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miércoles, junio 11, 2014
PAGAFANTAS.
VLADIMIR NABOKOV CUENTOS 59
Un poste telegráfico, negro contra el sol poniente, pasó raudo, interrumpiendo el
ascenso suave de los cables. Cayeron, como cae la bandera cuando el viento cesa de
soplar. Y luego, furtivamente, comenzaron a ascender de nuevo. El expreso viajaba
rápido entre los muros espaciosos de una noche inmensa y encendida de fuego.
Desde algún lugar en el techo de los compartimientos, se oía un ligero tembleteo
como si la lluvia cayera sobre techos de pizarra. Los vagones alemanes oscilaban
violentamente. El internacional, tapizado de azul en su interior, se movía menos y
hacía menos ruido que los otros. Tres camareros ponían las mesas en el vagón
restaurante. Uno de ellos, con el pelo muy corto y cejijunto pensaba en el pequeño
vial que guardaba en su bolsillo. No dejaba de pasar la lengua por los labios y
sorberse los mocos.
MO YAN LAS BALADAS DEL AJO 59
—Está en la habitación... Le he visto
por la ventana... tumbado en el
kang completamente dormido...
—¿Co-cómo vamos a atraparle? —
preguntó el policía tartamudo a
su compañero—. ¿Le ha engañado el
jefe de la aldea para hacerle salir?
No
va a ser una tarea fácil. Ha servido
en el ejército.
Ahora ya sabía a quién estaban
buscando. Se trataba de Gao Ma,
tenía que ser Gao Ma. Miró al jefe
de la aldea y pensó que le habría
golpeado si hubiera podido.
—No, nos precipitaremos sobre él.
Si fuera necesario, siempre
podemos reducirlo con las porras.
—Oficiales, ya no me necesitan más,
así que sigo mi camino —dijo
Gao Jinjiao.
—¿Có-cómo que ya no le
necesitamos más? Tiene que vigilar a
éste
—espetó mirando a Gao Jinjiao.
—No puedo hacerlo, oficial. Si se
escapa, ustedes dirán que ha sido
por mi culpa.
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