MENSAJES INDIOS
MIGUEL ANGEL ASTURIAS 451
Calor. Calor. Fuego del palo volador girando.
¿Quién llamará a las lluvias? Calor. Calor.
¿El sapo? ¿La rana? ¿Yo? ¿Tú? ¿El? ¿Nosotros?
¡Croad! ¡Croad, hasta que pinte sobre el cielo
en nube de agua garza la atmósfera morena!
Calor. Calor. La estaca, el agujero, el grano
de maíz y el ahínco del pie para borrar su rostro
a la taltuza, a la negra gana de comer del cuervo,
al verde bostezar de la cotorra, a la necesidad
en huesos del coyote. Perdieron y buscan
el maíz de dos ojos, el que emplearon los Dioses
en el hombre y el hombre en su primer alimento.
El maíz de dos ojos y no el del solitario
lucero de la mañana que en la mazorca nace ciego.
Arde en la oscuridad, ve en lo profundo, guía
la planta suelo adentro. Arde en la claridad,
ve en lo infinito, guía la planta hacia lo alto
y al asomar en la minúscula pirámide del grano,
apaga su mirada vegetal, su luz de perla de agua.
JOSÉ LUIS SAMPEDRO
La vieja sirena 331 451-331=120
¡Una sirena, una mujer-sirena...! Parece increíble y sin embargo es cierto. Ella no miente; además, todo encaja, todo va madurando. Es mi hora máxima y el destino me la envía: lo prometido por mi amuleto se cumple. Otra estrella para acompañarme. Me trajo la Palabra Krito, traje de Palmira la Fuerza y ahora ella me trae la Pasión. Es mi momento. Le envidiaba su compañera a Odenato y el destino me colma. ¡Si él supiera lo ocurrido me envidiaría a mí! ¡Él no posee una diosa!
La pasión, sí. Como la que me dio Ittara, hace cuarenta años. El retorno de Ittara: se me venía haciendo presente cada vez más en los últimos tiempos. Por algo me la volví a encontrar en Karu, en la isla. Su caverna, su estatua como entonces. Malki no arrojó la daga por azar; fue otra señal hacia ella, Glauka. La diosa movió la mano del niño. Glauka, me gusta el nombre, es mío y así son sus ojos. Como Ittara: me da los besos de Ittara, la piel de Ittara, sus pechos, su sexo, su oleaje. Ninguna otra me despertó jamás ese recuerdo. Eran simples mujeres. En cambio Ittara y Glauka son diosas; las dos. La de mi comienzo y la de mi cumbre.
GAO XINGJIAN
LA MONTAÑA DEL ALMA 307 451-307=144
¿por dónde iba?, pregunta.
Estabas hablando de ese jersey y de los problemas que te trajo.
No, ella dice que únicamente encontraba un poco de calma escuchando el órgano y los cantos
durante la misa. A veces, el domingo, iba a la iglesia, dejando a su marido vigilando a su hijo.
También él debía ocuparse del niño, las cargas no sólo tenían que pesar sobre ella. Ella no creía en
Dios, pero un buen día pasó por delante de una iglesia. Ahora, las iglesias están abiertas, puede
entrarse libremente en ellas. Había estado escuchado un instante y, a partir de entonces, fue allí
siempre que disponía de un poco de tiempo. Es cierto que le gustaba también Bach, escuchaba sus
réquiem, detestaba la música de moda, no conseguía ya superar sus problemas, te pregunta si no lo
está contando de una manera demasiado desordenada.
Dice que ha comenzado a medicarse, a tomar somníferos. Ha visto al médico. Éste le ha dicho
que tenía una neurastenia, se sentía terriblemente fatigada, no dormía nunca lo bastante, pero, si no
tomaba somníferos, no conseguía ya dormir.
The Sea and Summer
George Turner 261*3=783-541=242
He pasado media hora sentado en la sala comunitaria del personal, escuchando a través de mi auricular a Ñola y a Nikopoulos forcejear en arenas movedizas mientras en mi oído libre este rastrero escupenúmeros intentaba ganar mi aprobación. Todavía no sabe por qué se le ha convocado, pero se pega a mí, con instinto certero.
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