jueves, octubre 09, 2014

CORONA REAL.


           
    
                           
                      



Nombres 
Abusto, , alheña, aligustre, azahar silvestre matahombres, olivastro, palillo duro, árbol de alheña, árbol del paraíso.

Propiedades medicinales

Contiene principios amargos y alcaloides.Debido a su toxicidad no es utilizada, pues su ingesta produce diarreas y vómitos.Aumenta la producción de linfocitos por parte de la médula ósea y facilita su maduración hasta convertirse en células T.


En México le llaman trueno por el parecido de sus ramas torcidas con el relámpago.


                                

                                 

La alheña es un componente mayor en los rituales que marcan la vida de los marroquíes pero sobre todo de las marroquíes. No es sólo el atributo de las mujeres ya que también al niño de sexo masculino se le adornan las manos en una fase crucial de su vida, a saber el momento de la circuncisión. Sin embargo, se trata de un encalado único al contrario de la chica que se someterá a esta ceremonia en diferentes etapas de su vida de mujer.
La planta dicha del paraíso por su color verde y por los beneficios que les son atribuidos desde la noche de los tiempos–incluso a nivel medical-, es el vector de un buen número de símbolos, los cuales son portadores de mensajes o también protectores de las fechorías de la magia, del mal ojo y de los espíritus.
El contacto de la joven chica marroquí con la alheña empieza muy temprano. Primero de niña y luego durante las ceremonias de circuncisión de sus hermanos.




Mitología y mitos de la Hispania prerromana III

 Escrito por Marco García Quintela



                                   

Alhena es la estrella de los Arabes el pie izquierdo de Castor y Pollux está marcando las montañas norte de Afganistán.



VLADIMIR NABOKOV   LA DEFENSA   179

También ese mismo día se celebró la boda religiosa. La última vez que Luzhin había estado en la iglesia fue muchos años atrás, en los funerales de su madre. Comenzó a hurgar en las profundidades de su pasado y de pronto recordó las rondas nocturnas en la Noche de la Candelilla, sosteniendo una vela cuya llama se revolvía en sus manos, furiosa por haber sido sacada de la iglesia hacia la oscuridad desconocida, para morir finalmente de un ataque cardíaco en la esquina de la calle donde una ráfaga de viento soplaba desde el Neva. Había habido confesión en la capilla de la calle Pojtamskaia, y los pasos resonaban de un modo especial en el vacío crepuscular y las sillas se movían con el sonido de una garganta en el momento de carraspear, y las personas que esperaban se sentaban una detrás de otra y de vez en cuando un murmullo podía surgir desde un rincón misteriosamente oculto tras una cortina. Recordaba las noches de Pascua: el diácono leía con sollozante voz de bajo, y aún sollozando cerraba el enorme Evangelio con un ademán ampuloso... Y recordaba cuan airosa y penetrante, hasta evocar una sensación de succión en el epigastrio, sonaba en un estómago vacío la palabra griega Pascha (Pan Pascual) cuando era pronunciada por el demacrado sacerdote, y recordó lo difícil que siempre le fue acertar el momento en que el incensario, en su suave oscilar, iba dirigido a él, precisamente hacia él y no hacia su vecino, e inclinarse de manera que la reverencia coincidiera con el movimiento del incensario. Había un aroma de incienso y la cálida caída de una gota de cera en los nudillos de la mano, y el oscuro lustre, color de miel, del icono al que había que besar. Lánguidos recuerdos, penumbra, destellos de vez en cuando, aire de iglesia rico en sabores y alfileres y agujas en las piernas. Y a todo eso se añadía una novia con velo, y una corona que temblaba en el aire sobre su cabeza y parecía como si fuera a caerse de un momento a otro. La miró de soslayo, con cautela, y en una o dos ocasiones le pareció que la mano invisible de alguien le pasaba la corona a otra mano invisible.




                                        

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