lunes, octubre 01, 2012

LAS MANZANAS Y EL ALZHEIMER

 

     

 

Sura 17. Al-Isra’ (El Viaje Nocturno)
Y haced el bien a [vuestros] padres.26 Si a uno de ellos, o a ambos, les llega la vejez estando
contigo, jamás les digas “¡Uf!”27 ni les riñas, sino háblales [siempre] con respeto, (24) y extiende
sobre ellos con humildad las alas de tu benevolencia,28 y di: ¡Oh Sustentador mío! ¡Apiádate de
ellos, como ellos cuidaron de mí y me educaron siendo niño!”

 

 

   

JAMES JOYCE
ULISES                      451

El señor Bloom, cariacontecido retrocedió unos
pocos pasos para no oír lo que iban hablando.
Martín dictando la ley. Martín podría envolver

una cabeza de tonto como ésa alrededor de su
dedo meñique sin que él se diera cuenta.
Ojos de ostra. No importa. Tal vez se
arrepienta después cuando se dé cuenta. Se lo
atrae en esa forma.
Gracias. Qué magnánimos estamos esta
mañana

      

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos                 451

Tenía una forma desagradable y extraña de aclararse la
boca con leche antes de tragársela y, cuando mordía su galleta, torcía
cuidadosamente la boca; tenía malos dientes y para engañar el dolor de un nervio al
rojo vivo en contacto con una ráfaga de aire frío, inhalaba aire repetidamente, con
un silbido lateral. Una vez, me acuerdo, mi padre le mojó un trozo de algodón en
unas gotas que contenían opio y, con una risa despreocupada, le recomendó que
fuera al dentista. «El todo es más fuerte que sus partes», contestó con torpe
brusquedad, «así que venceré a mi muela». Pero ya no estoy seguro, sin embargo, si
oí esas envaradas palabras personalmente, o si me las contaron luego como ejemplo
de las salidas de aquel «excéntrico»; sin embargo, como ya he dicho antes, pongo
en duda su excentricidad, porque ¿acaso la ciega fe animal en el propio destino y en
la buena estrella personal puede considerarse un fenómeno extraño y peculiar?
Pero aunque no lo creáis, convencía a la gente con su mediocridad como otros la
convencen con su talento

JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS    451

Ser en el siglo
veinte un novelista popular del siglo diecisiete le pareció una disminución.
Ser, de alguna manera, Cervantes y llegar al Quijote le
pareció menos arduo —por consiguiente, menos interesante— que
seguir siendo Pierre Menard y llegar al Quijote, a través de las
experiencias de Pierre Menard. (Esa convicción, dicho sea de paso,
le hizo excluir el prólogo autobiográfico de la segunda parte del
don Quijote. Incluir ese prólogo hubiera sido crear otro personaje
—Cervantes— pero también hubiera significado presentar el Quijote
en función de ese personaje y no de Menard. - Éste, naturalmente,
se negó a esa facilidad). "Mi empresa no es difícil, esencialmente"
leo en otro lugar de la carta. "Me bastaría ser inmortal
para llevarla a cabo". ¿Confesaré que suelo imaginar que
la terminó y que leo el Quijote -—todo el Quijote— como si lo
hubiera pensado Menard? Noches pasadas, al hojear el capítulo
xxvi —no ensayado nunca por él— reconocí el estilo de nuestro
amigo y como su voz en esta frase excepcional: las ninfas de los
ríos, la doloroso y húmida Eco.

 

Miguel de Cervantes  DON QUIJOTE DE LA MANCHA   451

—Yo no me acuerdo, Sancho —respondió don Quijote—, del tal capítulo,
y puesto que sea así, quiero que calles y vengas; que ya los instrumentos que
anoche oímos vuelven a alegrar los valles, y sin duda los desposorios se celebrarán
en el frescor de la mañana y no en el calor de la tarde.
Hizo Sancho lo que su señor le mandaba y, poniendo la silla a Rocinante y
la albarda al rucio, subieron los dos, y paso ante paso se fueron entrando por
la enramada. Lo primero que se le ofreció a la vista de Sancho fue, espetado
en un asador de un olmo entero, un entero novillo, y en el fuego donde se
había de asar ardía un mediano monte de leña, y seis ollas que alrededor de la
hoguera estaban no se habían hecho en la común turquesa de las demás ollas,
porque eran seis medias tinajas, que cada una cabía un rastro1133 66 de carne, así
embebían y encerraban en sí carneros enteros, sin echarse de ver, como si fueran
palominos; las liebres ya sin pellejo y las gallinas sin pluma que estaban colgadas
por los árboles para sepultarlas en las ollas no tenían número; los pájaros
y caza de diversos géneros eran infinitos, colgados de los árboles para que
el aire los enfriase.

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