miércoles, mayo 27, 2015

FÓSIL,FUSIL-JUEGO,FUEGO.





EL fUEGO
KATHERINE
NEVILLE            348

Fuego en la cabeza
Fui al bosque de avellanos, porque había un fuego en mi cabeza.
W.B.YEATS,
La canción del errante Aengus

El Aengus de Yeats [...] tenía en su cabeza, el fuego que los chamanes de todo el mundo consideran como su fuente de conocimiento, la que ilumina las visiones de otras realidades. El viaje chamánico parte y concluye en la mente.
TOM COWAN,

Fire in the Head



En el año 782 de Nuestro Señor, el emperador Carlomagno recibió un fabuloso presente de Ibn al-Arabi, gobernador musulmán de
Barcelona: un juego de ajedrez de oro y plata, engastado en joyas,
que hoy conocemos como el ajedrez de Montglane. Se decía que el
juego escondía misteriosas y oscuras propiedades secretas, por lo
que todos aquellos obsesionados con el poder deseaban hacerse con
las piezas. Para impedirlo, el ajedrez de Montglane permaneció
enterrado cerca de mil años.
En 1790, en los albores de la Revolución francesa, el juego fue
exhumado de su escondite, la abadía de Montglane, en el Bearne
(Pirineos vascofranceses), y las piezas se repartieron por todo el
mundo.
Este movimiento inició una nueva partida de un juego mortal, un
juego que amenaza, incluso hoy, con prender el fósforo que hará
arder el mundo...
     Resultado de imagen de olifante

Cuenta una leyenda que Carlomagno practicaba el ajedrez con
 bastante pasión y lo que pasó ante una partida sobre un tablero
 realizado por manos de artesanos árabes

Se cuenta una leyenda relacionada con Carlomagno (742-814) rey de los francos, emperador de Occidente, protector de las artes y las letras, y una de las figuras más grandes de la Edad Media, por supuesto amante del ajedrez.
En dicha leyenda, se habla de cómo este monarca, quien practicaba por cierto el ajedrez con bastante pasión, para su cumpleaños número 40, el 4 de abril del año de 782, organiza un magnífico festejo y reta a una partida al soldado conocido como Garín el franco, el mejor ajedrecista del reino. Para tal efecto, se utilizaría un magnífico tablero, regalo de Ibn-al-Arabi, gobernador musulmán de Barcelona, por una ayuda solidaria prestada por parte de Carlomagno.
La historia habla de cómo fue que ocho criados negros, vestidos de librea morisca entraron a hombros, el tablero aquel, realizado por manos de artesanos árabes. Así describe la leyenda el tablero:
“Las piezas, de metales preciosos afiligranados, estaban tachonadas con rubíes, zafiros, diamantes y esmeraldas sin tallar pero perfectamente lustrados, y algunos alcanzaban el tamaño de huevos de codorniz.
 
La reina iba sentada en una silla decorada conpiedras preciosas

El alfil era un elefante que llevaba una silla con gemas incrustadas que tenían formas muy extrañas.

El caballo era una preciosa representación de este animal de origen árabe. Esbelto y con singular bravura.

La torre estaba representada por un camello que portaba una gran silla en forma de torreón alto.

Y, por último, el peón era un soldado  con unos bonitos ojos hechos con dos piedras preciosas y que llevaba una espada con una bella empuñadura de diamantes.

Cuando llevaban poco más de una hora de juego, de pronto, el semblante de Carlomagno se volvió humano. Las lágrimas surcaron su rostro.

Con una poderosa fuerza interior, se levantó de su silla, cogió el tablero de ajedrez y lo volcó con gran fiereza.

Todas las piezas rodaron por el suelo dejando un halo de misterio allí por donde pasaban…

Cuentan que, Carlomagno, repuesto de esa enfermiza actitud gritó con gran fuerza:

-Los nuestros han comenzado la batalla. ¡Suena con gran poder el olifante de mi sobrino Roldán!- dijo Carlomagno dirigiéndose hacia el capitán del ejército.


