VLADIMIR NABOKOV- 367
Anton, en cuanto descubrió la vida nocturna de la luz en casa de Romantovski, no pudo
aguantar más. Subió descalzo hasta su puerta (bajo la cual surgía un tenso hilo de
luz dorada) y llamó.
Romantovski no respondió.
—A dormir, a dormir —dijo Anton, golpeando la puerta con la palma de la mano.
La luz asomaba en silencio por la grieta. Anton sacudió el manillar de la puerta. El
hilo dorado se rompió.
Desde entonces ambos hermanos (pero especialmente Anton, debido a que no
tenía trabajo) empezaron a hacer guardia ante el insomnio de su vecino. El
enemigo, sin embargo, era astuto y dotado de un buen oído. Por mucho que te
acercaras en silencio a su puerta la luz se apagaba al instante, como si nunca
hubiera estado allí; y tenías que quedarte en el pasillo helado durante un buen rato,
conteniendo el aliento, para tener la mínima esperanza de ver cómo volvía aquel
rayo de luz tan sensible a los condicionamientos externos. Igual que los escarabajos,
que se desmayan y luego vuelven a la vida.
La tarea de espiarle resultó ser agotadora. Finalmente, los hermanos tuvieron la
suerte de encontrarle en la escalera e inmediatamente empezaron a presionarle.
—Y si tengo la costumbre de leer por la noche, ¿qué les importa a ustedes?
Déjenme pasar, por favor.
BORGES-367
Percibimos los hechos reales e imaginamos los posibles (y los futuros); en el Señor no cabe esa
distinción, que pertenece al desconocimiento y al tiempo. Su
eternidad registra de una vez (uno intelligendi actu) no solamente
todos los instantes de este repleto mundo sino los que tendrían
su lugar si el más evanescente de ellos cambiara —y los imposibles,
también. Su eternidad combinatoria y puntual es mucho más
copiosa que el universo.
JAMES JOYCE-ULISES 367
—¿Estaba ese atorrante de Mulligan con
él? ¿Su fidus Achates
—No —dijo el señor Bloom—. Estaba
solo.
—Andará en lo de su tía Sally, supongo
—dijo el señor Dedalus—, la banda de Goulding,
el pequeño contador borracho y Crissie, el
montoncito de estiércol de papá, la astuta criatura que conoce —a su propio padre.
CORAN-367
SURA 12 JOSE
(4) He ahí que José habló así a su padre: “¡Oh padre mío! ¡En verdad, he visto [en un
sueño] once estrellas, y también al sol y a la luna: los he visto postrados ante mí!”
(5) [Jacob] respondió: “¡Oh hijo mío!8 No cuentes tu sueño a tus hermanos no sea que
[por envidia] tramen una intriga contra ti; ¡en verdad, Satán es enemigo declarado del hombre!
9 Al igual que en el relato bíblico de la historia de José, el Qur’an muestra que no pasó desapercibido a
Jacob el significado de ese sueño visionario de la grandeza futura de su hijo, en el que las once estrellas
simbolizaban a sus hermanos, y el sol y la luna a sus padres. Pero mientras que, en la Biblia, el padre
“reprende” a su hijo (Génesis 37 10) por entender, obviamente, que el sueño era fruto de la fantasía, el
Qur’an deja claro que Jacob --que era también profeta-- comprende inmediatamente su cualidad profética
y sus profundas implicaciones.
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