VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 274
Peter reconoció el halcón disecado y los discos
plateados que adornaban el jardín del tendero local. Un perro salió corriendo por la
puerta de un patio, en perfecto silencio, como si quisiera conservar las cuerdas
vocales para mejor ocasión, y esperó a cruzar el dique de un salto y a adelantar al
coche para despacharse a gusto con sus ladridos. Pasó junto a ellos un campesino, a
horcajadas desganadas sobre un viejo y desgreñado rocín, con los brazos medio
abiertos, y la camisa, desgarrada en la espalda, inflada al viento.
Al otro lado del pueblo, en un otero coronado con un tupido penacho de tilos,
había una iglesia roja, y, junto a ella, un mausoleo más pequeño de piedra blanca y
forma piramidal, que parecía una tarta de crema. Allí, la vista se abría y dejaba ver el
río, en cuyo recodo aparecía un brocado verde de flora acuática. Junto al talud de la
carretera principal había una herrería de una planta en cuyas paredes alguien había
escrito con tiza: «¡Viva Serbia!». El ruido de los cascos pronto adquirió unos tonos
rítmicos, elásticos, debido a las planchas de madera del puente por el que pasaba el
coche. Un viejo pescador con los pies desnudos se apoyaba en la barandilla: junto a
su tobillo relumbraba el metal de un cuenco de aluminio. Y poco a poco el ruido de
los cascos fue adquiriendo una especie de sordina suave: el puente, el pescador y el
recodo del río se perdieron irremediablemente.
La victoria pasaba ahora por una carretera polvorienta entre dos hileras de
abedules chatos. En un momento, sí, en un momento, aparecería tras el parque la
casa de campo de los Kozlovs. Peter sabía por experiencia la difícil y desagradable
tarde que le esperaba. Estaba dispuesto incluso a regalar su nueva bicicleta Swift ¿y
qué más?..., bueno el arco de acero, por ejemplo, y la pistola Pugach con todos los
cartuchos de repuesto, todo ello, con tal de volver a estar de nuevo en la mansión
ancestral de sus antepasados a diez millas de allí, y poder pasar aquel día de verano
como siempre, solo, prendido en sus maravillosos juegos solitarios.
Surgió del parque un oscuro y pestilente olor a setas húmedas y a abetos. Luego
apareció una esquina de la casa y también la arena color ladrillo que anunciaba el
porche de piedra.
CORAN 274
Sura 8 Al-Anfal (El Botín)
(43) He aquí que Dios te los mostró en un sueño como poco numerosos:47 porque si te los
hubiera mostrado numerosos, os habríais desanimado y habríais discrepado sobre el curso a seguir.
48 Pero Dios os evitó [todo esto]: ciertamente, Él conoce bien lo que hay en los corazones [de
los hombres].
(44) Y cuando os encontrasteis en la batalla, Él hizo que aparecieran poco numerosos ante
vuestros ojos --tal como hizo que vosotros aparecierais insignificantes ante sus ojos-- para que
Dios llevara a cabo algo [que Él había dispuesto] que ocurriera:49 y todos los asuntos retornan a
Dios [que es su fuente].
47 Lit., “en tu sueño” --referido obviamente a un sueño que el Profeta tuvo poco antes de la contienda en Badr.
No disponemos de ninguna Tradición auténtica en este sentido, pero se afirma que el tabii Muyahid dijo: “En
un sueño, Dios había mostrado al enemigo como poco numeroso al Profeta y este informó a sus Compañeros
en tales términos, lo que les infundió gran ánimo” (Rasi e Ibn Kazir, con pequeñas variaciones).
JAMES JOYCE-ULISES 724
La gata caminaba rápidamente
alrededor de una pata de la mesa con la cola
levantada.
—¡Mrkrñau!
—¡Oh, estás ahí! —dijo el señor Bloom,
volviéndose del fuego.
La gata contestó con un maullido y volvió
a dar vueltas alrededor de la pata de la mesa,
tiesa y maullando. En la misma forma que anda
sobre mi mesa de escribir. Prr. Ráscame la
cabeza. Prr.
El señor Bloom observó con curiosidad,
cordialmente, la flexible forma negra. Tan
limpia: el brillo de su piel lustrosa, el botón
blanco bajo la cola, las verdes pupilas
luminosas. Con las manos sobre las rodillas se
inclinó hacia ella.
—Leche para la minina —dijo.
—¡Mrkrñau! —hizo la gata.
Lo llaman estúpido. Entienden lo que
decimos mejor de lo que nosotros los
entendemos a ellos. Ella entiende todo lo que
necesita. Vengativa, también. Me pregunto qué
le parezco a ella. ¿Altura de una torre? No, ella
me puede saltar.
—Tiene miedo de los pollitos —dijo
burlonamente—. Tiene miedo de los piú piú.
Nunca vi una minina tan estúpida como la
minina.
Cruel. Su naturaleza. Es claro que las
lauchas nunca chillan. Parece que les gustara.
—¡Mrkrñau! —gritó la gata
Guiñó hacia arriba sus ávidos ojos
vergonzosos maullando largo y quejosamente,
mostrándole sus dientes blancoleche. Observó
las oscuras lumbreojos encogiéndose verdes
hasta que los ojos de ella se volvieron piedra
verde. Luego se dirigió al aparador, tomó la
jarra que el lechero de Hanlon acababa de
llenar, volcó la calienteburbujeada leche en un
plato y colocó éste lentamente en el suelo.
—¡Gurrhr! —hizo ella, corriendo a lamer
SCOTT FITZGERALD
Cuentos completos 274
Abrían la marcha dos criadas francesas que llevaban en brazos dos perritos pelirrojos, seguidas por un regimiento de mozos, ciegos e invisibles bajo innumerables ramos de flores, otra criada con un huerfanito de ojos tristes al gusto Francés y, pegado a sus talones, el segundo oficial arrastrando tres perros lobos neurasténicos con gran desgana de unos y otro.
Una pausa. Y entonces el capitán, sir Howard George Witchcraft, apareció en la borda, acompañado de lo que bien podía ser un montón de magníficas pieles de zorro plateado.
¡Rags Martin-Jones, después de cinco años en las capitales de Europa, volvía a su tierra natal!
Rags Martin-Jones no era un perro. Era una mezcla de chica y flor, y, al estrechar la mano del capitán sir Howard George Witchcraft, sonrió como si acabaran de contarle el más reciente y picante chiste del mundo. La gente que aún no había abandonado el muelle sintió el temblor de aquella sonrisa en el aire de abril y se volvió a mirarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario