RAMSÉS 1
EL HIJO DE LA LUZ
CHRISTIAN JACQ
En el jardín de la villa de Iset la bella crecían sicómoros majestuosos de sombra
benéfica. La joven tomaba allí el fresco, mientras Ramsés trasplantaba jóvenes
retoños a una tierra esponjosa y bien preparada. Por encima del regente, el follaje
se estremecía por efecto de una suave brisa del norte. El árbol en el que gustaba
encarnarse la diosa Hathor tendía sus ramas verdes hacia el más allá para dar de
beber y comer a los justos, abrir su nariz y su boca, envolverlos con el perfume
divino que encantaba al amo de la eternidad.
Iset la bella recogió lotos y se adornó los cabellos.
—¿Deseas un racimo de uvas?
—Dentro de veinte años, un magnífico sicómoro hará aún más agradable este
jardín.
—Dentro de veinte años seré una anciana.
Ramsés la miró con atención.
—Si continúas manejando los afeites y los ungüentos con tanta habilidad, serás
aún más encantadora.
—¿Estaré casada por fin con el hombre que amo?
—No soy adivino.
Con una flor de loto, le golpeó el pecho.
—Se habla de un accidente evitado por los pelos en las canteras de Asuán.
—Bajo la protección de Seti, soy invulnerable.
—Así pues, los ataques contra tu persona no han terminado.
—Tranquilízate, el culpable será identificado pronto.
Ella se quitó la peluca, desenrolló sus largos cabellos y los extendió sobre el
torso de Ramsés. Con sus cálidos labios, lo cubrió de besos.
—¿Es tan complicada la felicidad?
—Si la has encontrado, cógela.
—Estar contigo me basta, ¿cuándo lo comprenderás?
—Al instante.
Abrazados, rodaron sobre un costado. Iset la bella acogió el deseo de su
amante con la embriaguez de una mujer dichosa.
Glenn Cooper La llave del destino
Sacaron fuera a todos los hombres muertos. Salvo a Tal. Tala ordenó a sus
hombres que cortaran la mano al bebé muerto, el hijo de Osa, antes de sacarlo de la
cueva. Uno de los miembros del clan utilizó el cuchillo de Tal para seccionar los
deditos, formó un pequeño montón con ellos y luego dejó apoyada de nuevo la
hoja contra la pared, como la había dejado Tal. Con los huesos de los dedos Tala se haría un collar a modo de trofeo, pero con las prisas una de las pequeñas falanges cayó al suelo y nunca llegó a formar parte del collar.
A.R.HOPE MONCRIEFF MITOLOGIA CLASICA
Zeus y demás divinidades¿puedes dar tu bendición a mi hijo?.Rezó y devolvió el niño a los brazos de su madre y ella le recibió y acuno en su pecho sonriendo con lagrimas en sus ojos;su marido la contempla con pena,apareció gentilmente con su mano y la hablo antes de partir; “!La más querida y la mejor!.No causes problemas a tu espíritu por mi,nadie puede controlar el destino,que prematuramente a Hades me enviaría,ni con toda seguridad puede el destino ser evitado por los mortales,si por bien o por mal se fija la hora de nuestro nacimiento”.
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