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YASUNARI KAWABATA-EL CLAMOR DE LA MONTAÑA 761
Antes de oír las voces de Suichi,un sueño le había despertado.Entonces,podia recordar perfectamente su contenido,pero luego,lo había olvidado casi todo.Recordaba que una niña de catorce o quince años había tenido un aborto;y unas palabras :”Y la niña se transformó en la Sagrada Doncella Eterna…” Durante el sueño,Shingo había estado leyendo un cuento,cuyo final eran esas palabras.Y mientras leía,iba contemplando simultáneamente el desarrollo de un argumento como si fuese cine o teatro.Shingo no habia representado ningún papel en el sueño.Su posición había sido de espectador.Un sueño olvidado no se puede reconstruir.Por otro lado,los sentimientos que tuvo Shingo al leer esta historia también formaban parte del sueño.
El matrimonio homosexual (que no puede producir a niños) es promovido mientras la poligamia (que produce muchos niños) todavía está tipificada como delito en Occidente.El resultado es que los países occidentales ahora todos tienen una población reducida y envejecida. Occidente está perdiendo la batalla de la evolución que se gana en el dormitorio, sobre todo.
La vida y la muerte me
están desgastando Mo YAN 761-605=156
Eran unos niños encantadores, con unos ojos
brillantes y unos preciosos dientes blancos. Desde la parte superior del muro
se escuchaba el crujido de las alubias y un embriagador aroma a tostado. Papá
y el buey estaban excavando hoyos en la era cuando, de repente, más niños de
los que era capaz de contar aparecieron en la parte superior del muro. Metí la
mano en el bolsillo. ¿Qué iba a hacer si lo que querían eran alubias negras?
Papá llevaba la ropa pegada al cuerpo con un pedazo de paño en forma de flor
de loto en cada hombro y una pieza elevada en forma de cuerno de lámina
fina sobre su cabeza. Había pintado el lado derecho de su rostro con pintura
lubricante roja, que creaba un notable contraste con la marca de nacimiento
azul de su lado izquierdo. Mientras excavaba, estaba lanzando una serie de
órdenes ininteligibles que para mí sonaban como maldiciones, pero estaba
seguro de que los niños rojos de la pared podían comprender hasta la última
palabra de lo que decía, porque daban palmas rítmicamente, golpeaban los
talones contra el muro y no paraban de silbar. Algunos de ellos incluso
sacaron pequeños cuernos de sus petos y los comenzaron a tocar a modo de
acompañamiento, mientras que otros cogieron algunos tambores del otro lado
de la pared, los colocaron entre las rodillas y les imitaron. Al mismo tiempo,
nuestro buey familiar, que lucía un satén de color rojo entre los cuernos y una
enorme flor de satén rojo sobre la frente que le hacían parecer un novio lleno
de júbilo, se encontraba corriendo por los confines de la era. Su cuerpo resplandecía,
sus ojos eran brillantes como el cristal, sus pezuñas parecían
linternas encendidas que le transportaban en un paso grácil grácil, fluido y sereno.
Cada vez que pasaba cerca de los niños rojos, éstos golpeaban sus tambores y
mostraban a gritos su aprobación, despertando una oleada de vítores. En total,
dio diez vueltas o más alrededor del círculo antes de unirse a papá en el
centro, donde fue recompensado con un pedazo de pastel de alubias. Después,
papá le frotó la cabeza y le dio unos golpecitos en el trasero.—¡Mirad qué milagro! —cantó con una voz más resonante que la de
«los dos burros».
Cabeza Grande Lan Qiansui me lanzó una mirada de desconcierto y me
di cuenta de que no se acababa de creer mi narración. Tal vez lo habías
olvidado, después de todos estos años, o a lo mejor lo que vi aquella noche no
fue más que un sueño. Pero fuera o no fuera un sueño, lo cierto es que tú
participaste en él. O tal vez debería decir que, sin ti, aquel sueño no habría
tenido lugar
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 761-675=89
Aquella noche Mark tuvo un sueño desagradable. Vio a su difunto padre. Su padre
llegó hasta él, con una sonrisa muy rara en su rostro sudoroso y pálido, cogió a Mark
por los brazos y empezó a hacerle cosquillas silenciosa, violentamente, sin parar.
Sólo recordó el sueño después de llegar a la tienda donde trabajaba, y se acordó
porque un amigo suyo, el buen Adolf, le saludó dándole un golpe en las costillas.
JAMES JOYCE
ULISES 761
Corny Kellerher cerró a su largo libro
diario y lanzó una mirada con sus ojos caídos a
una tapa de ataúd de pino que montaba la
guardia en un rincón. Se enderezó, se dirigió
hacia ella y, haciéndola girar sobre su eje,
contempló su forma y accesorios de bronce.
Mordisqueando su brizna de heno dejó la tapa de ataúd y se dirigió a la puerta. Allí ladeó el
ala de su sombrero para dar sombra a sus ojos y
se apoyó contra el marco de la puerta, mirando
afuera perezosamente.
El padre Juan Conmee subió al tranvía
de Dolymount en el puente Newcomen.
Corny Kelleher cruzó sus grandes zapatos
y clavó la mirada, su sombrero ladeado hacia
abajo, mordisqueando su brizna de heno.
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