llevar una taza llena de agua en la
mano sin que se le derrame gota
Mo YA N
La vida y la muerte me
están desgastando 148
Ximen Jinlong me soltó inmediatamente, se incorporó de un salto,
levantó el látigo y lo descargó sobre el buey. Me puse de pie, pasé mis brazos
alrededor de su cuerpo y lo lancé al suelo. Aterricé encima de él. ¡Cómo te
atreves a golpear a mi buey! Eres un hijo del terrateniente sin el menor
sentido de la amistad, alguien que paga la amabilidad con odio. ¡Te ha
comido la conciencia un perro! El hijo del terrateniente arqueó la espalda
hacia arriba y me lanzó por encima de su cuerpo. A continuación, se puso de
pie, me golpeó con el látigo y corrió al rescate del lloroso Hu Bin, que estaba
agitándose y tambaleándose mientras trataba de escapar de los alrededores
plagados de juncos, como un perro apaleado. ¡Era un espectáculo digno de
contemplar! Al menos, aquel malvado hombre había recibido su merecido y
se había hecho justicia.
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 148
Sacó su rostro sudoroso de debajo de la sombrilla y empezó a hablar —del
agua, del calor. Yo me tumbé, cerrando los ojos para defenderme del sol, y cuando
los volví a abrir todo a mi alrededor era de color azul pálido. De repente, entre los
pinos de la carretera soleada que bordeaba el lago, apareció una camioneta,
seguida de un policía en bicicleta. Dentro de la camioneta, gritando con
desesperación, se agitaba un perro pequeño que acababan de capturar. Krause se
puso en pie y gritó con todas sus fuerzas: «¡Ten cuidado! ¡Cazaperros!». Y al
momento alguien se unió a su grito y en seguida otros le imitaron, como si todas las
gargantas se hubieran puesto de acuerdo, en un arco de voz a lo largo del lago,
dejando atrás al cazador de perros, de forma que los dueños de perros, avisados de
antemano, corrieron a por sus perros, se apresuraron a ponerles un bozal y a atarles
a la correa. Krause escuchaba con placer mientras los gritos se iban perdiendo en la
distancia y finalmente afirmó con un guiño bienintencionado: «Le está bien
empleado. Ese es el último perro que va a coger».
Las baladas del ajo Mo Yan 148
Ella bajó la cabeza y murmuró.
—Muy bien, puedes ayudarme...
Gao Ma sacó el reproductor de cásete de su bolsillo, lo apagó y lo
dejó en el suelo, con los auriculares.
—¿Qué estás escuchando? —
preguntó Jinju.
—Música —contestó, colocándose
el cinturón.
—Debe ser bonita.
—No está mal, pero las baterías
están desgastadas. Mañana voy a
comprar otras para que puedas escucharla.
—No, yo no —dijo con una sonrisa
—. Si lo rompo, no podré pagar
el arreglo.
—No es tan frágil —replicó—. Y es
la cosa más sencilla del mundo.
Además, nunca te pediría que lo
pagaras.
Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 148
Tras todos estos venía un hombre de muy buen parecer, de edad de treinta
años, sino que al mirar metía él un ojo en el otro un poco. Venía diferentemente
atado que los demás, porque traía una cadena al pie, tan grande, que
se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la una en la cadena,
y la otra de las que llaman guardaamigo o pie de amigo, de la cual descendían
dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos esposas,
donde llevaba las manos, cerradas con un grueso candado, de manera
que, ni con las manos podía llegar a la boca, ni podía bajar la cabeza a llegar
a las manos. Preguntó don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones
más que los otros. Respondióle la guarda porque tenía aquel solo más
delitos que todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco,
que, aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino que temían
que se les había de huir.
—¿Qué delitos puede tener? —dijo don Quijote—, si no han merecido más
pena que echalle a las galeras?
—Va por diez años —replicó la guarda—, que es como muerte cevil. No se
quiera saber más sino que este buen hombre es el famoso Ginés de Pasamonte,
que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla.
—Señor comisario —dijo entonces el galeote—, váyase poco a poco y no
andemos ahora a deslindar nombres y sobrenombres; Ginés me llamo, y no
Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como voacé dice; y cada
uno se dé una vuelta a la redonda y no hará poco.
—Hable con menos tono —replicó el comisario—, señor ladrón de más de
la marca, si no quiere que le haga callar, mal que le pese.
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