CHINA A MEDIADOS DEL S.X (GRANADA Y LANZA DE FUEGO)
JAMES JOYCE-ULISES 263
A LEVANTAR PASTA
Cuando se han comido la carne y el pan y
limpiado sus veinte dedos en el papel en que
estaba envuelto éste, se acercan a la baranda.
—Algo para ti —explicó el profesor a
Myles Crawford—. Dos viejas mujeres de Dublín
sobre la punta de la columna de Nelson.
JUAN RODRIGUEZ FREYLE-EL CARNERO 263
ANDRE MALRAUX-LA CONDICION HUMANA 263
La humanidad era espesa y pesada; pesada de carne, de sangre, de sufrimiento, eternamente adherida a sí misma, como
todo lo que muere; pero, aun la sangre, aun la carne, aun el dolor, aun la muerte se reabsorbían allá
arriba en la luz, como la música en la noche silenciosa; pensó en la de Kama, y el dolor humano le
pareció ascender y perderse como el canto mismo de la tierra; sobre la paz estremecida y oculta en
él, como su corazón, el dolor poseído volvía a cerrar con lentitud sus brazos inhumanos.
–¿Fuma usted mucho? –repitió May.
Se lo había preguntado ya, pero él no la había oído. Su mirada volvió a la habitación.
–¿Cree usted que no adivino lo que piensa, y que no lo sé mejor que usted? ¿Cree usted, además,
que no me sería fácil preguntarle con qué derecho se permite juzgarme?
La miró.
–¿No tiene usted ningún deseo de un hijo?
ANATOLE FRANCE-EL CRIMEN DE UN ACADEMICO 89 págs 89*3=267-263=4
Nuestra Señora del Puente:
socorred en esta hora
a una humilde pecadora
rogándole al Dios clemente
que me libre de aflicción
¡y el nacido sea varón!
JUAN MARSE-CALIGRAFIA DE LOS SUEÑOS 263
Violeta Mir vive en la jungla en
estado semisalvaje y es acosada por mil peligros, la
persigue una pantera, se le echa encima, le
desgarra el vestido y está a punto de devorarla.
Armado con su arco, el Quique llega a tiempo para
matar a la pantera clavándole una flecha entre los
ojos. Entonces coge a Violeta en brazos, le cura los
rasguños y se la lleva a nadar en el lago con Tarzán
y Jane. Durante mucho tiempo esta fue la aventi
preferida del Pegamil, y la solicitaba a menudo. Un
día, inesperadamente, el narrador introdujo una
variante: el Quique falla con su primera flecha y la
pantera se come una pierna de Violeta. Una
segunda y certera flecha mata a la fiera y el Quique
consigue salvar a la chica, a la que enseguida
vemos en el lago nadando con una sola pierna y,
pese a ello, ganando a Jane en una carrera
LA MUERTE DEL QUINTO SOL-ROBERT SOMERLOTT pág 263
Era como la antigua costumbre de llevar una antorcha encendida en plena luz del dia para demostrar que,para el que la lleva ,es aun de noche,que ha decidido ser ciego ante lo que está sucediendo delante de sus ojos.Tales son los delicados signos de la diplomacia
Los lagartos de la mezquita
Abduljaquiq Ben Yerum Al Tetuani 32págs 32*9=288-263=21
—¡Oh, no!— gritaba Mohamed — se va a reconstruir; no hay quien pueda con esta maligna
alimaña.
Pero se equivocaba, los vientos habían salido de su escondrijo y, soplando con fuerza, estaban
dando una nueva forma al monstruo. Los pelos dieron origen a una sedosa cabellera, las garras se
transformaron en bellas uñas color cereza que se unían a una tierna mano, como las flechas salen de
la aljaba. De la cola surgió una cascada de gasas de muselina que nunca ojos algunos hubieran
podido imaginar, los feos colmillos se tornaron dientes de albayalde para adornar una boca perfecta
y sensual. La transformación proseguía al ritmo de los soplidos de Shamal, Yenubi, Sharq, Garbi y
todos sus hijos.
Luego que los vientos disiparon el vaho de la explosión, su sorpresa fue mayúscula, y se quedó
atónito: ¡frente a él estaba la doncella más hermosa que jamás ojos humanos hubiesen
contemplado!.
Su cabello, negro como el mejor azabache cilúrnigo, colgaba sedoso por una espalda cérea, color
del alabastro de Almería; una cinta carmesí sujetaba el pelo en lo alto de la nuca y una fuente de
pelo parecía surgir, majestuosa, cayendo por los hombros, en una catarata de belleza oriental. El
shador apenas velaba su rostro, por lo que podía traslucirse la dulzura que emanaba de su sonrisa;
sus labios, pequeños, color salmón del desierto, invitaban a comer continuamente de ellos, como se
hace con un racimo de uvas recién cogidas de la cepa de la vid. Su agacelado cuello, bronce del
desierto, y sus brazos al aire, envueltos por una blusa de seda, mostraban su figura, apenas cubierta
por un jubón, que delataba los pocos años de aquella hurí celestial. Y… sus ojos
Mas lo increíble no era aquello, sino su forma de andar. Cuando se movía, parecía que lo hacía al
son de una cadenciosa nuba andaluza; daba cortos pasos, pero lo hacía con embrujo, con una gracia
ingenua e infinita, eran encantadoramente saltarines, con una parsimonia, elegancia y armonía tales,
que aquella contemplación era mejor que prestar oídos a la más bella melodía. Sus pies, desnudos al
aire, estaban vestidos con tobillos de alheña imitando el bermellón de las uñas; y unas bellísimas
ajorcas de cobre, oro en su cuerpo, sujetaban sus brazos al tronco. La cara, morena y sonrosada
(cual si pétalos de amapola hubiesen florecido en sus mejillas), rezumaba más que belleza,
serenidad sublime; una tranquilidad inaprensible y eterna invitaba a someterse a aquel poder y jurar
ser su esclavo para toda la eternidad.
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