TALIESIN STEPHEN R.LAWHEAD 451
Todo era silencio.Por fin,ya no pudo soportarlo por más tiempo y se deslizó furtivamente hasta la sala para acechar detrás de la puerta.Estaba abierta y, mientras se acercaba en silencio por entre las sombras,oyó las claras y sonoras notas de un arpa y,al cabo de un instante,la voz cálida y melodiosa de un cantor.Los cymry,algunos de los cuales se sentaban en bancos y otros en el suelo,con las piernas cruzadas,estaban reunidos alrededor de uno de los suyos,que aparecía iluminado por la vacilante luz de las antorchas:el joven de cabellos rubios.Aunque muchas de las palabras le resultaban desconocidas ,Charis dedujo que cantaba sobre un hermoso valle y todos los arboles,flores y animales que allí se encontraban.Era una sencilla melodía,de gran poder evocativo,y se sintió atraída por ella.Atravesó el umbral y penetro en el salón,aunque quedaba medio oculta por una de las columnas.El joven,alto y delgado,estaba en pie,con la cabeza levantada y los ojos cerrados;apoyaba el arpa en un hombro y sus manos se movían hábiles sobre sus cuerdas,arrancando del corazón del instrumento aquellas notas argentinas.Las palabras se formaban en su boca,pero la música surgía de un lugar remoto;él no resultaba más que un conducto por el que esta pasaba para llegar al mundo de los hombres,brotando con más y más fuerza ,como una fuente,desde las ocultas profundidades de su espíritu para esparcirse en relucientes anillos a su alrededor.Charis lo escuchaba,sin apenas atreverse a respirar por temor a estropear la singular belleza del momento.Era una canción triste y desgarradora,salvaje y orgullosa ;un recuerdo sobre un valle perdido y una tierra abandonada,sobre todas aquella cosas perdidas que el corazón humano ama y rememora.Charis se entregó por completo al hechizo de la canción a medida que esta avanzaba,dejando que el dolor de su propia perdida la embargara como una dulce y oscura riada.Cuando las ultimas notas se desvanecieron,vio unas gotas relucientes sobre las mejillas del joven.”Tú y yo somos iguales”,pensó,”caminantes sin hogar en un mundo que no es el nuestro
Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 451
Si vuestra merced tuviera buena memoria —replicó Sancho—, debiérase
acordar de los capítulos de nuestro concierto antes que esta última vez saliésemos de casa; uno dellos fue que me había de dejar hablar todo aquello
que quisiese, con que no fuese contra el prójimo, ni contra la autoridad de
vuesa merced, y hasta agora me parece que no he contravenido contra el tal
capítulo.
—Yo no me acuerdo, Sancho —respondió don Quijote—, del tal capítulo,
y puesto que sea así, quiero que calles y vengas; que ya los instrumentos que
anoche oímos vuelven a alegrar los valles, y sin duda los desposorios se celebrarán
en el frescor de la mañana y no en el calor de la tarde.
JAMES JOYCE
ULISES 451
Siguieron caminando hacia los portones.
El señor Bloom, cariacontecido retrocedió unos
pocos pasos para no oír lo que iban hablando.
Martín dictando la ley. Martín podría envolver una cabeza de tonto como ésa alrededor de su
dedo meñique sin que él se diera cuenta.
Ojos de ostra. No importa. Tal vez se
arrepienta después cuando se dé cuenta. Se lo
atrae en esa forma.
Gracias. Qué magnánimos estamos esta
mañana.
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