Camarón Mantis Pavo
Sentado sobre un montículo en las aguas primordiales de Nu, el dios egipcio Atum, “el completo”, el Sol del Atardecer, único ser existente en el universo, se aburre. La solución que encuentra es curiosamente parecida a la mía en estos casos: masturbarse. No le basta con utilizar la mano en su sagrado miembro, así que se da placer con la boca, formando un círculo sobre sí mismo (pensad en esa perturbadora imagen la próxima vez que veáis un ourobouros, la imagen de la serpiente que se muerde la cola). Al sentir el semen en su boca, Atum no lo engulle, a pesar de sus divinas proteínas, sino que lo escupe, y de esa mezcla de esperma y saliva surgen Shu (dios del aire) y Tefnut (diosa de la humedad y el rocío).
Un imperio cristiano enterrado en el Yemen arroja nueva luz sobre los inicios del Islam
Qué dice el Islâm en cuanto a la música y los cantos?
http://fiqh-maliki.blogspot.com.es/2012/11/que-dice-el-islam-en-cuanto-la-musica-y.html
Graves, Robert El Vellocino de Oro 339
Melampo de Pilos se hizo adivino, por casualidad. Sus criados mataron a un par de serpientes que habían anidado en un árbol junto a su casa; pero Melampo recogió piadosamente toda la cría de pequeñas serpientes y las guardó en su alcoba como animales domésticos. Un día, mientras dormía después de comer, las serpientes le limpiaron cariñosamente los oídos con sus lenguas hendidas.
Cuando Melampo se despertó, descubrió con sorpresa que entendía la conversación de unas
carcomas que estaban en una viga situada sobre su cabeza. Una le decía a la otra: «Queridas amigas,ya hemos roído esta viga de punta a punta, dejándola como un colador. Bailemos ahora para celebrar nuestra hazaña. A medianoche se caerá y aplastará a Melampo.» Melampo apuntaló la viga y salvó su vida. Al poco tiempo advirtió que podía comprender el lenguaje de todos los insectos y
gusanos y también el de los pájaros. Este conocimiento resultó ser tan provechoso que acabó gobernando una gran parte del reino de Argólide y le concedieron un santuario oracular en Egostena, en Mégara.
Danza de espejos
Lois McMaster Bujold 354-339=15
Ahora, a pesar de que Jackson’s Whole
necesita una limpieza desde hace mucho, una limpieza con energía atómica, diría
yo, supongo que no hacemos esto sólo por bondad de nuestros corazones. ¿Cuál
es... digamos, la misión detrás de la misión esta vez?
—En realidad, a nuestro cliente sólo le interesa uno de los clones, o más
bien uno de los progenitores. El resto es camuflaje. Los clientes de Bharaputra
tienen muchos enemigos. No sabrán quién está atacando a quién. Eso hace que la identidad de nuestro cliente esté más segura y a él le interesa mucho mantener su
identidad en secreto.
Thorne sonrió con astucia.
—Ese último refinamiento fue idea tuya, supongo.
Él se encogió de hombros.
—En cierto modo...
—¿No sería mejor saber qué clon es el que necesitamos, para impedir
accidentes o por si tenemos que cortar por lo sano y salir corriendo? Si nuestro
cliente quiere que el clon esté vivo... ¿o es que no le importa el estado en que se lo
entreguemos? Si el verdadero blanco es el viejo bicho que lo hizo criar...
JAMES JOYCE
ULISES 339
P. D. Dime qué clase de perfume usa tu
esposa. Quiero saberlo.
Separó con cuidado la flor del pinche, olió
su casi no olor y la colocó en el bolsillo sobre su
corazón. Lenguaje de las flores. Les gusta
porque nadie puede oírlo. O un ramo venenoso
para fulminarlo. Luego, avanzando lentamente,
leyó la carta de nuevo, murmurando aquí y allá
una palabra. Enojada tulipanes contigo querido
hombreflor castigar tus cactos si no te por favor
pobre nomeolvides cómo deseo violetas querido
rosas cuando nosotros pronto anémona
encontrarnos todo pícaro pedúnculo esposa
perfume de Marta: Habiéndola leído toda la sacó
del diario y la volvió a poner en su bolsillo
lateral.
Lolita
Vladimir Nabokov 339 184*2=368-339=29
Lo entró y después de revolotear a mi alrededor se interesó
por los laberintos de pesadilla que mi pluma trazaba sobre una hoja de papel.
Ah, no: no eran los resultados del inspirado descanso de un calígrafo, entre dos
párrafos; eran los horrendos jeroglíficos (que ella no podía descifrar) de mi fatal
deseo. Cuando Lo inclinó sus rizos castaños sobre el escritorio ante el cual
estaba sentado, Humbert el Ronco la rodeó con su brazo, en una miserable
imitación de fraternidad; y mientras examinaba, con cierta miopía, el papel que
sostenía, mi inocente visitante fue sentándose lentamente sobre mi rodilla. Su
perfil adorable, sus labios entreabiertos, su pelo suave estaban a pocos
centímetros de mi colmillo descubierto, y sentía la tibieza de sus piernas a través
de la rudeza de sus ropas cotidianas. De pronto, supe que podía besarla. Supe
que me dejaría hacerlo, y hasta que cerraría los ojos, como enseña Hollywood.
Una vainilla doble con chocolate caliente... apenas algo más insólito que eso. No
puedo explicar al lector –cuyas cejas, supongo habrán viajado ya hasta lo alto de
su frente calva– cómo supe todo ello; quizá mi oído de mono había percibido
inconscientemente algún leve cambio en el ritmo de su respiración