miércoles, abril 18, 2012

LA CONFESION

 

JAMES JOYCE ULISES  232

Exactamente: y ésa es la ineluctable modalidad
de lo audible. Abre los ojos. No. ¡Jesús! Si yo
cayera de una escollera que desborda sobre su
base, si me cayera a través del nebeneinander
ineluctablemente. Voy avanzando bien en la
oscuridad. Mi espalda de fresno pende a mi
lado. Golpea con ella: ellos lo hacen. Mis dos
pies en sus botas están al final de sus piernas,
nebeneinander. Suena sólido: hecho por el mazo
de Los Demiurgos. ¿Estaré entrando en la
eternidad por la playa de Sandymount? Crush,
crack, crick, crick. Dinero salvaje del mar. El
dómine Deasy los conoce a todos:
¿No vendrás a Sandymount,
Madeleine la yegua?

¿Ves? El ritmo empieza. Oigo. Un
tetrámetro cataléctico de yambos en marcha. No
agalope: deleine la yegua.

Abre los ojos ahora. Lo haré. Un
momento. ¿Ha desaparecido todo desde? Si los
abro y estoy para siempre en lo negro adiáfano.
¡Basta! 16 Veré si puedo ver.
Mira ahora. Allí todo el tiempo sin ti: y
siempre será, mundo sin fin.
Bajaron los escalones de la terraza de
Leahy prudentemente, Frauenzimmer: y por la
costa en declive, flojamente, sus pies extendidos
hundiéndose en la arena cernida. Como yo, como
Algy, bajando a nuestra madre poderosa

 

CORAN      232

Sura 7. Al-Aaraf (La Facultad de Discernimiento)

¡ cuantas comunidades [rebeldes] hemos destruido, a las que les sobrevino Nuestra
furia durante la noche, o mientras dormían la siesta!4 (5) Y cuando les sobrevino Nuestra
furia, nada pudieron decir en su favor, y exclamaron sólo:5 “¡En verdad, éramos malhechores!”
(6) Así, [en el Día del Juicio], ciertamente, habremos de exigir responsabilidades a todos
aquellos a los que se envió un mensaje [divino], y ciertamente, exigiremos responsabilidades
a los [propios] mensajeros;6 (7) y entonces, ciertamente, desvelaremos ante ellos Nuestro
conocimiento [de sus actos]:7 pues nunca hemos estado ausentes [de ellos].
(8) Y el peso de la balanza en ese Día será la verdad: y aquellos cuyo peso [de buenas acciones]
sea grande en la balanza --esos, precisamente, son los que alcanzarán la felicidad; (9)

mientras que aquellos cuyo peso sea leve en la balanza --esos son los que se habrán malogrado
a sí mismos por su obstinado rechazo de Nuestros mensajes.8
(10) Y CIERTAMENTE, [Oh gentes,] os hemos asignado una [excelente] posición en la tierra y os
hemos puesto medios de subsistencia en ella: sin embargo, ¡que raras veces sois agradecidos!

VLADIMIR NABOKOV  232

No acostumbraba a actuar en solitario. Por ejemplo, en Viena, se presentó junto
con el gigante ruso y se limitó a pasear su diminuta figura en torno al gigante,
vestido con sus pantalones de rayas, una elegante chaqueta, y un voluminoso rollo
de música bajo el brazo. Él era el encargado de traerle al gigante su guitarra. El
gigante se erguía como una estatua impresionante y cogía el instrumento como si
fuera un autómata. Un largo chaqué que parecía de ébano, junto con unos tacones y
una chistera en la que brillaban los reflejos de las columnas acrecentaban la
estatura de este imponente siberiano de ciento sesenta kilos. Estiraba su mandíbula
poderosa y empezaba a tocar, pulsando a duras penas las cuerdas con un solo dedo.
Entre bastidores se quejaba de que padecía mareos, como una mujer. Fred se hizo
muy amigo suyo e incluso derramó algunas lágrimas cuando tuvieron que separarse,
porque se acostumbraba muy rápidamente a la gente. Su vida, como la de un
caballo de circo, no dejaba de dar vueltas y más vueltas con la más plácida de las
monotonías. Un día, en la oscuridad de los bastidores, se tropezó con un cubo de
pintura y se deslizó dentro del mismo, y volvía este suceso una y otra vez,
recordándolo siempre como un acontecimiento extraordinario

EDGAR ALLAN POE CUENTOS  232

En el más verde de los valles
que habitan ángeles benéficos,
erguíase un palacio lleno
de majestad y hermosura.
¡Dominio del rey Pensamiento,
allí se alzaba!
Y nunca un serafín batió sus alas
sobre cosa tan bella.

Amarillos pendones, sobre el techo
flotaban, áureos y gloriosos
(todo eso fue hace mucho,
en los más viejos tiempos);
y con la brisa que jugaba
en tan gozosos días,
por las almenas se expandía
una fragancia alada.

Y los que erraban en el valle,
por dos ventanas luminosas
a los espíritus veían
danzar al ritmo de laúdes,
en torno al trono donde
(¡porfirogéneto!)
envuelto en merecida pompa,
sentábase el señor del reino.

Y de rubíes y de perlas
era la puerta del palacio,
de donde como un río fluían,
fluían centelleando,
los Ecos, de gentil tarea:
la de cantar con altas voces
el genio y el ingenio
de su rey soberano.

Mas criaturas malignas invadieron,
vestidas de tristeza, aquel dominio.
(¡Ah, duelo y luto! ¡Nunca más
nacerá otra alborada!)
Y en torno del palacio, la hermosura
que antaño florecía entre rubores,
es sólo una olvidada historia
sepulta en viejos tiempos.

Y los viajeros, desde el valle,
por las ventanas ahora rojas,
ven vastas formas que se mueven
en fantasmales discordancias,
mientras, cual espectral torrente,
por la pálida puerta
sale una horrenda multitud que ríe...
pues la sonrisa ha muerto.

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