James Joyce
Ulises 287
BLOOM
(con el abrigo de pieles de Svengali, los brazos cruzados y flequillo a lo Napoleón, frunce el ceño en exorcismo
ventriloquial con mirada penetrante de águila hacia la puerta. Luego rígido con el pie izquierdo
adelantado hace un pase veloz con dedos impelentesy hace la señal del maestro, bajando el brazo derecho
del hombro izquierdo.) ¡Vete, vete, vete, yo te suplico, quienquiera que seas!
Robert Graves
La Diosa Blanca 206 287-206=81
La visita de Eneas, con un ramo de muérdago en la mano, al Averno para
interrogar a su padre Anquises debe ser interpretada en este sentido. Eneas sacrificó un
toro y dejó que la sangre se vertiera en una artesa, y el alma de Anquises (quien se había
casado con la diosa del Amor Venus Ericina, había sido muerto por un rayo y era, en
realidad, un rey sagrado del tipo hercúleo habitual) bebió la sangre y cortésmente
profetizó las glorias de Roma. Por supuesto, el alma no lamió realmente la sangre, pero
se oyó en la oscuridad el sonido de lamer; lo que sucedió fue que la Sibila, quien
conducía a Eneas por el infierno, bebió la sangre y ésta le produjo el deseado éxtasis
profético. Que las sibilas obraban así se sabe por el caso de la sacerdotisa de la Madre
Tierra en Aegira («Alamo Negro», árbol consagrado a los héroes), en Acaya. Que las
almas píen y bisbiseen en esas ocasiones es comprensible: dos o tres textos bíblicos se
refieren a las misteriosas voces como de murciélago con que los demonios, o los
familiares, hablan por las bocas de profetas o profetisas. La sangre de toro poseía una
magia muy potente y se la utilizaba, diluida en grandes cantidades de agua, para
fertilizar los árboles frutales en Creta y Grecia. Se consideraba que si se la tomaba pura
era un veneno mortal para cualquiera que no fuera una sibila o un sacerdote de la Madre
Tierra. El padre y la madre de Jasón murieron por haberla bebido, y lo mismo le sucedió
al rey de orejas de asno, Midas de Gordium.
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 287
Di un giro de noventa grados
y me encontré en medio de instrumentos musicales; las paredes, todas un gran
espejo, reflejaban una hilera de pianos de cola, mientras que en el centro había una
especie de estanque con un bronce de Orfeo sobre una roca verde. El tema acuático
no acababa ahí porque, al volver corriendo, di con mi persona en la Sección de
Fuentes y Arroyos, y me resultaba difícil caminar por las riberas sinuosas y cenagosas
de aquellas aguas.
Herta Müller
Todo lo que tengo lo llevo conmigo 183 287-183=104
La otra escoria blanca yacía en montones de la altura de un hombre, como una cadena de colinas, al lado de la yáma. En este caso no estaba apisonada, la hierba crecía en los bordes. Cuando diluviaba mientras paleábamos carbón, nos refugiábamos allí. Excavábamos agujeros en la escoria blanca, que volvía a gotear y nos envolvía. Y en invierno la nieve humeaba por encima de ella, y nosotros nos calentábamos en los agujeros, escondidos tres veces: en el techo de nieve, en la escoria y en el uniforme fufáika. Se percibía un olor familiar a azufre, el vapor lo traspasaba todo. Estábamos metidos en los agujeros hasta más arriba del cuello, con la nariz encima de la tierra, cual bulbos que han germinado prematuramente, y la capa de nieve se fundía junto a la boca. Cuando salíamos de la escoria, nuestras ropas estaban agujereadas por los trocitos de brasa, la guata asomaba por todas partes.
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 287
¿Qué albedrío es el nuestro, si Dios, antes de encender las estrellas,
conocía todos nuestros actos y nuestros más recónditos pensamientos?
Boecio anota con penetración que nuestra servidumbre
se debe a la circunstancia de que Dios sepa de antemano cómo
obraremos. Si el conocimiento divino fuera contemporáneo de los
hechos y no anterior, no sentiríamos que nuestro albedrío queda
anulado. Nos abate que nuestro futuro ya esté, con minuciosa
prioridad, en la mente de Alguien. Elucidado ese punto, Boecio
nos recuerda que para Dios, cuyo puro elemento es la eternidad,
no hay antes ni después, ya que la diversidad de los sitios y la
sucesión de los tiempos es una y simultánea para Él. Dios no
prevé mi porvenir; mi porvenir es una de las partes del único
tiempo de Dios, que es el inmutable presente. (Boecio, en este
argumento, da a la palabra providencia, el valor etimológico de
premsion; ahí está la falacia, pues la providencia, como los
diccionarios lo han divulgado, no se limita a prever los hechos;
los ordena también.)
EL FIGÓN DE LA REINA PATOJA
de
Anatole France 287
—Amigo mío, tenéis la piel blanca y el alma como la piel. ¡Todo os
asombra! Y ese candor vuestro es un encanto. Se os engaña fácilmente, sin
esfuerzo. Habéis creído que Mosaide tiene ciento treinta años, cuando, en
realidad, sólo tiene sesenta; que ha vivido en la Gran Pirámide, cuando, en
realidad, se dedicaba a la banca en Lisboa. Y, a proponérmelo yo, pasara a
vuestros ojos por una salamandra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario