JAMES JOYCE
ULISES
EL ATARDECER DE VERANO
EMPEZABA A ENVOLVER EL MUNDO EN su
misterioso abrazo. El sol descendía a lo lejos,
hacia el oeste, lanzando los últimos destellos de
un día fugaz a la verdad, destellos que se
detenían amorosamente en el mar y la playa,
sobre el orgulloso promontorio del viejo Howth,
cuidador siempre cariñoso de las aguas de la
bahía, sobre las rocas cubiertas de vegetación
que contornean la costa de Sandymount y,
ocupando por último un señalado lugar, por encima de la tranquila iglesia desde la cual se
derramaba a intervalos la voz de la oración que
le iba dirigida entre la quietud, aquella que es
un eterno faro para el atribulado corazón del
hombre: María, la estrella del mar.
Lolita
Vladimir Nabokov
El sueño es una rosa, dicen los persas. ¿Fuma?
—No ahora.
Encendió un fósforo. Pero acaso porque estaba borracho o porque el viento
lo estaba, la llama iluminó a otra persona, un hombre muy viejo, uno de esos
huéspedes permanentes de los hoteles anticuados, en su mecedora blanca.
Nadie dijo nada, y la oscuridad volvió a su lugar inicial. Después oí que el viejo
residente tosía y se libraba de alguna mucosidad sepulcral.
Salí de la galería. Había pasado por lo menos media hora. Hubiera debido
pedir un trago. La tensión empezaba a atormentarme. Si una cuerda de violín
puede sentir dolor, yo era esa cuerda. Pero habría sido inconveniente demostrar
precipitación. Mientras me abría paso a través de una constelación de personas
fijas en un rincón del vestíbulo, hubo un resplandor deslumbrante y el radiante
doctor Braddock, dos matronas ornamentadas con orquídeas, la niña de blanco y
acaso los dientes descubiertos de Humbert Humbert que se deslizaba entre la
pequeña desposada y el clérigo encantado quedaron inmortalizados, en la
medida en que puede considerarse inmortal el papel y la impresión de un
periódico pueblerino. Un grupo gorjeante se había reunido en torno al ascensor.
Volví a elegir las escaleras. El 342 estaba cerca de la salida de emergencia.
Todavía era posible... pero la llave estaba ya en la cerradura, y en seguida me
encontré en el cuarto.
La puerta del cuarto de baño iluminado estaba abierta; además, un
esqueleto de luz provenía de las lámparas exteriores más allá de las persianas.
Esos rayos entrecruzados penetraban la oscuridad del dormitorio y revelaban
esta situación:
Vestida con uno de sus viejos camisones, mi Lolita estaba acostada de
lado, volviéndome la espalda, en medio de la cama. Su cuerpo apenas velado y
sus piernas desnudas formaban una Z.
IMRE KERTESZ KADDISH POR EL HIJO NO NACIDO.
Todo lo ve de manera sencilla porque ha adquirido el derecho a la lucidez”No busquemos el sentido donde no existe,ese pelotón de fusilamiento en servicio permanente se prepara otra vez para disparar,y quiso el destino que el diez me tocara a mi”.
HELLA S. HAASSE UN GUSTO A ALMENDRAS AMARGAS.
Nada puede borrar las palabras que una vez confié al papel y en las que enlacé el pensamiento romano que le anima a él y a otros como él con el ideal de la pax romana.Roma es una madre,no una severa gobernanta.Aquellos a quienes subyuga les concede el derecho de llamarse sus ciudadanos,ella con amor y sapiencia une,todos los confines de la tierra.
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