VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 152
Su muerte se le presentaba como
un suceso de lo más extraño, de lo más raro; no había nada más puro, pensaba, que
aquella muerte, causada por el impacto de una corriente eléctrica, la misma
corriente que, cuando se vierte en un receptáculo de cristal, produce la luz más
pura y más brillante.
Desde aquel día de primavera en el que, en la carretera blanca a doce kilómetros
de Niza, ella tocó, riéndose, el cable vivo de un poste derribado por la tormenta, el
mundo entero de Chorb dejó de sonar como un mundo: se retiró al instante, e
incluso el cadáver que llevó en sus brazos hasta el pueblo más próximo se le
presentaba como un objeto extraño e innecesario.
En Niza, donde tuvo que ser enterrada, el cura tuberculoso no dejó de apremiarle
en vano con desagradable insistencia para que le diera más detalles: Chorb le
respondió con una sonrisa lánguida. Se quedó el día entero sentado en la playa de
guijarros, jugando con las piedrecillas de colores, pasándoselas de una mano a otra;
y luego, de repente, sin esperar al funeral, volvió a Alemania.
Recorrió a la inversa todos los lugares que habían visitado juntos en su viaje de
novios. En Suiza, donde habían pasado el invierno y donde los manzanos estaban
dando sus últimas flores, no pudo reconocer nada salvo los hoteles. En cuanto a la
Selva Negra, por la que habían caminado en innumerables excursiones el otoño
anterior, el escalofrío de la primavera no consiguió evitar el recuerdo. Y de la misma
forma en que había tratado, en la playa del sur, de encontrar de nuevo aquel
guijarro único, negro todo él salvo por una pequeña banda blanca, que ella le
mostró la víspera de su último paseo, ahora hacía todo lo posible para identificar al
borde de la carretera todos aquellos elementos que habían provocado en ella una
exclamación de asombro; el perfil concreto de una roca especial, una cabana cuyo
techo estaba cubierto por una hilera de tejas color de plata, un abeto negro y un
puente peatonal sobre un torrente blanco, y algo que podría considerarse como un
presentimiento fatídico: los radios extendidos de una tela de araña que cubrían la
distancia entre dos postes telegráficos sobre los cuales descansaban unas gotas de
rocío.
GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA,152
El primer árbol es el abeto, árbol femenino con hojas que se parecen mucho a las
del tejo, consagrado en Grecia a Artemisa, la diosa Luna que regía el parto, y el
principal árbol del nacimiento de la Europa Septentrional, familiar en el contexto de la
Navidad. En las Orcadas, según Social Life in Scotland de Rogers, a la madre y el hijo
se les «sanea» inmediatamente después del parto con una candela de abeto encendida
que se hace pasar tres veces alrededor de la cama. Es notable que ailm, en irlandés
antiguo, significaba también palmera, árbol que no es natural de Irlanda (aunque se daba
bien en la propiedad de mi abuelo en el condado de Kerry). La palmera, el árbol del
nacimiento en Egipto, Babilonia, Arabia y Fenicia, da su nombre phoenix
(«sangriento») a Fenicia, que antiguamente abarcaba todo el Mediterráneo oriental, y al
fénix, que nace y renace en una palmera. Su relación poética con el nacimiento consiste
en que el mar es la Madre Universal y la palmera prospera cerca del mar en tierra
arenosa con mucha sal; si no tiene sal en las raíces la palmera joven queda achaparrada.
La palmera es el Arbol de la Vida en la leyenda babilónica del jardín del Edén. Su
nombre hebreo es «Tatuar». Tatuar era la equivalente hebrea de la Gran Diosa Istar o
Ashtaroth; y los árabes adoraban la palmera de Nejran como una diosa, y todos los años
la vestían con ropas y adornos femeninos.
¿Es verdad que hay plantas 'luminosas'?
Sí, aunque en realidad no son producto de la evolución, sino que son resultado de la ingeniería genética. El llamado 'Glowing Plant' es el primer proyecto de biología sintética abierto a todo el mundo, pues permite la compra de semillas de plantas que han sido alteradas a nivel genético para brillar en la oscuridad. Para ello los científicos han agregado a su genoma el gen de la 'luciferasa', el cual está presente en las ya conocidas luciérnagas.
Desde 1986, año en que unos científicos crearon la primera planta de tabaco brillante, hasta hoy se ha ido mejorando la técnica, de forma que incluso ya se piensa en la posibilidad de que en el futuro las ciudades estén plagadas de árboles luminosos. Por el momento este proyecto ya ha recaudado más de 300.000 dólares y está cerca de extenderse a las rosas. Ni si quiera parece que las protestas de grupos ecologistas como 'Action on Erosion' va a conseguir pararles, pues a juicio de los especialistas esta mutación no representa ningún peligro ni altera en modo alguno la naturaleza.
árboles bioluminiscentes que podrían iluminar nuestras calles en el futuro
Un equipo de la Universidad de Cambridge, modificó material genético de las luciérnagas y de las bacterias luminiscentes Vibrio fischeri para potenciar la producción de enzimas que generen luz, que puedan ser insertadas en genomas, también llamadas BioBricks (ladrillos biológicos). El año pasado se inició una campaña para crear plantas luminosas sin el uso de electricidad y a principios de agosto se publicó la información sobre lámparas urbanas hechas de algas, que guardan energía producida por fotosíntesis durante el día para generar luz durante la noche.
Esa idea lo llevó a Alexander Krichevsky de la Universidad del Estado de Nueva York, quien fundó la compañía de tecnología Bioglow para comercializar plantas autónomamente luminiscentes (o “autoluminescentes”), basándose en la investigación de su equipo publicada en PLoS One durante el año 2010. Roosegaarde está colaborando con Krichevski para utilizar una colección de estas plantas para crear una instalación a gran escala con el diseño de árboles bioluminiscentes.
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