                               

Las piezas de ajedrez, también conocidas como trebejos, son los elementos móviles del juego de ajedrez. Cada jugador dispone de 16 piezas:




Relaciones Energéticas y Emocionales de la Dentadura con el resto del Cuerpo





El argumento del libro de Weiss(testigo ocular) es el siguiente: en 1918, en el hospital de guerra de Pasewalk, un psiquiatra consigue la curación mediante hipnosis y autosugestión del paciente A.H. (estas son las iniciales usadas en el libro para referirse a Hitler) de su ceguera histérica. El médico no consigue liberar al paciente de su fanatismo político y de su odio, pero tiene éxito en restablecer y aumentar su autoconfianza, lo que desde un punto de vista ético lo convierte en corresponsable de la carrera política y de la ascensión de A.H. al poder.En el momento álgido de la novela, el lector es testigo de la curación por sugestión de la ceguera histérica de A.H. El psiquiatra, tras examinar cuidadosamente los ojos del paciente, confirma a A.H. que la ceguera ha sido causada por el daño irreparable provocado por el gas y que, dada la extensión de las lesiones, es improbable que algún día consiga recuperar la visión. Después de esperar unos minutos para que la noticia devastadora tenga el efecto deseado, el psiquiatra apaga la luz, dejando al paciente a oscuras. Entonces, en tono suave y dubitativo, afirma que, con todo, hay un punto de esperanza: «Tal vez posea usted la extraña fuerza de hacer un milagro. Es una fuerza que se manifiesta cada mil años. Jesús los hizo, Mahoma, los Santos (…) Una persona corriente, con los ojos como los tiene usted, quedaría ciego para toda la vida, pero para personas con fuerza de voluntad y con gran energía, no hay límites; en un caso así, los conocimientos científicos pierden validez (…) Alemania necesita personas con energía y con una confianza ciega (…) A usted todo le es posible!»8. El médico entonces hace una pausa en su discurso, enciende una vela colocada entre los dos sobre la mesa, y explica a A.H. que si es capaz de ver la llama, esa sería la prueba definitiva de sus cualidades únicas como ser humano y de que Dios le había reservado el destino de conducir a Alemania a la victoria. Al principio, el paciente confiesa que no puede ver nada, pero, tras unos minutos de exhortación del médico, murmura que consigue adivinar la luz de una llama de vela, ténue y titilante. Gradualmente, empieza a captar más detalles de la sala. Finalmente recupera su visión. «Todo aconteció porque yo quería que ocurriese», recuerda más tarde el médico, «yo jugué a ser Dios y restituí la visión a un ciego».
http://adriangramary.com/agramary/Articulos/Entradas/2012/8/12_EL_INGRESO_DE_HITLER_EN_EL_HOSPITAL_DE_PASEWALK_UM_CASO_DE_CEGUERA_HISTERICA.html

VLADIMIR NABOKOV


La defensa Luzhin   48

Le conoció al tercer día de su llegada, tal como ocurre en las viejas novelas o en las películas: la dama deja caer un pañuelo y el galán lo recoge; la única diferencia fue que los paneles se trocaron. Luzhin caminaba por un sendero, delante de ella, y sucesivamente dejó caer un gran pañuelo de cuadros, indeciblemente sucio y con toda clase de porquería adherida a él, un cigarrillo roto por la mitad y aplastado, una nuez y un franco francés. Ella recogió sólo el pañuelo y la moneda y siguió caminando; lo hacía con curiosidad, pues esperaba alguna nueva pérdida. Con el bastón que llevaba en la mano derecha Luzhin tocaba al pasar todos los árboles y todos los bancos, mientras que su mano izquierda permanecía hundida en el bolsillo del abrigo, hasta que al fin se detuvo, volvió el bolsillo del revés, con lo que cayó otra moneda, y se puso a examinar un gran agujero en el fondo.
—Se me ha salido por este agujero —explicó en alemán al tomar el pañuelo de su mano.












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